Phillipe Halsman, uno de los más imaginativos y brillantes fotógrafos de todos los tiempos, tenía dos ideas muy claras sobre su oficio: que si no "espectacularizaba" sus instantáneas con una desbordante creatividad la televisión iba a acabar con el medio y que para captar la verdadera esencia de una persona al tomarle una imagen había que despistarla; por eso las hacía saltar: “Su atención se dirige hacia el acto de saltar y entonces cae la máscara para que aparezca la persona real”, argumentaba. Eso se tradujo respectivamente en, por ejemplo, sus famosas imágenes de los enhiestos bigotes de Dalí o el salto de Marilyn Monroe que fue portada de la revista Life.
El bigote de Dalí daba mucho juego para una de esas “instantáneas excéntricas” y esa espectacularidad que siempre buscaba el rompedor fotógrafo. “Conoció a muchos famosos, sí, pero con Dalí tuvo una conexión especial, hicieron un clic, compartían ideas geniales mezclando francés, inglés y castellano; la clave estaba en que no había ni competición ni celos sino colaboración”, asegura Irene Halsman, hija del fotógrafo.
Ambos se sometían a ese duro trabajo porque tenían mucho que compartir: “Había el interés por el surrealismo, el sentido del humor y la fascinación por la psicología y el psicoanálisis… y el márketing”, enumera Anne Lacoste, del Museo de l’Elysée de Lausana, co-productora de la muestra Philippe Halsman. ¡Sorpréndeme!.
Dalí y Halsman se conocen en abril de 1941, cuando el pintor expone en Nueva York. Empezará ahí una relación que, con los años y entre otras imágenes, se plasmará en cabezas del artista sobre una mesa, enfrentada a la de un rinoceronte o enfundada en un casco de jugador de fútbol americano. O un Dalí desnudo dentro de un huevo para ilustrar la teoría de éste de su “memoria prenatal”. Muchos requerían de una postproducción tan salvaje como estrecha entre ambos (el pintor hasta retocaba los negativos). Fue puro culto a la personalidad, a mayor gloria de ambos.
Como no podía ser de otro modo, Dalí saltó para Halsman. Pero a lo surrealista: con tres gatos de por medio y un espontáneo e infuso chorro de agua. La imagen tuvo que tomarse 26 veces. La serie de contactos muestra las fotos rechazadas y los motivos, anotados por el propio fotógrafo: “Dalí salta tarde”, “Aparece la secretaria”, “El agua tapa la cara de Dalí”…
Fuente: ccaa.elpais.com