DOS MILLONES Y MEDIO DE ESTUDIANTES A LAS AULAS: INICIO DEL AÑO ESCOLAR 2015-2016.
Antaño, el inicio de un año escolar evidenciaba el desencanto colectivo por las deficiencias del sistema educativo. Surgían unos dolores de cabeza, unas denuncias de los males acumulados en Educación y mil explicaciones de los gobernantes para no asignar los recursos necesarios y legales para mejorar la gerencia educativa. Las notas periodísticas de los medios de comunicación social tasaban las inconformidades y el pesimismo por el bajo rendimiento del estudiantado, por la deficiente formación docente y las carencias de aula y equipamiento.
Hogaño, un hoy que ya cumplió tres años, dos millones y medio de estudiantes van a las aulas, con optimismo, con fe en el avance del sistema, con la certeza de que se han ido superando dificultades y errores ancestrales, con el reconocimiento de que los desafíos pendientes disponen de los peldaños y la voluntad política de convertir o mutar la gerencia de deficiente a eficiente.
Los números y estadísticas registran avances y mejoras. Y pienso que más que números, se reivindica el discurso de colocar la Educación por encima de todo, por primera vez en la historia republicana. Si observamos la duplicación de nombramientos de docentes en tres años (39,999 de Básica contra 26,259; 46,028 de Media contra 29,930) y la decisión de construir más de 28 mil aulas se advierte que esos déficits acumulados de aulas y docentes son parte de la historia, y que la cobertura se acerca al 100 %.
Para los padres y madres de menores ingresos económicos los espacios escolares de hoy y sus implicaciones representan sueños y esperanzas, vías para disminuir la pobreza, oportunidades para dotar de más competencias las habilidades de sus hijos e hijas. El impacto de la jornada extendida, que desde hoy beneficia ya a 850 mil estudiantes, trasciende lo nutritivo y lo económico, trasciende la seguridad alimentaria, incorpora medios y fines de acercamiento a la calidad de la educación. El compromiso nos encamina paso a paso.
Las últimas evaluaciones del TERCE, sin medir el impacto del 4 %, apuntan hacia el mejoramiento de nosotros con respecto a nosotros mismos, logro sustancial cuando vemos que antes ni siquiera podíamos hacer ese ejercicio comparativo. El camino que nos queda con respecto a los demás países del área todavía es grande. Aunque la realidad presente aporta indicadores de esperanza y la firme certeza de que en el porvenir inmediato las estadísticas señalen que los dominicanos y las dominicanas nos hemos tomado muy en serio la calidad de la educación.
Queda por agradecer por ahora y para siempre que el licenciado Danilo Medina Sánchez, Presidente de la República, haya entendido que sin Educación de Calidad no es posible el desarrollo de la nación, y que la acción más puntual para disminuir los niveles de pobreza es la inversión en educación. ¡Qué bueno que del discurso el Presidente pasara a la acción, y que hoy alegremente, podamos exhibir los primeros frutos de la Revolución Educativa!
Dr. Nicolás Acevedo Sánchez.
Abogado y periodista.
Desde la Ciudadanía en Acción.