Dentro de las más elementales garantías del ser humano, la libertad es inherente al mismo, lo cual significa que por el solo hecho de ser humano, se garantizan tales derechos. En este sentido, la política migratoria que ejerce el actual gobierno norteamericano en contra de los migrantes que entran a su país, en particular los mexicanos, significa una vejación, toda vez que se les trata sin dignidad e incluso se les encarcela en jaulas como si fuesen animales, sin importar sus más mínimos y elementales derechos. La convención de Ginebra y la carta universal de los derechos humanos, garantiza el trato justo y digno para cualquier persona, cualquiera que sea su procedencia y es un crimen de lesa humanidad el imponer un trato discriminatorio y avasallar la dignidad de nuestros migrantes mexicanos que merecen ser respetados. Por ello, dignificar la situación de los migrantes es una labor de conciencia a la que estamos obligados a cumplir con todas las convenciones que protegen a los seres humanos, porque de otra manera, se contradice su imagen de libertador de los pueblos oprimidos, si asume la de juez vengativo e indiferente ante la necesidad humana. Como cristianos, Jesús nos llama a practicar el amor con los extranjeros. Somos llamados a ser luz en este mundo, y a practicar el amor en toda su expresión. Amar se debe traducir en acciones, en hospitalidad, porque como nos recuerda la escritura, algunos sin saberlo, hospedaron ángeles. Nosotros debemos mostrar la luz en medio de las tinieblas. Amar es estar en la luz.