Por José Antonio Lizana A.
Los que no son futboleros no saben cuánto nos duelen estas tragedias, porque el fútbol es mucho más que once jugadores corriendo noventa minutos detrás de una pelota. El fútbol es amor, cuando seguimos a todos lados a nuestro equipo; el fútbol es placer, cuando le ganamos al clásico rival; el fútbol es una caricia, cuando la tocamos con efecto y con borde externo; el fútbol es dar, cuando le pasamos la pelota a un compañero que está mejor ubicado para anotar un gol, y el fútbol es sentimiento, cuando nos aprieta el corazón y nos saca una lágrima al recordarnos las también tragedias aéreas del Torino de Italia en 1949, del Manchester United de Inglaterra en 1958, del Green Cross en 1961, del Alianza de Lima en 1987, del The Strongest de Bolivia en 1969 y de la Selección de Dinamarca en 1960 y de Zambia en 1993.
La tragedia de Lima del 8 de diciembre de 1987 hermanó al club peruano con Colo-Colo, que cedió a préstamo al arquero José Letelier, al defensa Parco Quiroz, al volante Francisco Huerta y al delantero René Pinto. En dicho accidente murieron dieciséis futbolistas, cinco miembros del cuerpo técnico y cuatro dirigentes del club limeño.
El café de la mañana fue el más amargo, porque iba a ser la historia linda del equipo chico ungido como grande. Esta era una historia que pintaba para hazaña, como la del Leicester en la Premier League o la de Chile en la Copa América Centenario. El destino quiso otra cosa, y el 29 de noviembre de 2016, Chapocaense de Brasil, finalista de la Copa Sudamericana, hizo su ingreso a los pastos celestiales por el túnel de la inmortalidad con Danilo, Gimenez, Bruno Rangel, Marcelo, Lucas Gomes, Sergio Manoel, Filipe Machado, Matheus Biteco, Cleber Santana, William Thiego, Tiaguinho, Josimar, Dener, Gil, Ananias, Kempes, Arthur Maia, Mateus Caramelo, Aílton Canela, y en la banca Caio Junior. Las rivalidades son válidas únicamente adentro de una cancha y el Atlético Nacional de Medellín le pide a la Conmebol, que le entregue el título al equipo brasileño. Quizás esto no recuperará las vidas malogradas, pero a su pueblo le servirá para mitigar en algo el dolor. Hoy no somos carnaval, hoy todos somos Chapecoense.