LA COLOMBIA QUE VIVIMOS…
La gran empresa del tercer mundo es la calle. Quien visite las grandes ciudades que integran los países del tercer mundo observaran con intranquilidad y sorpresa , tras el diario caminar por sus calles, a gentes de todas las edades que van y vienen cargando todo tipo de mercancías de cambio y venta: Vendedores de café caliente, de galletas, de frutas, de minutos de teléfonos móviles, de ropa, de relojes, de perfumes, de DVD, adivinos, saltimbanquis, equilibristas, actores de teatro, comerciantes de sexo, de la muerte, etc. etc. etc".… Niños, jóvenes, hombres y mujeres que se disputan el diario sustento por las calles y avenidas de las grandes ciudades de éste inmenso mosaico que es el "tercer mundo"….
La inestabilidad laboral, el trabajo precario, están a la orden del día. No es solamente la calle, el patio trasero, donde se dirime la batalla con el hambre y la subsistencia: En las grandes empresas de servicios, en los almacenes y supermercados, los empaquetadores levantan su salario con las propinas de los clientes; en los restaurantes de comidas rápidas, en las empresas y compañías multinacionales los asalariados compiten por algunas horas de más de trabajo a destajo, mal pagado, pero que les ayuda a paliar sus necesidades: Niños, jóvenes, hombres y mujeres conforman este ejercito cada vez más grande de trabajadores pauperizados y sometidos a la férula neo-liberal de la economía de mercado bajo la mirada cómplice de los políticos de turno.
Entre esta urdimbre de perplejidad, pauperización y desprecio, el acoso laboral, la falta de tiempo para la familia habida cuenta de los horarios arbitrarios, la dificultad para acceder personal y familiarmente a los servicios de salud y educación, privatizados y costosos, para sí mismo y para su prole, se suma la guerra sucia desatada por el estado y las compañías nacionales y multinacionales con la participación probada de las fuerzas de seguridad del estado y grupos paramilitares adiestrados y financiados con dineros públicos y privados para que realicen el trabajo sucio que les indiquen los cuerpos de seguridad del estado.
Visto este panorama propio del Apocalipsis o de una película de terror, un observador exterior se preguntara con razón y, ¿qué hacen los sindicatos? La vida sindical Colombiana amerita capítulo aparte:
"Temedle a las multitudes tranquilas que parece no reaccionaran. El hombre que reacciona inmediatamente descarga su ímpetu volitivo; pero el taciturno, el ignorante, el sometido que sufre la ofensa la acumula, pasa al plano de su subconsciencia, hasta que un día, con cualquier motivo banal, estalla en forma huracanada y terrible".
Jorge Eliécer Gaitán
La pregunta que se hace cualquier observador ante estos hechos trágicos es y…¿Por qué los matan? La respuesta no es fácil, tanto más cuanto que, el conflicto que vive el país, supera cualquier expectativa de redención. Los colombianos nos encontramos ante una situación grave, pero seguramente no se trata tan solo, y quizás no se trata tanto, de la amenaza terrorista en sí como de la anormalidad de la vida de los colombianos durante los últimos cuarenta años. Tenemos la tendencia últimamente en identificar a los ciudadanos en dos categorías: Los buenos y los malos haciéndonos participes de la definición Norteamericana de los países buenos y los países malos: Los aliados o los que pertenecen al eje del mal. Los problemas políticos, aun los más aleves, participes de actitudes criminales, exigen por parte de los gobiernos y de quienes pretendan solucionarlos, para su tratamiento y solución, voluntad política cierta, respaldo de la ciudadanía y de todas las fuerzas vivas de la nación e inflexible cumplimiento de los acuerdos a que haya lugar y este no es precisamente el eje sobre el que giran las decisiones gubernamentales.
La apasionada ofensiva de los empresarios y el gobierno contra los sindicatos no tiene como fundamento atajar reivindicaciones que pidan mayores salarios, seguridad social cierta o mayores derechos sino para impedir que se mantenga el escaso equilibrio que aún persiste, quebrar definitivamente la estructura sindical y poder aplicar sin trabas las nuevas políticas neo-liberales, la nueva redistribución del ingreso y de la propiedad del país sustentada en el auge paramilitar. Para conseguirlo necesitan acallar para siempre la única fuerza social independiente que sigue enarbolando el principio de la redención de clase: Los Sindicatos.
Lo único realmente cierto, es que en los centenares de crímenes de sindicalistas cometidos en los últimos veinte años existe absoluta impunidad, los jueces, los políticos, el gobierno, la patronal, los medios masivos de comunicación así lo quieren. Entre todos han corrido un tupido velo sobre el que han grabado en letras indelebles la palabra terroristas. Estados Unidos influye sobre los gobiernos afines y les vende la idea de que en Colombia no hay un conflicto social larvado desde hace muchos años sino grupos criminales terroristas que deben ser extirpados. En concordancia con estas recomendaciones la Organización Internacional del trabajo traga piedras de molino, ordena una comisión de evaluación sobre los crímenes contra sindicalistas y se limita a dar conceptos vacuos que no obligan al Estado colombiano. Por todo lo anterior no es difícil comprender hacia donde se dirige el Señor Gaviria, presidente de ingrata recordación para todos los colombianos de bien.
En próxima nota contare quien era el Señor Gaviria y cuáles son las obras que le avalan como interlocutor de los Colombianos.
Carlos Herrera Rozo