Stephen Hawking empieza a preparar su suicidio asistido

 
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La progresiva enfermedad le ha dejado al físico inglés movilidad sólo en su mejilla derecha. Cuando lo venza su rigidez, Hawking ya tiene la decisión tomada.

Stephen Hawking empieza a preparar su suicidio asistido

De su cuerpo sólo queda un movimiento: el músculo de su mejilla derecha. Con este y gracias a un sensor que Stephen Hawking tiene en sus gafas y a la inteligencia que despliega la silla de ruedas que le ha creado Intel, se comunica con el mundo. El día no muy lejano que la esclerosis lateral amiotrófica le termine de paralizar el rostro, el físico más famoso del mundo quedará enterrado en vida dentro de su propio cuerpo.

Antes de que la tragedia se termine de consumar, Hawking, quien ha demostrado una férrea voluntad de vivir hasta el punto de contradecir los dictámenes de los médicos que, al detectarle a los 25 años la enfermedad que lo tiene postrado en una silla de ruedas desde hace medio siglo, le pronosticaron que no llegaría a los treinta, está dispuesto a recibir suicidio asistido. “Si no permitimos que los animales sufran, ¿Por qué lo permitimos con los humanos?” se pregunta el astrofísico en una entrevista que saldrá en la BBC el próximo 15 de junio.

Un equipo de cinco enfermeras rodean al físico día y noche. Aunque Hawking ha perdido la movilidad en el 95 por ciento de su cuerpo y una traqueotomía le quitó el habla hace ya treinta años, las chicas que lo cuidan no paran de reírse día y noche. La voz que sale por medio de un sintetizador de voz llamado Word Plus, especialmente creado para él, no se cansa de hacer chistes. La nueva silla que Intel le entregó en enero es veinte veces más rápida que la anterior, lo que ha contribuido a mantener aún más activo su corrosivo humor británico. Lo único que lo atormenta es que el cerebro se le apague antes de que termine de desenrollar la trama del universo, juego con el que mantiene su mente ocupada y le evita pensar en lo mucho que disfrutaba nadar, en sus paseos a pie por Cambridge, en las tardes soleadas en donde era el capitán del equipo de remo en su universidad.

Sin embargo el creador de La historia del tiempo no se llama a engaños; con el paso de los días la enfermedad le gana la batalla a su maltratado y retorcido cuerpo. Conscientes de que es imposible que exista una cura para la esclerosis amiotrófica, el Centro Médico Cedars-Sinai le proporciona cada mes un tratamiento con células madres para dilatar la devastación total. A los 73 años, el hombre que podría tener la clave para los viajes a través del tiempo, tiene la certeza de que el tiempo se agota.

Hawking sabe que no existe eternidad. Cuando su corazón se detenga vendrá la oscuridad absoluta. Igual no quiere vivir para siempre, como él mismo lo ha dicho la humanidad durará, a los sumo, unos mil años más. El sol, como su cerebro algún día se apagará. A estas alturas, después de haber visto el origen del universo en un estallido, después de que su mente fuera consumida por un hoyo negro, lo único que le preocupa es no volver a sufrir los dolores que un día lo confinaron a la silla de ruedas más inteligente jamás creada. Antes de padecerlos de nuevo prefiere tomar esa salida de emergencia que es el suicidio. Siempre será mejor la nada a la agonía del dolor.

Fuente: www.las2orillas.co
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