LAS PALABRAS SE CAMBIAN POR ARMAS
Cuanto daño pueden hacer algunas pocas palabras?
En Colombia se registran cerca de 18 mil 250 homicidios por año, 50 diarios y uno cada media hora, en 2014 se capturaron más de 33 mil niños y adolescentes por haber participado en asesinatos, robos y otros delitos. Lamentablemente este es el panorama en el que están creciendo las generaciones actuales.
Este crecimiento de participación juvenil en actos delictivos y conflictivos, está relacionado con el abuso emocional infantil, que es un tema que poco se toca y del cual poco se conoce a nivel social.
El abuso emocional es un concepto definido por la psicología, que hace referencia a un fenómeno social mediante el cual una persona agrede de manera verbal a otra u otras, estableciendo algún tipo de daño a nivel psicológico y emocional. En palabras comunes, es la violencia invisible, es el maltrato que no deja marcas en la piel, que no quiebra ningún hueso, pero que si hiere en lo más profundo del ser, es esa falta de apoyo y afecto al niño o adolescente.
Estudios realizados por diferentes universidades y sicólogos, al igual charlas personales, dejan como resultado que los niños y adolescentes maltratados verbalmente y de manera constante por sus padres, familiares y en algunos casos por sus docentes, tienden a crear en sí mismos represiones que tarde o temprano explotan, convirtiéndolos a largo o en menor plazo en ladrones, drogadictos, asesinos, violadores, sicópatas, teniendo como final la cárcel o el cementerio.
El abuso emocional se da en cualquier momento, en cualquier espacio y lugar. Esos rechazos deliberados, esa degradación o devaluación, esa negación de afecto o desinterés general por el niño afecta sicológicamente la razón de este y aún más cuando este abuso es muy frecuente y repetitivo, convirtiéndose en el pan de cada día del infante o del adolescente.
Las palabras y frases más comunes que se utilizan para crear y engendrar dolor, remordimiento, ira, enojo, rencor y un sin número de sentimientos en un niño y adolescente son: ¡lárgate de la casa!, ¡muérete!, ¡bueno para nada!, ¡basura!, ¡idiota!, ¡eres una desgracia!.
Estas palabras que día a día se dicen y se escuchan, son las armas más mortales para una persona que está en pleno desarrollo. Estas son peor que una pistola en la boca, un cuchillo en el corazón, una soga en el cuello: son esas palabras que se cambian por armas.
Obviamente muchos padres "abusan" emocionalmente de los jóvenes sin darse cuenta de esto, en un sano juicio nadie quiere, ni querrá hacerle daño a su propia sangre, pero en pequeños detalles de la vida cotidiana se suelen "escapar" estas expresiones o adjetivos que a la larga pueden repercutir de forma dramática en el desenvolvimiento existencial de los infantes o adolescentes, teniendo en cuenta la degradación social que vivimos, sin hallar valores ni el respeto que merecen los demás.
Pero, ¿cómo hacer que padres, hermanos, familiares y docentes en algunos casos, entiendan que las palabras violentas pueden tener graves consecuencias?
Dentro del núcleo familiar y de escuela siempre se deberán buscar las mejores alternativas contra la violencia, dado a que esta es la falta de afecto; los seres humanos son seres esencialmente afectivos, son razonables y sociales; la experiencia de lo cutiano enseña cuanto necesitamos del afecto de los demás, es por ello que el dialogo es y será siempre la mejor alternativa para darle solución a las cosas.
Pero antes de esto, antes del dialogo formal, sea tolerante, recapacite, analice, respire profundo y no lo regañe en público, porque los demás lo tildaran y esto será una burla más hacia él, no le grite frente a los amigos, porque creara en estos una forma de matoneo, no lo aislé, el encierro es perjudicial y una salida fácil para ellos es el suicidio, no abuse de su capacidad física e intelectual, ellos saben que es el abuso.
Por eso el crear espacios de dialogo, donde se torne en un cara a cara, es una muy buena forma de aprender de ambos, de saber inquietudes, dudas, conocer sus gustos y demás, pero este espacio debe de tener un abrazo, una caricia, y un te quiero.
Para los jóvenes de hoy el sentir ese contacto físico, ese amor propio y familiar, la aceptación de su ser, la seguridad para su vida y la armonía en todos los sentidos, le constituye el substrato sobre la que se debe de edificar esa personalidad sana que tanto se anhela en nuestra sociedad y en los que se enmarca un futuro promisorio.
Las palabras son más poderosas de lo que pensamos y creemos.
LUIS FERNANDO CÁRDENAS VALENCIA
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