La Estrella es un pueblito ubicado a solo 24 kilómetros de otro, Mosqueruela, en la provincia española de Teruel. Sin embargo, recorrer esa distancia es algo tortuoso, el camino transcurre entre muchos árboles, es angosto, pedregoso y bordea barrancos de gran pendiente. Mosqueruela tiene una población que no alcanza las cuatro cifras y La Estrella una de solo dos; no de dos cifras, de dos personas.
Allí solamente viven Sinforosa Sancho y Juan Martín Colomer, un matrimonio que pasó los ochenta años y que se niega a abandonar el pueblo como lo hicieron hace ya más de tres décadas todos los demás habitantes del lugar.
Un santuario que recibe a feligreses un par de veces al año en fiestas religiosas, hileras de casa de piedra, la mayoría de ellas abandonadas hace decenas de años, el aroma de las plantas y el silencio. En ese escenario pasa los días la pareja. Sobre todo ella no quiere dejar el lugar donde nació, donde conoció a su marido y donde juntos perdieron a una hija de doce años.
"Nosotros nos hemos criado aquí y no nos llama nada marcharnos a otro sitio. Aquí estamos estupendamente cuidándonos el uno al otro y con nuestros animales", le dijo Sinforosa al Heraldo.es el año pasado. De salud, afirma la mujer, están muy bien. "No tomamos pastillas y comemos lo que queremos", dice orgullosa.
Tienen un gallo, gallinas, abejas, más de veinte gatos, todos llamados Michurrín, y algunos perros, todos Pichurrines. Martín se dedicó siempre a la agricultura y a la ganadería.
No tienen agua de red. Cada día tienen que caminar hasta una fuente para conseguir agua potable. Para saber la hora, en los pocos casos en que les interesa, miran el reloj solar de la plaza del pueblo. Lavan su ropa a mano, la energía eléctrica les llegó hace pocos años, por medio de paneles solares. Tienen un celular, pero para usarlo deben subir al monte, a su casa no llega la señal. Dicen que no necesitan televisión, que con la radio tienen bastante. "No necesitamos nada más, para qué", aseguran. "Comemos cuando tenemos hambre y nos vamos a dormir cuando nos entra el sueño, sin mirar la hora", dijo la mujer al Heraldo.es.
Recientemente, David Beltrán, Angello Faccini y Marí Faccini plasmaron en el cortometraje The Last Two (Los dos últimos, puede verse online) la historia de la pareja.
El pueblo llegó a tener dos maestros, alguacil, cura, enterrador, alcalde y hasta un torero famoso, el Niño de la Estrella, al que todavía se recuerda. Pero, como les ocurrió a otros pueblos pequeños de España en la segunda mitad del siglo XX, muchos de sus habitantes los dejaron para emigrar hacia las ciudades. "La tía Juana y el tío Angel, para los que trabajé durante un tiempo, fueron los últimos en marchar. Eran tan mayores como nosotros ahora y fue una pena porque se los llevaron obligados y los separaron", se lamentó Martín.
Dos veces al año, en mayo y en noviembre, los vecinos de Mosqueruela van en romería al santuario de La Estrella. También durante los fines de semana Martín y Sinforosa reciben alguna visita. El resto es soledad.
Con su trabajo, Martín se encarga de poner en la mesa hortalizas, huevos y miel. Pero cuando necesitan comprar en el supermercado, ir al médico o visitar a su hijo, la pareja se va en su camioneta hasta Villafranca, una localidad cercana. Allí compraron una casa, pero se niegan a mudarse. "Nuestro hijo no quiere que estemos aquí ya, pero nosotros de momento tenemos buena salud y no nos queremos mover", dice el matrimonio.
Fuente: www.clarin.com