Juan Manuel Bellver | París
François Hollande se ha proclamado el nuevo presidente de Francia. El socialista ha devuelto el poder del país a la izquierda, 17 años después de la marcha de Mitterrand, tras vencer en la segunda vuelta de las presidenciales a Nicolas Sarkozy. Para el recuerdo queda ya el amargor de aquellos comicios de 2002 en que la división de la izquierda propició una final entre el candidato de la derecha y el de la ultraderecha.
De naturaleza prudente, escorado hacia la socialdemocracia, con vocación de consenso y un marcado sentido del humor, Hollande es el hijo menor de un médico y una asistente social, licenciado en Derecho, titulado por la Escuela Nacional de Administración -en la misma promoción que su novia de tantos años Segol ne Royal-, se hizo militante del sindicato estudiantil UNEF y, a partir de 1979, del Partido Socialista. Fue auditor del Tribunal de Cuentas, asesor de Jacques Delors y de François Mitterrand, diputado de Corr ze desde 1988, alcalde de Tulle... En 1997 sucedió a Lionel Jospin como primer secretario del PS, puesto en el que se mantuvo más una década.
En 2006, a pesar de su cargo, renunció a presentarse a los comicios al Elíseo contra Sarkozy cediendo la plaza a su pareja, a la que las encuestas atribuían mayor intención de voto. Con Segol ne tuvo cuatro hijos sin estar casados y se separaron la noche de mayo de 2007 en que ella perdió las elecciones. Año y medio después, Hollande decidió no postularse a la reelección como primer secretario y apoyar la candidatura del alcalde de París, Bertrand Delanoë, en el congreso donde salió vencedora finalmente Martine Aubry.
Alejado de la dirección del partido y concentrado durante estos últimos años en el gobierno regional de Corr ze, su retorno a primera línea se dio con motivo de las Primarias Ciudadanas de otoño 2011 en las que el PS abrió al conjunto de todos los franceses de izquierdas la designación de su candidato para el sufragio presidencial de 2012. Ante la ausencia del favorito Dominique Strauss-Khan -caído en desgracia tras ser acusado de intento de violación en Nueva York-, Hollande se decidió a competir contra Aubry, la propia Segol ne, Manuel Valls, Arnaud Montebourg y Jean-Michel Baylet en este plebiscito sui generis inspirado por el del Partido Demócrata estadounidense.
Sus contrincantes le acusaban de encarnar la izquierda blanda pero él prefería definirse como el "candidato de la normalidad", en oposición al sambenito de 'gauche caviar' que arrastraba el defenestrado DSK. Vencedor en la segunda ronda frente a la primera secretaria, Hollande se ha esforzado desde entonces por cohesionar el partido porque sabe que la desunión ha sido causante demasiadas veces de la derrota electoral de la izquierda.
Bajo el lema de "El cambio es ahora", Hollande ha dirigido una campaña en la que ha apsotado por la regeneración del estado incidiendo en las políticas sociales que piensa financiar subiendo los impuestos a los ricos. Proyecta contratar más maestros para las escuelas, devolver la policía de proximidad a los barrios conflictivos, fijar la edad de jubilación a los 60 años, establecer un 'contrato de generación' por el cual los trabajadores veteranos al borde del retiro compartirán su puesto con jóvenes a los que formarán, conceder el derecho de voto en los comicios locales a los emigrantes, legalizar el matrimonio homosexual... Por otro lado, rechazó adoptar la regla de oro y, si hace realidad una de sus promesas electorales, renegociará el tratado europeo de austeridad para que incluya eurobonos y ayudas al crecimiento.
Sus antagonistas se preguntan cómo piensa financiar todo eso sin recortar gasto público y él habla de recuperar el Impuesto sobre la Fortuna, modular el cociente familiar y establecer un IRPF del 75% para directivos que cobren más de 500.000 euros anuales. Con estas ideas, Hollande soñaba con recuperar el Elíseo. El sueño se ha hecho realidad.