La perla es producto del dolor, resultado de la entrada de una sustancia extraña o indeseable en el interior de la ostra, como un parásito o un grano de arena. La parte interna de la concha de una ostra contiene una sustancia lustrosa llamada nácar. Cuando un grano de arena penetra, las células del nácar comienzan a trabajar y cubren el grano de arena con camadas y más camadas para proteger el cuerpo indefenso de la ostra. Como resultado, la linda perla se forma.
Una ostra que no ha sido herida, de algún modo, no produce perlas, pues la perla es una herida cicatrizada.
Todos nosotros somos heridos de muchas maneras por las palabras de los demás, a veces de celos, de odio, de venganza, de envidia, de calumnia, de chisme. A veces nuestras ideas son rechazadas y hasta menospreciadas y, algunas veces, malinterpretadas.
No te preocupes, no respondas, no pagues mal con mal, no, haz como la ostra y produce una perla en tu interior, en el mismo lugar de la herida que sangró. Cubre tus heridas y los rechazos sufridos con camadas y camadas de amor, de paciencia, de bondad, de delicadeza, de oración.
“Endereza tu corazón, mantente firme, y no te aceleres en la hora de la adversidad. Adhiérete a él, no te separes, para que seas exaltado en tus postrimerías”. (Eclo 2,2-3).
No sirve blasfemar contra la vida, contra las personas y contra Dios, nada resuelve y empeora el estado de tu alma. Es mejor encender una cerilla que maldecir la oscuridad. Una simple llama de alegría ilumina una gran oscuridad.
Fuente: es.aleteia.org