Conoce la historia de una rusa perdida en Barcelona que no sabe quién es

 
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Mary John V.-B., de 33 años, sigue perdida aunque haya vuelto a su casa en la lejana Rusia. Su familia la dio por desaparecida en el 2012 y recientemente se ha reencontrado con ella. Pero al igual que en su mente, en el rastro que la Policía Nacional ha seguido hasta dar con su identidad hay un enorme vacío que va desde que faltó de su domicilio hasta que en verano del 2014 dio las primeras señales de haber llegado a Barcelona convertida en una indigente. Ha vivido de forma precaria desde entonces. Esta última Navidad, ya embarazada de 26 semanas y sin que se haya sabido nada acerca de quién es el padre de la criatura que espera, estuvo deambulando por la zona alta de la calle Enric Granados. Se la veía hablando sola y durmiendo en un banco. Su familia hizo constar en la denuncia por desaparición que había sido captada por una secta. Quizá eso explique su alterado estado de salud mental. Eso o la vida en la calle. O las dos cosas a la vez.

Conoce la historia de una rusa perdida en Barcelona que no sabe quién es

En la esquina de la calle Enric Granados con la Diagonal hay un establecimiento Granier. Las empleadas del local recuerdan muy bien a Mary John. Fueron ellas las que a principios de enero llamaron a los servicios sociales para que la atendieran después de comprobar que estaba en avanzado estado de gestación. “La encontré durmiendo en el banco de la calle cuando llegué a las 5.30 de la mañana el día 1 de enero”, recuerda Munia, dependienta de la tienda. La encargada, Anny Medina, es quien llamó a la asistencia social. “Se sentaba en la mesa frente al espejo y se pasaba el rato hablando sola con su imagen reflejada”, explica. A veces, esa mujer extraña que sólo hablaba en inglés, y a veces en francés, venía maquillada de forma exagerada y casi cómica. El carmín completamente desbordado y el contorno de ojos que subía hasta la frente.

En la esquina en que estuvo malviviendo en la última época, hizo un amigo o más bien un protector. Es el portero de una finca cercana que ha ejercido hasta hace poco de limpiabotas. Es José María, aunque prefiere identificarse con su mote: el Pibe. “Poeta inteligente betunero español. Pibe”, bromea a la hora de explicar el origen de su sobrenombre.

“Le di refrescos, cafés con leche y de vez en cuando tres o cinco euros. No mendigaba nunca. Solo pedía cigarrillos. Fumaba como una carretera y hablaba sola, aunque yo no la entendía. Algún cabrón la debió de dejar embarazada. Sospecho que la violaron”, comenta este encargado de portería. “Alguien dijo que tenía un novio italiano, pero nosotros no le vimos nunca”, dice Anny.

En otra panadería de la Diagonal, en el Fornet, Mary John tomaba capuchinos, probablemente con el dinero que le daba el Pibe. Pedía las consumiciones en inglés y a veces en francés. “No parecía que estuviera muy bien de la cabeza. Un día le tiró un vaso a una compañera. A veces le teníamos que llamar la atención porque se quedaba dormida en la mesa. Pobrecita, iba muy abandonada”, comenta una dependienta.

Después de varios intentos, los servicios municipales por fin consiguieron convencerla para asistirla. Acabó en el área psiquiátrica del hospital del Mar. Fue imposible descubrir su identidad. Mary John todavía no era Mary John para nadie.

Finalmente, el juzgado de primera instancia número 40 de Barcelona ordenó al grupo segundo de crimen organizado de la Policía Nacional en la capital catalana que identificara a la misteriosa paciente embarazada del hospital del Mar que dijo llamarse Diamond Smith, hija del famoso actor de Hollywood Will Smith. “Vivo en Sidney, Estados Unidos, y trabajo como espía para mi país”, dijo para sorpresa de los primeros agentes de la brigada provincial de policía científica que fueron a tomarle las huellas.

“Enseguida nos dimos cuenta de que no es que quisiera ocultar su identidad, sino que sus evidentes mentiras eran fruto de su estado mental”, explica uno de los investigadores policiales. El primer rastro documentado de su estancia en Barcelona fue una reseña de la Guardia Urbana del pasado 15 de noviembre. Fue detenida por una especie de altercado ocurrido en una biblioteca. Eran sus huellas las de la ficha policial, pero no tenía documentación. Dijo entonces que se llamaba Gen Mari con acento francés. Esa vía para saber quién era resultó muerta.

La intérprete de inglés designada por la Policía Nacional llegó a la conclusión de que la todavía desconocida hablaba dicho idioma con soltura, pero que no era su lengua natal. Ni ella ni los policías que la acompañaron desfallecieron. Siguieron dándole conversación por si algún rayo de claridad atravesaba la espesa neblina de su pisque. Así fue como les dijo que tenía amigos y que le escribían cartas de vez en cuando. Ella guardaba esas misivas desgastadas entre sus escasas pertenencias. Todas estaban en inglés, pero una contenía algunas anotaciones en cirílico e iban firmadas por alguien con nombre de origen ruso.

Llamaron de urgencia al intérprete de ruso, que de inmediato certificó que el idioma de Tolstói era el nativo de aquella mujer desorientada. Los investigadores ya sabían a quién acudir. El consulado ruso en Barcelona recibió su ficha y se envió a Moscú. El pasado 5 de febrero llegó la sorprendente respuesta. Las huellas dactilares se correspondían con las de Mary John V.-B., nacida en Liski, una ciudad situada a 615 kilómetros al sur de Moscú casi en línea recta. Pero antes de ese, había tenido otros dos nombres. Se los había ido cambiando. Primero en el 2003 y después en el 2010.

Esos cambios de identidad quizá tuvieron que ver o con su posible entrada en contacto con la secta que supuestamente hizo que dejara su casa o quizá porque hizo algunos intentos de trabajar como actriz o en la televisión. En una entrada del 2010 de una web rusa, aparece ella optando a un casting de una película de un canal ruso. En su ficha dice que tiene estudios superiores.

Su familia pagó el pasaje de avión después de que los médicos autorizaran el viaje. Se fue sin saber quién era aún. Quizá lo descubra al fin, junto a los suyos.

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Fuente: www.lavanguardia.com
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