Alba Cecilia Pereira es una colombo-venezolana radicada en Bucaramanga hace catorce años, sus días los consagra a la búsqueda de una solución humanitaria, alimentaria, psicosocial y de salud para los cientos y miles de migrantes venezolanos que se ven forzados a atravesar territorio nacional. Para ello y mediante su Fundación “Entre Dos Tierras” ha logrado importantes acercamientos y convenios con entidades y organizaciones como la Diócesis de Bucaramanga, el Instituto de ciencia políticas de la UNAB, empresa privada y sector oficial. De la mano de ellas pero impulsada por su inquebrantable voluntad lidera cada día intensas jornadas de solidaridad con migrantes venezolanos.
Para muchos colombianos, quizá mal informados, o movidos por informaciones poco serias y sesgadas por elementos xenófobos o con clara tendencia a la aporofobia, los migrantes venezolanos son una amenaza laboral o elementos perturbadores del orden y la seguridad interna. La verdad es que son personas en claro estado de indefensión y en acuciante estado de necesidad. Son niños, ancianos, mujeres, discapacitados, jóvenes y población en general que debido a factores económicos y políticos deben salir de su país en la búsqueda de una nueva oportunidad o, simplemente, para preservar su vida y la de los suyos.
De acuerdo a normas, leyes y principios nacionales e internacionales los migrantes son personas con especial protección de parte de todos los Estados. En Colombia, por ejemplo, el Ministerio de Protección Social “ordena hacer transferencias de manera especial a municipios fronterizos para la atención en salud de personas migrantes de Venezuela”, hecho que se evidencia en la expedición del Decreto 866 de 2017. Igualmente el CONPES 3950 de 2018 establece recursos y líneas para atención de migrantes venezolanos en aspectos tan básicos como la salud, la educación o el trabajo. Mediante la sentencia SU 677 de 2017 ordena y establece la atención de controles prenatales a migrantes venezolanas en su periplo por territorio colombiano. La niñez es protegida de acuerdo al principio de Interés Superior del Niño, que obliga a todos los Estados a “tratar a todos los niños y niñas de la misma manera y respetando todos sus derechos ,independientemente de su condición y nacionalidad”.
Es sano y sensato preguntarse si estos recursos llegan a su destino, es decir a los migrantes venezolanos que hoy llegan a gran parte de Colombia. En las calles, intersecciones viales, semáforos y en grandes espacios públicos es común observar a población migrante atravesando duros y crueles momentos de afugias; niños padeciendo hambre, mujeres soportando todo tipo de discrimaciones y rechazos, hombres de todas las edades rebuscando su diario vivir y, en fin, seres humanos atravesando uno de los momentos más duros de su vida.
Por fortuna existen seres como Alba Cecilia Pereira que manifiestan su preocupación de una manera proactiva y superando las barreras de la solidaridad, que toca puertas, empuja voluntades, arrastra políticas y construye puentes de solidaridad entre los pueblos y los hombres. Desde el 2002 lidera la “Fundación Entre Dos Tierras”, generando conciencia en dirigentes, entidades y organizaciones. Su actividad y la de su equipo de trabajo se centra en la población migrante venezolana que en su diáspora padece todo tipo de necesidades y angustias. Más allá del simple enunciado Alba Cecilia Pereira hace vivo el mensaje de amor y solidaridad; lleva una sonrisa, un abrazo, alimentos, atención sanitaria y hospitalaria, brinda generosa un plato de comida y permite que el dolor extenuante de las almas y los pies encuentre un oasis de alivio y esperanza.
No me queda duda que estamos ante la presencia de un verdadero ser humano, de aquellos que rara vez aparecen entre nosotros para enseñarnos del auténtico acto de amor y fe, que elevan la conciencia colectiva hasta permitirnos la verdadera comprensión de la existencia. Su labor, por trascendente y vocacional, la hace acreedora de un reconocimiento nacional e internacional, a la postulación de un Premio Nacional de Paz que le permita y facilite su labor. Personajes como ella están llamados a ser los referentes educativos, formativos y sensibilizadores de las nuevas generaciones de colombianos que, muchas veces, no encuentran la verdadera razón de sus días y de sus afanes.
Desde estas páginas no nos resta sino expresar nuestra complacencia por conocer y aproximarnos a un ser humano de tan altas calidades. Esperamos algún día estrechar su mano para sentir la calidez de su presencia y enaltecernos así con su sola presencia que se constituye desde ya en la ruta a seguir por los colombianos de bien y afectos a las normas cristianas de civilidad y solidaridad.