Huellas es una Organización No Gubernamental (ONG) que nació en La Plata en el año 2007. Acaba cumplir sus 12 años, no para de crecer y suma voluntarios también en Capital Federal, San Isidro, Quilmes y Pilar.
Por MACARENA CHANDIA
Ir a un comedor y no donar nada. Ir a un asilo y pedirle algo al abuelo. Corría el año 2007 y a un joven universitario le prendía fuego esta idea en la cabeza. Todos tienen la necesidad de dar, de servir. Todos experimentan que la felicidad y el servir a alguien van de la mano. Pero nadie le pedía a los chicos de los comedores que dieran algo a otro. Nadie le decía a un abuelo que desde su lugar podía hacer algo por otras personas. ¿Es acaso el dar a otro una tarea reservada para algunos privilegiados?
Bajo ésta pregunta nace una ONG que crece a pasos agigantados proponiendo acercar el hábito del servicio, recordando sábado a sábado la importancia de dar. Con la misma lógica, que no hay condicionamiento para estas ganas de servir, se abriría el abanico para que cualquier joven voluntario tenga la facilidad de acercarse a las actividades y del modo más flexible. El centro sería el servicio. Su nombre Huellas.
Un 23 de junio de aquel año se realizaría el primer voluntariado de esta organización en La Plata y desde entonces cada sábado se hacen actividades en simultáneo en asilos de ancianos, hogares de niños, hospitales y comedores. Ciudad de Buenos Aires, Quilmes, San Isidro y Pilar son los últimos y más recientes en incorporarse.
EL CAMBIO DE MIRADA
Ezequiel, su fundador y actual director, considera principal la necesidad de generar un equilibrio entre la organización y los objetivos solidarios de Huellas, ya que “muchas veces la organización se vuelve lo central, cuando lo más importante tiene que ser lo que los mueve a estar ahí, en nuestro caso el voluntariado”. Por esto la ONG desde su estructura facilita las actividades definiendo dónde, cuándo, quiénes, cómo y armando los equipos que varían sábado a sábado. Los voluntarios en cambio deben preocuparse simplemente de participar y de los mínimos detalles que les permiten experimentar todo lo que significa acercarse para ayudar a otros.
En Huellas no se reciben donaciones de ningún tipo, sino que se genera un sistema de organización a partir del cual cada voluntario se responsabiliza para llevar un material con el que se trabajará en la actividad. Además, los voluntarios destacan el hecho de que se permita cierta flexibilidad, es el caso de Pilar, una estudiante de Bellas Artes de 27 años, que opina: “me pareció súper interesante la idea, sobre todo el hecho de que cada uno se compromete por semana, es decir de sábado a sábado, porque muchas veces uno no puede comprometerse en una actividad constante”.
De esta manera cada persona que se inscribe tiene la libertad para voluntariar de acuerdo a sus posibilidades organizativas, y no se cargan con grandes responsabilidades más que las asumidas de forma personal. Una vez que los voluntarios suman experiencia en Huellas, es posible que sean designados coordinadores de equipo, asumiendo así un rol fundamental para el desarrollo de la actividad.
Así mismo, Huellas creó un sistema de inscripción que ubica a cada voluntario en un equipo y un lugar diferente para cada sábado. Esto permite tener nuevas experiencias y conocer tanto los asilos de ancianos como los comedores, los hospitales y los hogares de niños entrando en contacto con distintas realidades. Camila tiene 18 años y está terminando la secundaria, para ella este sistema es muy enriquecedor porque “te vas nutriendo de otras cosas que capaz vos no conocías o no era habitual, una charla distinta”.
Cabe destacar que las actividades de voluntariado de esta ONG se organizan mediante pequeños proyectos de servicio que crean y proponen voluntarios con experiencia. De este modo, cada persona que se suma es capaz de conocer y vivir todo el proceso de un proyecto y ser parte del mismo. A partir de esta propuesta los protagonistas de cada sábado son los abuelos y los chicos, que además de pasar un momento de diversión, juegos y música, también se unen para hacer algo por otros y aportar desde sus propios lugares. Esto está en concordancia con la visión y la misión de Huellas, que tiene que ver con entender al servicio como una forma de vida y estimular a que cada persona pueda servir en su vida cotidiana, dejando de lado las diferencias.
“TODOS SOMOS DISTINTOS PERO NOS UNIMOS EN EL SERVICIO”
En Huellas no se espera que los voluntarios tengan una afiliación política o religiosa particular, sino que está abierto para jóvenes que quieran aportar en sus actividades desde la intención del servicio a la comunidad. Así mismo, quienes se unen sienten que además de integrarse para ayudar a otros, para servir, Huellas suma a su crecimiento como seres humanos.
Margot tiene 19 años y es de Perú, hace tan sólo ocho meses vive en Argentina y aunque su casa está a tres horas de Capital Federal decidió embarcarse en la experiencia de Huellas. Atravesó muchos miedos, no sólo personales, como la vergüenza de conocer un nuevo grupo, sino también de su familia, al encontrarse en un lugar nuevo y desconocido para ella. Cuenta que su primera experiencia fue un antes y un después en su vida y reflexiona: “el objetivo es llevarles algo a ellos, pero la realidad es que cuando acaba la actividad uno como huellero es el que ha recibido todo”. Margot encontró en Huellas un lazo con su familia en Perú, ve en cada abuelo al suyo y opina que todo el esfuerzo que realiza cada sábado para ir vale la pena, por todas las sonrisas que recibe en su tarea.
Así mismo, Yorman, un joven venezonalo de 27 años que dejó su país hace aproximadamente dos años, considera que compartir su vida con Huellas lo hace más fuerte “para llevar el hecho de dejar a mi familia en Venezuela”. Encontró nuevas amistades, lazos de hermandad con los demás voluntarios y se sorprende con cada nueva historia que conoce en sus experiencias cada sábado. Su búsqueda comenzó por la necesidad de continuar su trabajo de servicio que realizaba en su país junto con sus compañeros de universidad en asilos y hogares, y así llegó a Huellas, como tantos otros, a través de la red social Facebook. Para Yorman el dar y el recibir están de la mano en este camino, por lo tanto piensa que es importante dedicarse a motivar a que nuevos voluntarios se sumen para que la ONG siga creciendo.
Otro caso es el de Maite que tiene 31 años, es de Esquel y actualmente es estudiante de Psicología en La Plata. Ella cuenta que sentía el deseo de trabajar con abuelos y por esto comenzó a buscar voluntariados. Su búsqueda le llevó un tiempo, ya que no encontraba uno que la convenciera en cuanto a los requisitos, tiempos y distancias. Finalmente, se encontró con Huellas y decidió participar. Maite opina que su motor para comenzar a voluntariar se trató “en parte por la empatía que me generan las personas mayores, porque con suerte yo también voy a llegar a ese punto de la existencia y porque es un sector que tiende a ser relegado, ya no ocupan un lugar de sabiduría” como sí ocurría anteriormente, además su propia historia con sus abuelos la une desde la emoción a seguir sumándose cada sábado.
EL CRECIMIENTO DE HUELLAS EN SU ORGANIZACIÓN
La premisa que la mayoría de los jóvenes tienen interés en experimentar al menos una vez el voluntariado se hizo cierta. Desde el comienzo nunca cesó de aparecer un voluntario nuevo cada sábado. La idea de aquel joven emprendedor fue rápidamente asimilado por jóvenes que ayudaron a que la rueda empiece a girar. Años más tarde el sistema de inscripción por mail quedó obsoleto por la cantidad de voluntarios que se sumaban y en ese momento se creó una plataforma específica para los voluntarios. A partir de ella y aprovechando las redes sociales se sigue innovando para acercar el voluntariado a los jóvenes. La combinación de voluntariado y de acceso tecnológico hace su efecto y Huellas comienza a crecer a pasos agigantados. Desde entonces la mayoría de los jóvenes se acercan porque vieron la publicidad en Facebook o en Instagram, y su crecimiento es tal que se limitan las promociones para poder recibir a la marea de jóvenes con ganas de ayudar.
Este emprendimiento solidario tiene metas de expansión y la posibilidad de verse replicada en distintas ciudades es una realidad actual a la que apuntar desde su estructura. En septiembre de 2017, en solo un mes, logro establecerse y empezar a realizar actividades en simultáneo en Ciudad de Buenos Aires en asilos y hogares de chicos. Lo mismo sucedería para Quilmes y San Isidro en agosto de 2018, mientras que en Pilar para junio de 2019. La metodología de crecimiento y la forma de organizarse hacen que sea fácilmente incorporar instituciones y voluntarios. Este potencial, tanto de la ONG como de las personas que se suman por un fin común hace que cada día surjan nuevas expectativas de expansión.
Formalizarse y seguir creciendo es la meta, para cada día poder sumar más voluntarios a lo largo del país y por qué no, en el mundo. Sin embargo, no pierde de vista que lo más importante es acercarse y ayudar a otros, fomentar el servicio, aportar desde cada vida en particular y sumar alegría en cada sábado.
Fuente: tengounsabado.com