Generalidades sobre el volcán Galeras, en Nariño, Colombia: Recientemente, este volcán fue el epicentro de dos sismos de magnitud 4,5 y 4,3 en la escala de Richter.
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www.colombia.com, 12 de junio de 2018
El volcán Galeras se localiza en el Departamento de Nariño, aproximadamente a 9 km al occidente de la Ciudad de San Juan de Pasto, capital de este departamento, en las coordenadas 1° 13' 43,8" de latitud norte y 77° 21' 33,0" de longitud oeste y con una altura de 4276 msnm. De acuerdo con el Catálogo de Volcanes Activos del Mundo (CAVW) de la Asociación Internacional de Vulcanolgía y Química del Interior de la Tierra (IAVCEI), su código es el 1501-08.
Origen del nombre
Los indígenas Quillacingas dieron el nombre de "Urcunina" (Montaña de Fuego) al volcán de Pasto, hoy conocido "volcán Galeras"; llamado así, por los primeros conquistadores españoles, por su semejanza con las Galeras o barcos que con sus velas navegaban en aquel entonces por el Mediterráneo.
Localización
Para su acceso tiene una carretera de unos 23 km en regular estado, que va de la ciudad de San Juan de Pasto (sector de Anganoy) hasta la cima y una vía circunvalar de aproximadamente 117,5 km, parcialmente pavimentada que lo rodea en su totalidad comunicando a San Juan de Pasto con los pueblos de Catambuco, Yacuanquer, Consacá, Sandoná, La Florida, Nariño y Genoy, en sentido horario. Adicionalmente, se cuenta con un camino no transitable vehicularmente llamado el Camino Real que une a San Juan de Pasto con Consacá, población localizada en el extremo opuesto al occidente del volcán, camino que atraviesa a media falda la montaña por el costado norte.
El volcán Galeras que conocemos hoy en día es el centro eruptivo más reciente y actualmente activo del denominado Complejo Volcánico Galeras (CVG), el cual posee una forma cónica con su edificio destruido en la parte occidental.
Geología
En 1985, se establece el Santuario de Flora y Fauna Galeras (SFFG), el cual tiene un área aproximada cercana a las 8600 hectáreas, comprende las partes altas de los municipios de Pasto, Nariño, La Florida, Sandoná, Consacá, Yacuanquer y Tangua y acoge en su interior al edificio volcánico de Galeras. Esta reserva, rica en biodiversidad, se caracteriza por presentar una topografía entre quebrada y escarpada, con alturas entre los 2200 y los 4276 msnm.
Actividad histórica
El actual cono activo, llamado volcán Galeras, con una edad estimada en cerca de 4.500 años, tiene una historia de volúmenes relativamente pequeños, producto de erupciones que se han caracterizado por ser moderadamente explosivas. En el estudio geológico de sus productos se han identificado seis episodios eruptivos importantes registrados en los años: 4500, 4000, 2900, 2300, y 1100 años antes del presente y la erupción de 1866.
Durante los últimos 500 años, la mayoría de las erupciones se han catalogado como Vulcanianas, con columnas inferidas de baja altura (menores a 10 km), que han producido emisiones de gases y cenizas, pequeños flujos de lava y erupciones explosivas con la generación de flujos piroclásticos, cuyos depósitos han alcanzado distancias de hasta 9,5 km desde el cráter.
El hecho del asentamiento y crecimiento de poblaciones en zonas de alta peligrosidad, ha conllevado a que se incremente la vulnerabilidad de esas poblaciones y consecuentemente con mayores niveles de riesgo, especialmente por los antecedentes de Galeras de generación de flujos piroclásticos.
Conceptos
Amenaza volcánica: Peligro latente de que un evento de origen volcánico se presente con una severidad suficiente para causar pérdida de vidas, lesiones u otros impactos en la salud, así como también daños y pérdidas en los bienes, la infraestructura, los medios de sustento, la prestación de servicios y los recursos ambientales (adaptado de Ley 1523 de 2012).
Caída de piroclastos: Como consecuencia de las erupciones explosivas los volcanes expiden a la atmósfera partículas fragmentadas (piroclastos) que, de acuerdo a su tamaño, se conocen como: ceniza (menor de 2 mm); lapilli (2 a 64 mm); bloques y bombas (mayor de 64 mm).
- Piroclastos transportados por el viento: La ceniza y el lapilli son transportados por el viento hasta zonas alejadas del volcán (cientos o miles de kilómetros) y depositados por efecto de la gravedad, formando capas que siguen la topografía preexistente y, en general, cubren un área muy extensa. Generalmente, la cantidad de piroclastos acumulados y su tamaño de grano disminuyen con la distancia al volcán. En la mayoría de las erupciones se producen caídas piroclásticas y su distribución dependerá de la dirección y velocidad del viento predominante. Las caídas de piroclastos pueden causar:
Oscurecimiento del ambiente, Afectación a la salud humana y animal, afecciones respiratorias, irritación de los ojos y las vías respiratorias, intoxicaciones y alergias, Daños en las infraestructuras y viviendas, cubrimiento y enterramiento, obstrucción de drenajes artificiales, colapso de techos y líneas de conducción eléctrica, corrosión a elementos metálicos, En la agricultura y ganadería, pérdida parcial o total de cultivos y ganado, Contaminación de fuentes de agua por sólidos y químicos, Tormentas eléctricas y afectación al transporte aéreo y terrestre.
- Proyectiles Balísticos: Las bombas y los bloques (diámetro desde 64 mm hasta métricos) son expulsados con trayectorias parabólicas como proyectiles balísticos desde el cráter, a velocidades de decenas a centenares de metros por segundo. Por lo general, su distribución está restringida a una distancia menor a 10 km del punto de emisión. Los proyectiles balísticos causan destrucción de infraestructura, incendios de viviendas o forestales y muerte o lesiones graves a seres vivos por impacto directo.
Corrientes de densidad piroclástica - CDP (Flujos y Oleadas piroclásticas): Son nubes de material incandescente compuestas por fragmentos de rocas, cenizas y gases calientes (de 300°C a > 800°C) que se mueven a grandes velocidades (de decenas a varios centenares de km/h) desde el centro de emisión por los flancos del volcán, tendiendo a seguir los valles. Se originan a partir del colapso gravitacional de columnas eruptivas, por colapso y explosión de domos o por colapso de flujos de lava. La mayoría de los flujos piroclásticos tienen dos partes: un flujo basal de fragmentos gruesos que se mueve a lo largo de la superficie del suelo y una nube turbulenta de ceniza que se eleva por encima del flujo basal.
La ceniza puede caer desde esta nube en un área amplia siguiendo la dirección del viento. Las oleadas piroclásticas presentan un mayor contenido de gases y son más turbulentas, con una mayor distribución lateral, desplazándose en los valles y altos topográficos. Tanto el deshielo de masas glaciares como el represamiento de ríos y quebradas a causa de CDP pueden generar lahares.
Las corrientes de densidad piroclástica destruirán todo a su paso y específicamente pueden causar: Arrasamiento e incendio de los elementos expuestos en su trayectoria, debido a sus altas velocidades y temperaturas, Cubrimiento y enterramiento del área expuesta, incluyendo obstrucción de cauces, relleno de depresiones topográficas e interrupción de vías, Muerte de personas y animales por quemaduras e inhalación de ceniza caliente y gases, La probabilidad de sobrevivir al impacto de un flujo piroclástico es nula.
Domos y flujos de lava: Son corrientes de roca fundida, que son emitidas por el cráter o por grietas en los flancos del volcán. Al salir del cráter forman lóbulos que tienden a canalizarse a lo largo de los valles; su velocidad y alcance dependen de su composición, la morfología del valle y las barreras topográficas que encuentren a su paso.
Existen lavas fluidas y lavas viscosas: las primeras pueden extenderse hasta decenas de kilómetros desde el foco de emisión; mientras que las menos fluidas avanzan pocos kilómetros desde los focos eruptivos. Cuando las lavas son muy viscosas se acumulan en los centros de emisión, formando montículos escarpados o en forma de cúpula conocidos como domos de lava, que al enfriarse taponan estos centros de emisión; los domos pueden explotar o colapsar generando flujos piroclásticos. Los flujos de lava se mueven relativamente lento, de manera que las personas pueden alejarse de su trayectoria, sin embargo, todo en su camino será derribado, sepultado y quemado debido a sus altas temperaturas.
Las lavas específicamente pueden causar: Destrucción de infraestructura, enterramiento, quema de cultivos e incendios forestales, Muertes atribuidas a los flujos de lava son a menudo debido a causas indirectas, tales como las explosiones cuando la lava interactúa con el agua, asfixia debido a los gases tóxicos acompañantes. En caso de que exista una erupción que genere flujos de lava, se debe poner particular atención al avance de los mismos hacia centros poblados o infraestructuras.
Lahares (Flujos de lodo y de escombros volcánicos): Son una mezcla de fragmentos de roca, arena, limo, arcilla, biomasa (vegetación, troncos de árboles arrastrados) y agua que se desplazan por los cauces de las quebradas y ríos. Un lahar en movimiento se presenta como una masa de concreto húmedo que carga fragmentos que varían desde arcilla hasta bloques de más de 10 metros en diámetro. Los lahares varían en tamaño y velocidad; lahares grandes, de cientos de metros de ancho y decenas de metros de profundidad, pueden fluir a varias decenas de metros por segundo.
Estos tipos de flujos se pueden generar durante (primarios) o después (secundarios) de las erupciones volcánicas, por una variedad de mecanismos que permiten la interacción del agua con materiales volcánicos y no volcánicos. Las fuentes de agua para formar lahares pueden provenir de nieve, de hielo, de lagos cratéricos, de lluvias, de corrientes fluviales o de reservorios de agua en el interior del volcán.
Los lahares pueden causar: Arrasamiento y destrucción de vegetación, cultivos y de las estructuras existentes a lo largo de su trayectoria (puentes, casas e infraestructura), Relleno de cauces naturales y artificiales, además de inundación, enterramiento y aislamiento de grandes extensiones de terreno (por fuera del cauce). Por su velocidad y su energía, un lahar es un fenómeno muy peligroso y la probabilidad de sobrevivir a su impacto directo es mínima.
Gases volcánicos: Antes, durante y después de una erupción los volcanes emiten cantidades importantes de gases, siendo en su mayoría vapor de agua, al cual se suman ciertas concentraciones de CO2 (dióxido de carbono), SO2 (dióxido de azufre) y H2S (sulfuro de hidrógeno) entre otros, los cuales se diluyen rápidamente en la atmósfera, de manera que no representan un peligro mayor para la salud humana. Sin embargo las concentraciones de CO2 y CO (gases inoloros) en depresiones topográficas pueden llegar a causar la muerte. Una exposición prolongada a gases volcánicos puede provocar irritación de los ojos y problemas respiratorios.
Ondas de choque: Es una onda de presión que se propaga a una velocidad mayor que la del sonido, producida durante la actividad explosiva de un volcán. Las ondas de choque pueden causar: vibración y rompimiento de ventanas, fisuras en paredes y líneas vitales, conmoción en las personas que se vean afectadas por este tipo de fenómeno.
Sismo volcánico asociado con fractura de material cortical: Los sismos generados por la actividad interna de un volcán generalmente no son de gran magnitud; sin embargo, se pueden registrar sismos sentidos, incluso con magnitudes superiores a 5. Los sismos volcánicos pueden ocasionar desde daños menores en la infraestructura y líneas vitales hasta colapso de viviendas; además pueden ocasionar diferentes tipos de movimientos en masa, dependiendo de la magnitud y la distancia al epicentro.
VEI: El Índice de Explosividad Volcánica (VEI) es una escala que permite medir el tamaño o magnitud de erupciones volcánicas explosivas. Dicha escala varia de 0 a 8, donde el incremento en un número representa un aumento en la explosividad. El VEI se establece de acuerdo a características de la erupción, tales como el volumen del material emitido, la altura de la columna eruptiva, la duración y otros parámetros cualitativos del evento eruptivo.
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https://www.colombia.com/actualidad/nacionales/narino-generalidades-sobre-el-volcan-galeras-193980
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En volcán Galeras se han registrado más de 350 réplicas desde el sismo de 4,5
Por: Noticiascaracol.com, 13 de junio de 2018, 3:40 p.m.
Así lo dio a conocer el Servicio Geológico Colombiano. Damnificados, que evacuaron, dicen no estar siendo atendidos.
Muchos de ellos, que dejaron sectores como Mapachico, Genoy o Briceño, pasaron la noche en potreros. Denuncian que sus condiciones no son las mejores teniendo en cuenta que hay niños y adultos mayores.
A pesar de que la Alcaldía de Pasto declaró calamidad pública por los sismos, más de 3.000 damnificados pasaron la noche en cambuches y sin apoyo de autoridades.
Entretanto y ante audios que señalaban sobre una supuesta evacuación de Pasto, Camilo Romero, gobernador de Nariño, desmintió esa información.
Publicado en:
https://noticias.caracoltv.com/colombia/en-volcan-galeras-se-han-registrado-mas-de-350-replicas-desde-el-sismo-de-45-ie26636
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El Volcán Galeras en la historia de Pasto.
Por Enrique Herrera, 9 de septiembre de 2015, en: página10.com
San Juan de Pasto y su volcán tutelar, que hoy denominamos Galeras, tienen un historial ampliamente comprometido que se hace necesario conocerlo para analizarlo y deducir un ciclo importante del comportamiento del que en antaño solo se conocía como el Volcán o Cerro de Pasto. El Galeras, nuestro volcán, el volcán de Pasto y su relación con las gentes asentadas en el fecundo Valle de Atriz, es entonces el tema a tratar a continuación.
Con el nombre del Cerro o Volcán de Pasto, se conocía antes de denominarlo Galeras al volcán tutelar de la ciudad que se asienta en el Valle de Atriz, hoy capital del departamento de Nariño. El primer cronista que hace referencia al majestuoso volcán de Pasto es el español Pedro Cieza de León quien pasa por estos lares en Agosto de 1547, proveniente del norte de la región, y en el capítulo XXXIV, de “La Crónica del Perú”, titulado: “En que se concluye la relación de lo que hay en esta tierra hasta salir de los términos de la Villa de Pasto”, manifiesta:
“Más adelante (del río Caliente o Juanambú) está una sierra alta; en su cumbre hay un volcán, del cual algunas veces sale cantidad de humo, y en los tiempos pasados (según dicen los naturales) reventó una vez y echó de si muy gran cantidad de piedras. Queda este volcán para llegar a la Villa de Pasto, yendo de Popayán como vamos, a la mano derecha. El pueblo está asentado en muy lindo y hermoso valle, por donde se pasa un río de muy sabrosa y dulce agua, y otros muchos arroyos y fuentes que viene a dar a él. Llamase este valle de Atris; fue primero muy poblado, y ahora se han retirado a la serranía; está cercado de grandes sierras, algunas de montañas y otras de campiña”.
La descripción es muy gráfica y nos dice por qué Pasto se funda en un valle rodeado de montañas, con volcán, abundante agua y toda una población que como dice el cronista: “concluyendo con esta Villa de Pasto, digo que tiene más indios naturales sujetos a sí que ninguna ciudad o villa de toda la gobernación de Popayán, y más que Quito y otros pueblos del Perú…”
El volcán o Cerro de Pasto registra por primera vez una erupción, de acuerdo con José Rafael Sañudo, el 7 de diciembre de 1580 cuando “el volcán con imponente fiereza y por primera vez después de la conquista, llenó de terror a los descuidados moradores, cuando reventó arrojando gran cantidad de agua hirviendo que quemaba sus flancos, y ceniza con grandes y espantosas avenidas de humo que subían derecho gran espacio, sin que el viento ni su peso pudieren desbaratar; y formando una nube más o menos oscura, se esparcieron del alto cayendo con gran furia por todos los lados. A veces piedras encendidas se derramaban por las faldas, quemando y durando el fuego según su alimento, acompañado todo de bravísimos estruendos…”
Treinta y seis años después, de acuerdo con los datos que registra el historiador Sañudo, el volcán de Pasto volvió a despertar a los vecinos de sus descuidos, “el 4 de junio de 1616, reventó con gran cantidad de cenizas y azufre, cosa insufrible, al olfato y de temerosa vista: porque dizque arrojando el combustible encendido, quemaba las faldas y amenazaba confundir al pueblo de Anganoy, ubicado a su raíz. Tuvo también el oído parte de espanto, por dejarse el bramido como de un mar tempestuoso o de un torrente desbordado de su lecho”
Hemos visto como el 7 de diciembre de 1580, marca el inicio de alertar su presencia en la región nuestro hermoso volcán. “El volcán con imponente fiereza y por primera vez después de la conquista, llenó de terror a los descuidados moradores, cuando reventó arrojando gran cantidad de agua hirviendo que quemaba sus flancos, y ceniza con grandes y espantosas avenidas de humo que subían derecho gran espacio, sin que el viento ni su peso pudieren desbaratar…”. Esa fue su primera manifestación, característica que se repetirá con la frecuencia que tantas veces lo ha hecho sin que se registre muerte alguna, excepto en tiempos pretéritos que también daremos a conocer oportunamente. Ahora observemos como las erupciones del Galeras se analizaran con las de los volcanes de Ecuador.
La reactivación del cerro o volcán de Pasto está curiosamente relacionada con la que se presenta en los volcanes de Ecuador sino en fecha exacta con el de Pasto si por épocas similares según registro de historiadores ecuatorianos, tal es el caso de Pedro Fermín Cevallos, Federico González Suarez, Oscar Efrén Reyes y otros.
Cual si estuviésemos siendo participes de una altisonante danza de macabra actividad de los volcanes de la región andina en el eje Quito-Pasto, Sañudo refiere así nuestra situación en aquel tiempo: “Desde 1754 a 1756 el volcán de Pasto, dio espantosos bostezos de azufre y derramó piedras encendidas que rodadas quemaban sus faldas, y cenizas vomitó que perecían negros nubarrones, que duraban largos ratos, hasta que un fuerte viento las esparcía buen trecho de espacio con que se dañaban las sementeras y se agotaban los pastos hasta morir los ganados. Muchos vecinos recelaban no vinieran los tiempos de haber muchas erupciones, por cuyo motivo se padeció tanta miseria. En efecto desde 1690 a 1736 no dejó de reventar, con grandes avenidas de azufre y ceniza…”
Desde la segunda mitad del siglo XVIII, la región vuelve a convulsionar con la reactivación de sus volcanes. El historiador Pedro Fermín Cevallos comenta al respecto: “y aunque tampoco está bien averiguada la que produjo el terremoto de 1757, se ha deducido de los bramidos y ruidos que le sucedieron que también fue obra del mismo Cotopaxi…Mas aún no había acabado de convalecer la capital de la presidencia (Quito) de los estragos causados por la catástrofe de 1755, cuando otro terremoto acabó con la maltratada población de Latacunga. El día 22 de febrero de 1757, martes de carnaval, a las cinco y más de la tarde, cuando los vecinos estaban alegres y regocijados, un terremoto violento convirtió sus fiestas en duelo y sus sonrisas en lamentos; se derrumbaron paredes y sepultaron bajo sus escombros a algunos habitantes…”
Esta situación de zozobra e incertidumbre ante la reactivación de los volcanes y los movimientos telúricos de la época, lleva a la gente de Quito a implorar al cielo bajo el amparo de la imagen de la Virgen de Las Mercedes para que proteja a la ciudad, decretando el día 23 de septiembre de 1755, de ayuno y reconocimiento a dicha advocación.
La gente de Pasto a imitación de las de Quito también acoge como protectora a la imagen de la Virgen de Las Mercedes, según disposición del Cabildo el 23 de mayo de 1756 cuando dice: “que en reconocimiento al especial patrocinio, que esta atribulada ciudad ha experimentado y continuamente experimenta de tu imponderable misericordia; te ofrecemos, prometemos y aseguramos con solemne juramento que de facto hacemos en presencia de tu amantísimo hijo, que desde hoy en adelante cada año sucesivamente ayunaremos en el modo que las demás vigilias establecidas por Nuestra Santa Madre Iglesia el 23 de septiembre y así mismo, en dicho modo guardaremos y tendremos por tal día de fiesta el día subsiguiente 24 del dicho mes, en que se celebra la festividad de tu descensión a la tierra, a dar la norma y régimen del hábito y religión de Redentores Mercedarios. Y uno y otro obsequio, oh gran Señora, prometemos por cada uno de nosotros y por todos los habitantes en el recinto de esta ciudad bajo la pena y gravamen espantoso de pecado mortal; el que esperamos evitar, oh madre piadosa, mediante tu protección. Esta imploración contra las temibles amenazas, de este terrible vecino volcán para cuya defensa especialmente juramos bajo el reconocimiento de dicho gravamen…”
Para la navidad de 1801 está en Pasto, de paso al sur, Alejandro de Humboldt registrándose en sus notas, tiempo después, una erupción del volcán de Pasto, así: “En 1797 se alzó del volcán de Pasto una columna de humo que se mantuvo sin interrupción durante tres meses, y desapareció en el momento mismo en que dio muerte a treinta mil indios a cien leguas de allí, el gran terremoto de Riobamba y la erupción de lodo, materia que recibe la denominación de Moya”. El año y el día exactos de cuando tuvo ocurrencia este acontecimiento no hay duda fue el 4 de febrero de 1797, según lo confirma los historiadores ecuatorianos Pedro Fermín Cevallos y Federico González Suarez.
El general Joaquín Posada Gutiérrez quien estuvo en Pasto en 1832 comenta que “Otra amenaza…es el volcán a cuyo pie esta la ciudad. Nadie piensa en ese peligro porque el volcán parece apagado, pero una mañana al romper el día las gentes se levantaron asustadas, y el general Obando nos llamó a que viésemos un fenómeno singular e imponente. Era que los techos de las casas, las calles y los campos, a grandes distancias, hasta donde alcanzaban la vista, estaban cubiertos de una ceniza blanca, expulsada por el volcán sin ruido ni sacudimiento ni nada que hubiese anunciado el fenómeno. A poco rato una violenta tempestad se descargó retumbando el trueno y revoloteando el rayo sobre nuestras cabezas, y una lluvia abundante disolvió la ceniza. También esto se ha visto proceder o seguir a todas la erupciones volcánicas, lo que aumentó nuestros temores pues prueba que el volcán no está apagado.”
Nótese que hasta muy entrado el siglo XIX cuando se habla del volcán se lo denomina el cerro o volcán de Pasto, solo a partir de la obra “El Reino de Quito” del Jesuita Juan de Velasco que se escribiera en su exilio en Faenza, ciudad italiana cercana al mar Mediterráneo, y publicará en 1844, se lo llama volcán de la Galera, seguramente ateniéndose a la configuración que tiene el volcán con una galera o embarcación invertida de la época.
En cuanto al nombre de Urcunina que algunos dicen ser el nombre primigenio del volcán o cerro de Pasto, solo se registra este nombre por primera vez en el libro “Rumipamba o El Amanecer de un Pueblo”, poema épico de Carlos Augusto Guerrero Orbejozo escrito entre 1943 y 1951, publicado en enero de 1988, razón por la cual no es el nombre primitivo de nuestro volcán, bien podría aplicarse esta denominación a cualquiera de los volcanes de la región por cuanto es un voz quechua compuesta por las palabras Urco-monte y Nina-fuego, monte o montaña de fuego.
EL historiador Ignacio Rodríguez Guerrero, en acucioso estudio sobre volcanismo y sismografía nariñense, refiere: “En ocasión de los movimientos sísmicos nariñenses verificados en 1935, el Padre Simón Sarasola, Sacerdote Jesuita, Director del Observatorio de San Bartolomé, viajó a Pasto, a fin de estudiar las posibles causas y los efectos de esos fenómenos en el propio teatro de los acontecimientos. El 24 de julio de 1936 dictó una conferencia en el Colegio de San Francisco Javier, sobre Sismología y construcciones a sísmicas, la cual vio luego la luz en el No 3 Volumen III del Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, correspondiente a octubre del propio año.
En Concepto del padre Sarasola, Pasto no debe temer en ningún momento, por causa de su vecino Volcán Galeras, una catástrofe parecida a Martinica en el año 1922. Para hacer tan optimista vaticinio el mencionado vulcanólogo recuerda que no hay noticia de que nunca Pasto hubiera experimentado los horrores de una inundación de lava, supuesto que la que ha arrojado el Galeras ha tomado siempre la vía opuesta a la ciudad. “Aun suponiendo lo peor-añade- a saber que por un trastorno geológico las erupciones vinieran hacia la ciudad, todavía no tendría peligro, pues la distancia es muy grande y hay muchas hondonadas con grandes grietas por donde tendrían que pasar primero esas corrientes de lava. Así que se puede vivir con tranquilidad en Pasto”. Hace luego -dice Rodríguez Guerrero- un parangón entre el valle de Atriz, sólido y con suaves pendientes, y la región del Guáitara, muy peligrosa en cambio por las enormes fallas casi verticales que presenta y por la consiguiente inestabilidad que le es característica.
Finalmente, en este rápido recorrido que hemos hecho sobre el comportamiento del volcán Galeras y la ciudad de Pasto, se recuerda que el 25 de febrero de 1989, una vez más hace presencia el fenómeno de las columnas de humo y ceniza provenientes de las fumarolas del volcán en plena erupción. La reactivación es tan frecuente que luego de varios meses de estudio y aun años, el Galeras adquiere el título del volcán de la década en América. El 16 de julio de 1992, Omar Darío Cardona, director de la Oficina Nacional para la prevención y atención de desastres (Onade) expide un comunicado a la opinión pública: A las 1:43 p.m. del día de hoy se presentó una erupción en el volcán Galeras en el Departamento de Nariño que puede ser calificada desde el punto de vista vulcanológico como una erupción menor, pero de gravedad para las personas ubicadas en las cercanías del cráter.
En el momento de la erupción volcánica un grupo de científicos y expertos que asistían al taller internacional sobre el complejo volcánico Galeras se encontraban efectuando experimentos y observaciones del cráter. Tres fueron los muertos identificados dentro del grupo de científicos: José Arley Zapata, geólogo vulcanólogo de la Seccional de Manizales de ingeominas; Fernando Cuenca, geofísico de ingeominas de Bogotá y Carlos Trujillo del Centro de Estudios María Goretti (Cesmag) de Pasto. Los heridos fueron: Andy Mac Farlane, 36 años, y Mike Conway, 40 años, de Florida Internacional University de Estados Unidos; Stanley Williams, 40 años, de Arizona State Universtiy de los Estados Unidos, Fabio Garcia, de ingeominas de Bogotá, y Luis Lamarie de la Escuela Politécnica del Ecuador. El ciudadano Álvaro Moreno, también sufrió heridas al encontrarse como simple observador.
Es lo cierto, que de acuerdo a la gran hoja de vida que tiene nuestro volcán con los registros históricos, si su comportamiento sigue siendo como lo ha hecho hasta la fecha no pasará nada, de presentarse un comportamiento diferente, su erupción no nos dará tiempo para nada.
Publicado en:
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Fuente: www.colombia.com