Una gran misa al aire libre. Con ese clima, los fieles siguieron en silencio esta madrugada la ceremonia de asunción del papa Francisco en la Plaza de Mayo, a través de cuatro pantallas gigantes de televisión.
Según el Gobierno de la Ciudad, hubo unas 50.000 personas. La mayoría llegaron a la noche para la vigilia, en la que cantó Axel. Fue el caso de Daniel Sabia, un taxista que alquila el auto para hacer el turno noche y que esta vez dejó de trabajar para traer a toda su familia desde Del Viso. "Decidí perder el día de trabajo para no perderme uno de los días más importantes en la historia del país", dijo, con la bandera de San Lorenzo sobre sus hombros.
El frío no importó. Con los cierres hasta el cuello, los fieles se codeaban para acomodarse bien cerquita de las pantallas gigantes. Había cuatro: una en el medio de la Plaza de Mayo, dos sobre Bolívar y una en Diagonal Sur. El frío aumentaba tanto como los precios de las banderas del merchandising "papal". El color de la plaza mutaba constantemente. Esa plaza que vive los mejores y peores momentos de los argentinos anoche fue escenario también de otro capítulo histórico y se transformó en una madrugada única. El Papa Francisco llamó sobre las 3.30 de Argentina y sorprendió a la gente con un mensaje de amor y paz que les derritió el corazón: "Recen por mí, cuídense entre ustedes, no se saquen el cuero, no se hagan daño”. Ahí sí, la plaza fue puro calor.
Cuando se hicieron las 4.50, los ojos de todos se clavaron en las pantallas gigantes. Francisco saluda a todos desde un papamóvil descapotable. Era un jeep. Un vehículo muy diferente a los que usaban pontífices anteriores, con vidrios blindados y extrema seguridad y lejanía. El argentino eligió ponerle el cuerpo a la ceremonia y acercarse a la gente. A tal punto que pidió que detuvieran el papamóvil para poder acercarse a bendecir a un enfermo.
Más allá del asombro, la gente siempre mantuvo una actitud de respeto conmovedora. Hubo aplausos cuando el Papa recibió el anillo y en otros momentos centrales de la ceremonia, pero no explosiones de algarabía. Un grupito, a un costado, mantuvo sus bombos lejos de las estridencias, apenas audibles en una palza dominada por el silencio.
Sí se dieron el beso de la paz, sí rezaron tomados de la mano en el momento en que lo pidió el Papa, sí siguieron cada paso de la liturgia con contenida emoción. Así también se desconcentraron, pasadas las 7.30, cuando la transmisión había cerrado y mientras en el Vaticano Francisco saludaba a las delegaciones, en las pantallas gigantes de la Catedral las imágenes lo recordaban en su obra como arzopispo porteño. Un Papa tan argentino, y desde hoy tan universal.
Fuente: www.clarin.com