Qué más quisiera uno de padre que su bebé conociera el peligro. No sabríamos lo que son las caídas de la cama, las rajaduras en la frente, las rodadas por las escaleras, los machucones, los corrientazas eléctricos en los dedos y hasta la rotura de la tetera de la abuela.Gatean, caminan, corren. Agarran, sueltan, descubren. Pareciera que no temieran a nada. Se arriesgan. Es un malabarista. Crece y con él, para los padres, crecen los peligros.Pero ese es su normal desarrollo. Solo hasta los 6 años de edad los pequeños comienzan a entender el significado del peligro. Según el neurólogo pediatra Carlos Medina Malo, debido a que no tiene este proceso en el cerebro.El cerebro –explica el experto Medina–, es el órgano menos formado en el momento del nacimiento del bebé y crece de manera notoria durante sus dos primeros años de vida, de acuerdo con las experiencias que cada día los bebés van teniendo. Durante ese tiempo, el cerebro está aprendiendo por la retroalimentación de los adultos. Por ello, para que los niños comprendan el peligro es necesario que se refuercen las conexiones neuronales, que se logran a través de la observación y la repetición.
El miedo no nace, se hace
Liliana Zambrano, sicóloga experta en programación neurolingüística, indica si los niños juegan en un parque, no tiene la capacidad de preveer que el columpio viene encima. O ven una vela y la tocan, porque es un efecto de reflejo, pero no quitan la mano hasta que tocan el objeto. Sin saber que el peligro está en el fuego. Por lo tanto, lo que debemos hacer los padres antes de los 6 años es acercar a nuestros hijos al significado del peligro. La experta Zambrano asegura que se necesitan explicaciones de manera sencilla sobre las causas y las consecuencia de sus actos. Además, enseñarles qué es un objeto, para qué sirve, cuándo lo utilizamos y qué cuidados debemos tener con él.“Cuando cruzas una calle, debes mirar que no haya carros y pasar siempre con un adulto”. Esta frase siempre se le puede decir al pasar la vía y de esta manera se da la observación y la repetición.
No caiga en la sobreprotección
Martha Lucía Miranda, experta en neurosicopedagogía, señala que lo fundamental es no caer en la sobreprotección ni la prohibición a que se acerque a nuevas experiencias, por riesgosas que sean, ya que lo importante es que ellos exploren y los adultos estén allí para comprobarles que algo no está bien. Así, ellos mismos se percatan de las consecuencias.Aura Sofía Rico, sicóloga experta en desarrollo infantil, afirma que el permitir una toma controlada de riesgo hace que el niño adquiera y consolide habilidades como el autocontrol, la adecuada toma de decisiones, disciplina, autoestima, a sentirse independiente y exitoso.“Un ambiente excesivamente sobreprotector o seguro no permite o retrasa el desarrollo de dichas destrezas y puede mandar el mensaje equivocado de que él no es capaz solo de protegerse y siempre depende de otros”.Hablarles del sí, en vez de del no es otra forma de acercarlos al significado del peligro. Cuando se le dice al niño no, el cerebro autoprograma el sí. El cerebro guarda información por paquetes –explica la experta Zambrano–, por eso el no directo aumenta el peligro en cerebros adultos. Es preferible decir rechaza, procura, ni se te ocurra. O utilizar una forma que es hablar pausado y con diferentes tonos. Ejemplo: Juancho (pausa) como te subiste, te vas abajar perfectamente.En los momentos de peligro los padres nunca deben
Fuente: www.abcdelbebe.com