Yayoi Kusama: Hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte

 
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La artista es tan famosa por sus excepcionales obras como por su traumática historia marcada por el abuso.

Yayoi Kusama:  Hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte

“Si no pudiera hacer arte me suicidaría”. La respuesta fue clara. Un escalofrío me corrió por la espalda al leer el email recién llegado desde Japón, ayer por la mañana. Lo enviaba la mismísima artista Yayoi Kusama, ese mito viviente que hoy �por primera vez en la región� inaugura una retrospectiva con sus obras. Se trata de Obsesión infinita, la muestra curada en conjunto por la inglesa Frances Morris, jefa de colecciones internacionales de Tate Modern, y el canadiense Philip Larratt-Smith, vice-curador en jefe del Malba, en donde se realiza la exposición. Y aunque la artista no viaje a nuestro país para la ocasión �tiene 84 años�, están sus obras, y mucho material documental que Kusama envió: fotos de su niñez, de sus años en Nueva York �mostrando sus performances y orgías en las galerías de la ciudad�, y fotos de su retorno �ya agobiada y enferma� a Tokio. Allí reside desde los años ´70, cómodamente instalada en el neuropsiquiátrico Seiwa.

Famosa en todo el mundo desde hace décadas por sus polémicas y extrañísimas obras, sin embargo Kusama es también muy conocida por su difícil historia personal. Ella misma la explica: nacida en una familia japonesa tradicional, de clase media provinciana, con una madre feroz que le hacía seguir a su padre cuando se iba con sus amantes geishas �para luego obligarla a describir las escenas de sexo presenciadas y descargar sobre ella la ira�, Yayoi quedó aterrorizada del sexo durante toda su vida y muy traumatizada desde pequeña. “Comencé a sufrir alucinaciones visuales y auditivas desde chica”, comenta la artista en “La red infinita”, su autobiografía. “Veía auras alrededor de los objetos o escuchaba hablar a los animales y plantas.” En el ´57 logró escapar del infierno con un viaje a los Estados Unidos. Entonces comenzó una nueva etapa. Esto, en la exposición del Malba, se ve claramente: la primera sala �con pequeñas pinturas abstractas sobre papel�, da cuenta de sus obras producidas en Japón. Pero a partir de la segunda sala comienza el intento de liberación. Primero, las pinturas son blancas, monocromáticas; segundo, los objetos domésticos se cubren de penes de tela, blandos. Cuarto: hay una instalación fúnebre, con un bote; está cubierto de penes de tela y naturalezas muertas plateadas. Quinto: por todos lados aparecen lunares. “Es parte de su práctica de “autoborramiento”, explica Larratt-Smith. “Cada lunar es un rostro en el Cosmos y expresa, para Kusama, un deseo de paz”.

Pero sin dudas, la obra fuerte de la muestra, esa inolvidable, esa que le va a comentar a sus nietos que alguna vez vio, es la instalación “Lleno del brillo de la vida”: una caja cerrada, a plena oscuridad, repleta de lucecitas semejando ser estrellas. Una galaxia.

Ahora sí, Kusama, desde Japón, responde: �Yayoi, usted siempre habla de sus traumas, de los abusos que sufrió en la infancia y de la muerte. ¿Cree en la felicidad? ¿Se siente feliz alguna vez?


�Me siento feliz cuando realizo mis obras, cuando escribo poesía y pinto cuadros. También me siento feliz cuando contemplo el cielo azul, observo el mar abierto o conozco personas maravillosas. Agradezco el momento en el que siento que puedo aportar algo a la sociedad y puedo comprometerme con ella como artista.

�Me gustaría saber si a pesar de ser tan famosa, admirada y querida por el público de todo el mundo, se siente sola.


�Sí, me siento sola todos los días. A pesar de haber luchado a través del arte durante varias décadas, me siento asaltada por una gran soledad cuando pienso que pronto llegará mi muerte, y que ése es mi fin como ser humano.

�Yayoi, ¿siente que es posible superar el dolor?


�Vengo pensando en suicidarme desde que era muy pequeña. Para salirme fuera de esa idea, es que trabajo en el arte. Hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte; pero luego el dolor vuelve a mí una, y otra, y otra vez. Sigo, todavía, en ese proceso de repetición. Pero voy a mantenerme luchando, y voy a darme cuenta de que la lucha terminará, en un instante: sólo cuando me llegue la muerte.

Fuente: www.clarin.com
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