En cualquier puerto podemos ver diques marítimos formados por grandes cubos de hormigón que parecen haber caído del cielo, porque están colocados unos encima de otros de forma aleatoria. Los huecos que quedan entre estos bloques frenan la fuerza de las olas, pero a la larga el desgaste hace que se forme una estructura compacta que ya no cumple su función.
Por eso, los ingenieros llevan tiempo buscando soluciones y una de las mejores lleva sello español. Hace más de una década, la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) propuso lo que llamó cubípodo, un nuevo bloque capaz de frenar incluso grandes olas en un temporal. La diferencia estaba en su forma novedosa y lo que lograba con ella. La idea llegó hasta Antonio Corredor Molguero y Carlos Fermín Menéndez Díaz, que trabajaban en la empresa de construcción marítima SATO, filial de OHL. Juntos diseñaron el molde reutilizable que ha permitido fabricar estos elementos de manera industrial y construir diques más eficientes y baratos.
Esta innovación, que ya es una realidad en las costas de varios países, les ha hecho finalistas del Premio al Inventor Europeo 2019 en la categoría Industria, organizado desde hace más de una década por la Oficina Europea de Patentes (OEP). Es la primera vez que se anuncian dos nominaciones españolas, ya que también es finalista en la categoría Lifetime Achievement la reconocida bióloga Margarita Salas, del CSIC, por su técnica que amplifica las muestras de ADN para realizar un análisis genómico completo.
“Ha sido una sorpresa y un placer, es un reconocimiento muy importante”, declara a Teknautas Antonio Corredor, que el próximo 20 de junio acudirá a la ceremonia que se celebrará en Viena para anunciar los ganadores. “Solo sé que tenemos un 33% de posibilidades”, comenta, en referencia a que existen tres candidaturas.
Su compañero Fermín, ya jubilado, prefiere mantenerse en un segundo plano. “Los dos estábamos en la empresa y habíamos trabajado en otros proyectos, pero él siempre estaba a pie de obra y mi trabajo era más de oficina, en la supervisión y el diseño de licitaciones, ofertas o estudios técnicos”, apunta Corredor. Sin embargo, todo cambió para este ingeniero que ya lleva más de dos décadas en SATO cuando conoció el cubípodo.
“El mérito es de los investigadores de la universidad que diseñaron la pieza”, asegura, en referencia a los investigadores Josep Ramon Medina y Esther Gómez-Martín. En el Laboratorio de Puertos y Costas de la UPV analizaron los fallos de los cubos de hormigón tradicionales y las posibles alternativas.
“Hay dos tendencias para los diques en talud. La opción española son los bloques con forma de cubo, que son sencillos y rápidos de fabricar, pero necesitan mucho hormigón y no son eficaces desde el punto de vista hidráulico”, comenta el experto. El principal problema es que, a la larga, con el fuerte oleaje, las caras planas de los bloques tienden a juntarse, haciendo desaparecer los huecos y formando una estructura compacta que, en lugar de frenar las olas, se convierte en una rampa. La opción alternativa pasa por la fabricación de “piezas complejas que dan muchos más problemas de fabricación y colocación, aunque son más estables y requieren menos hormigón”.
“La ventaja del cubípodo es que tiene la parte buena de ambas propuestas, es una pieza que hidráulicamente se comporta bien, pero que también ofrece las ventajas del cubo en cuanto a la economía de su producción”, señala Corredor.
A través de ensayos a escala de laboratorio para simular los efectos reales, los investigadores de Valencia llegaron a la conclusión de que era necesario contar con algún elemento separador de los bloques, así que propusieron un diseño similar al de los cubos tradicionales, pero con protuberancias en cada una de las caras que hacen imposible que se peguen unas a otras, manteniendo siempre los huecos que frenan las olas.
Tras patentar la pieza, la UPV decidió que esta idea no podía quedarse en un cajón y se puso en contacto con varias empresas constructoras. “Querían validar si en la realidad era técnicamente posible lo que en el laboratorio parecía prometedor”, apunta el ingeniero de SATO. “Fermín y yo revisamos la información, vimos que la pieza era interesante y firmamos un convenio con ellos para explotar la patente”.
Toda una excepción en el sistema español de ciencia y tecnología, que a duras penas logra transformar sus publicaciones científicas, abundantes y de calidad, en patentes; y mucho menos en innovaciones efectivas para el mundo de la empresa. “En este caso, establecimos una colaboración interesante, basada en una visión técnica del problema”, comenta Corredor. En su opinión, la universidad acierta “cuando centra los esfuerzos en resolver problemas concretos”.
Por su parte, la empresa vio claro que aquella apuesta podría reportar beneficios económicos. “Tener una mejor solución era acceder a más obras y contratos con administraciones públicas y entidades privadas”, asegura. Pero esa solución pasaba ineludiblemente por hacer que esos cubípodos —rebautizados ahora con el nombre más internacional y comercial de Cubipods– pudieran fabricarse en serie. Y esa ha sido la gran aportación de Fermín y Antonio.
El molde metálico que han patentado para producir los innovadores bloques se rellena de hormigón hasta que se solidifica y ahorra espacio al ser retirado. Mientras que la estructura utilizada para los cubos convencionales se abre hacia los lados, este se levanta hacia arriba y rápidamente se puede rellenar al lado con otra carga, permitiendo fabricar varios cubipods en poco tiempo.
Eso permite que puedan construirse 'in situ' en los propios puertos donde van a ir ubicados, aunque hay otras posibilidades. “En la actualidad, se están instalando en un puerto de Dinamarca, pero los fabrican en Polonia y los transportan por vía marítima más de 300 millas”, señala.
El primer lugar que vio un dique de este tipo fue la dársena de San Andrés, en el puerto de Málaga. Desde entonces, ya se han instalado cubipods en A Coruña, Las Palmas y Argelia; y la filial de OHL está explorando mercados en varios países.
e hecho, el cambio climático puede impulsar la construcción de diques más eficaces ante las previsiones de aumento del nivel del mar, mayor frecuencia de marejadas y tormentas más intensas. La vida en la costa puede verse mucho más amenazada en las próximas décadas. “La verdad es que no tenemos muchas certezas acerca de cómo cambiarán estas circunstancias”, confiesa Corredor, “en cada caso, calculamos fórmulas para mantener un margen de seguridad, pero no sabemos muy bien a partir de qué altura”.
En cualquier caso, “la ventaja de nuestro sistema es que tiene mayor capacidad de adaptación y resistencia, las protuberancias de los cubipods harán que se mantengan los huecos, que cuando hay turbulencias disipan la energía, así que estos diques mantendrán su función a largo plazo”.
Fuente: www.elconfidencial.com