Muy pocas personas estarían dispuestas a aceptar en pleno siglo XXI que creen en la existencia de la suerte. Esta suele estar ligada a la superstición, es decir, a lo irracional y mágico, dos formas de pensamiento desterradas desde la Ilustración. No, nuestra vida no está movida por hilos invisibles. Hay otra razón por la que la suerte es un tema tabú, y es que pretendemos vivir en una sociedad completamente meritocrática, en la que son nuestras acciones, y no los hados del destino, los que nos conducen al éxito o al fracaso. Lo mejor que nos pueden decir no es “qué suerte has tenido por tu ascenso”, como un simple apostar y ganar en un
www.mejorcasino.vip/chile/ o algún otro sitio, sino “enhorabuena por tu promoción, te la mereces”.
A pesar de ello, hay cada vez más evidencias de que la suerte existe, sólo que no en los reduccionistas términos en que solemos entenderla. Si, como afirma la RAE, se trata del “encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual”, podemos afirmar que el problema no se encuentra en que no exista un orden en el universo, sino que no somos capaces de descifrarlo de forma consciente. Pero para científicos como Richard Wiseman, que pasó de ser mago a profesor de psicología en la Universidad de Hertfordshire, la suerte no es, como se ha afirmado, una interpretación a posteriori de nuestras acciones, sino una especie de profecía autocumplida.
El autor de Nadie nace con suerte (Temas de Hoy) se encuentra detrás de algunas de la investigaciones más influyentes sobre la fortuna, y su tesis cada vez es más refrendada por estudios de todo pelaje. Para Wiseman, autodefinido como un escéptico, la suerte es un producto de nuestros pensamientos y de nuestro comportamiento. No se trata de algo con lo que nazcamos o no, pero sí una cualidad que podemos desarrollar. ¿De qué manera?
LAS CARACTERISTICAS DE LOS AFORTUNADOS
En su gran experimento, Wiseman se propuso identificar qué es lo que distinguía a las personas con buena y mala suerte a través del análisis de las trayectorias personales, creencias y cualidades psicológicas de 400 voluntarios que abarcaban desde un adolescente de 18 años hasta un jubilado de 84, seleccionados entre sectores tan distintos como la medicina, el trabajo en la fábrica o el cuidado del hogar. ¿Qué era lo que determinaba su éxito y su fracaso? Al contrario de lo que muchos racionalistas podrían haber sospechado, no se trataba de haber disfrutado de un golpe de suerte en algún momento de sus carreras, sino de haber mantenido una actitud consistente. Wiseman identificaba estas cuatro cualidades que definían a las personas afortunadas:
1. Tienen una gran habilidad a la hora de crear o identificar las buenas oportunidades.
2. Toman buenas decisiones haciendo caso a su intuición.
3. Crean profecías autocumplidas a partir de las expectativas positivas.
4. Adoptan una actitud resiliente que transforma la mala suerte en buena.
De entre todas ellas, el efecto Pigmalión (o profecía autocumplida) es la que mejor resume de qué manera funciona la suerte. Aquellas personas que consideran que van a fracasar suelen mantener una actitud más tensa y ansiosa frente a los retos de la vida, lo que provoca, a su vez, que su habilidad para reparar en lo inesperado se reduzca. Por el contrario, las que piensan que son afortunados suelen lanzarse a aceptar retos o a probar suerte.
Un experimento realizado por el propio Wiseman ilustra bien esta dicotomía. El investigador pidió a los participantes en su estudio que contasen las fotografías que aparecían en un periódico. En mitad del mismo, y sin previo aviso, el psicólogo había introducido un anuncio que ocupaba la mitad de la página y en el que se podía leer la solución al enigma: “Deja de leer, hay 43 fotos”. Además, había otro en el que decía “Dile al investigador que has visto esto y gana 250 dólares”. Aquellas personas que formaban parte de los afortunados repararon en ambos anuncios, mientras que aquellos que pensaban que tenían a los hados en su contra los pasaban por alto y llegaban hasta la última página. Mala suerte.
LAS BUENAS RACHAS SI EXISTEN Y ESTA ES LA DEMOSTRACION
La tesis de Wiseman, que viene a decir algo así como que la suerte llama a la suerte, han sido refrendadas por otras investigaciones recientes, que abordan aspectos concretos del azar, como los juegos de casino o los deportes. Piense en un partido de fútbol. Habrá partes del mismo en las que los jugadores parezcan incapaces de marcar un gol al arcoíris, mientras que en otras, quizá después de haber anotado un tanto o haber estrellado el balón en la madera, parecerá que de repente les sale todo. No ha sido su forma física lo que ha cambiado, ni la disposición táctica, ni la preparación mental. Pero, de improviso, parecen tener mucha mejor fortuna. ¿Qué ha ocurrido?
Esto es lo que intentó explicar un estudio publicado por tres investigadores de la Universidad de Harvard, con el objetivo de demostrar que las buenas rachas del béisbol (conocidas como Hot-Hand) sí existen, después de que psicólogos de Stanford lo desmintiesen durante los años ochenta. Y, efectivamente, estas rachan se explican, puesto que un buen resultado hace que los jugadores intenten golpes más difíciles, de igual forma que el jugador de fútbol comienza a soltarse después de conseguir un gol a su favor. Aquellos bateadores en racha tenían hasta un 30% más de probabilidades de realizar un buen golpe que en circunstancias normales.
Aún más llamativo resulta un estudio realizado por Juemin Xu y Nigel Harvey del University College de Londres, que se centró en el mundo de las apuestas, y que intentó explicar por qué la gente que se encuentra en racha suele obtener mejores resultados, así como por qué a los que les va mal suelen ir a peor. No se trata de ninguna mano invisible, sino del sesgo cognitivo conocido como la falacia del jugador. Esta consiste en que los jugadores creen inconscientemente en que la suerte al final lo equilibra todo, por lo que aquellos que habían vencido en las últimas apuestas tendían a comportarse de forma más cautelosa, mientras que aquellos que estaban perdiendo sentían que la suerte estaba en deuda con ellos, por lo que tendían a apostar más fuerte.
El resultado ahondaba en dichas tendencias: los que habían ganado y eran precavidos, seguían ganando, y los que apostaban mal, perdían aún más dinero. En definitivas cuentas, la suerte es una cuestión de percepción relacionada con nuestro sistema de creencias. Quizá lo mejor sea olvidar nuestros prejuicios occidentales y, como propone la periodista Carlin Flora en un artículo publicado en Aeon Magazine, adoptar la visión que tienen los chinos. Para estos, no se trata de elegir entre trabajo o fortuna, entre lo que conseguimos por nuestros propios medios y nos viene dado. Al contrario, el sistema de creencias oriental favorece el trabajo duro entre aquellos que han nacido bajo el signo de la buena suerte.