Los científicos de Northwestern Medicine han descubierto por primera vez que el ritmo de la respiración crea una actividad eléctrica particular en el cerebro humano que tiene incidencia y altera el modo en que generamos nuestros juicios emocionales y como formamos los recuerdos.
La investigación, publicada en la revista Journal of Neuroscience , fue coordinada por la neuróloga Christina Zelano, de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, en EE. UU y sostiene que estos efectos dependen, sobre todo, de si respiramos por la boca o por la nariz o si nos encontramos inhalando o exhalando al momento de generar el recuerdo.
“Hemos descubierto que durante la inhalación y la exhalación se dan importantísimas diferencias en la actividad de algunas regiones cerebrales, como la amígdala o el hipocampo –estas están relacionadas de distinto modo con las emociones y la formación y fijación de la memoria–”, indica Zelano. “Cuando tomas aire, estimulas neuronas en estas zonas y en la corteza olfativa, a través del sistema límbico”, añade.
Como ha ocurrido en incontables ocasiones, los investigadores se percataron de este fenómeno mientras realizaban otro tipo de estudios. En este caso, el equipo de trabajo estaba analizando a siete pacientes epilépticos que iban a ser operados y a los que se habían implantado electrodos en el cerebro. Cuando estaban haciendo eso, los expertos observaron que las señales eléctricas que registraban en los pacientes fluctuaban con la respiración de ellos mismos. Esta actividad se daba en las zonas donde se procesaban el olfato, la memoria y las emociones.
A partir ahí, la investigación se desarrolló verificando los resultados en un grupo de voluntarios quienes pudieron identificar un rostro con expresión de terror más rápidamente cuando se encontraban inspirando que cuando espiraban. Esto no ocurría, por ejemplo, si lo que mostraba era sorpresa. Asimismo, recordaban mejor un objeto si se lo encontraban cuando tomaban aire que cuando lo soltaban. No obstante, este efecto desaparecía si la respiración se hacía a través de la boca en vez de por la nariz.
Según Zelano y sus colaboradores, esto implica que los sujetos que respiran más rápidamente en una situación de peligro cuentan con una cierta ventaja. “El pánico hace que aumente el ritmo de tu respiración. Como resultado, inhalarás más, lo cual tiene un efecto positivo en algunas funciones cerebrales y podrás responder más rápidamente a una amenaza”, indica esta neuróloga.