Hoy, nueve de mayo de dos mil veinte nos despertamos con la noticia infausta de la muerte del periodista Ramiro Egas Villota. Las redes sociales se llena de mensajes de solidaridad con sus familiares y amigos por cuanto la labor de este comunicador trascendió todo tipo de fronteras y barreras ideológicas. Desde siempre su compromiso fue Nariño, Pasto y su gente.
Ramiro fue dueño de una envidiable capacidad intelectual que lo ubicó desde siempre como uno de los periodistas más idóneos y preparados del departamento de Nariño. Trasegó por diferentes medios de comunicación y siempre se destacó por esa inusual forma de informar que entre irreverencias y temeridades tocó y de gran manera a quienes no cumplían con su legado y su compromiso con la comunidad.
Hijo de ese otro periodista, Hermógenes Egas, a quien tuvimos la dicha de conocer en nuestra niñez y quien tuvo una entrañable amistad con mi padre y con mi familia. Ese fue el tronco que hizo posible la irrupción de toda una generación de periodistas que se han constituido en una verdadera honra para la historia del periodismo en nuestra región.
Ramiro obtuvo en vida todos los reconocimientos. Del concejo municipal, de la asamblea departamental, de los medios de comunicación, de las entidades culturales y de muchas organizaciones cívicas y sociales que siempre encontraron en él a ese amigo y dueño de la palabra que tendía puentes para llegar hasta los entes del poder que les permitan solucionar los problemas que aquejan a su sector. Para Ramiro era una alegría el contribuir a llevar alivio a la gente humilde y vulnerable de la capital. Su voz fuerte, su sonrisa generosa, su abrazo amplio y grande siempre fueron esa nota característica de su presencia.
Como líder cívico y social libró grandes batallas. Hijo de uno de los barrios más populares de la ciudad de Pasto, Lorenzo de Aldana, entendió y comprendió siempre que la inteligencia no es un don exclusivo de las elites y que cultivarla exige esfuerzo y sacrificio. Lector incansable, un intelectual que se daba el lujo de abordar diferentes temas con profundidad y una sentida elocuencia. Cuando Ramiro hablaba, había que hacer silencio y escucharlo.
Trabajó y colaboró en casi todos los medios de comunicación de Pasto, granjeándose siempre la admiración y el respeto que su inteligencia y capacidad merecían. Ya tendremos tiempo, cuando ésta pena que nos aqueja se aplaque, de escribir y de referirnos en mayor detalle sobre la vida y trayectoria prolija de nuestro vecino y amigo de siempre Ramiro Egas Villota.
El periodismo de Nariño está de luto. Y lo es doblemente por cuanto debido a las circunstancias que nos embargan no podemos darle ese adiós como merece y de paso rodear a sus familiares y amigos que lo lloran y desearían estar, con pañuelo blanco en mano, brindando generosamente su profundo sentimiento de admiración y aprecio.
Nuestra solidaridad y el de todo el pueblo de Nariño para todos y cada uno de sus familiares, que deben sentirse rodeados de afectos en estos instantes en que parece que la voz se ahoga y el corazón se estremece. Para hombres como Ramiro no hay despedidas definitivas, su legado se constituye en una presencia espiritual que acompañará el discurrir de muchos hombres y voluntades.
Un sincero gracias a Ramiro Egas por permitirnos aprender de su presencia y por hacer del periodismo y la palabra el mayor de los compromisos existenciales. Paz en su tumba. Resignación en el corazón de su digna familia.