Sin marcas en la piel y el alma sangrando
Por Estela Valdés
La violencia familiar es el segundo delito más denunciado en el Paraguay, según la Fiscalía General del Estado, en la gran mayoría de los casos las víctimas son mujeres, y conste, que se hace referencia a los casos de-nun-cia-dos, estos que a su vez llegan a estas instancias cuando la agresión es física.
Existen sin embargo miles de casos que no llegan a ser revelados, es decir en los que las víctimas no reportan su condición, por temor o vergüenza.
El concepto generalizado es que el maltrato es solamente físico, es decir que solamente las mujeres que son golpeadas son las agredidas; sin embargo en un número aún mayor tal vez, están los maltratadores que no necesitan pegar.
El maltrato es maltrato, no hay tipos de maltrato; cuando humillan, desprecian, presionan, cuestionan de manera constante y sistemática están agrediendo psicológicamente a su víctima, haciéndola sentir inútil e inservible.
La pregunta es: ¿Quién se animaría a denunciar cuando está entera y sin hematomas, pero destruida por dentro?, porque eso no se ve en la piel, y cuando se habla al respecto, la pregunta inmediata es ¿pero te pega?! Y no, el golpe va por dentro y es acumulativo.
El abuso definitivamente no es solamente físico, es emocional, cuando la hace sentir inferior, la insulta con apodos denigrantes, la trata de loca o prostituta; es cuando minimiza el abuso, le resta importancia a la inquietud que ella manifiesta sobre el maltrato, y le traslada la responsabilidad de ese comportamiento.
Estos casos difícilmente van a llegar a una carpeta fiscal, pero debe llegar a cada una, por si misma o con el apoyo de sus familiares. Cuando una mujer decide compartir su vida con alguien más, bajo ningún aspecto se está sometiendo a esa persona.
¿En qué momento empezamos a permitir que ese ser humano al que elegimos porque era divertido y bailaba bien se convierta en nuestro verdugo? Esa primera vez que dejamos pasar un maltrato sin conversar y poner un límite, fue cuando le entregamos un arma poderosa con la que nos van matando un poco cada día.
De todos modos hay manera de salir de esa situación, debemos reconocer que somos capaces de salir adelante, no necesariamente con otra pareja, no es otro hombre lo que necesita una mujer maltratada, se necesita a ella misma, entera, fuerte y victoriosa.
No es fácil, pero definitivamente no es imposible, por nosotras, por nuestros hijos debemos lograr salir de ese sistema; debemos rescatar la verdadera fortaleza que está en nuestra dignidad y en el amor a nuestros niños. Es algo que nos debemos!