Por: Angie De la Torre
Empiezo a desconfiar de las mujeres que desde que amanecen hasta que se duermen repiten frases como: "Yo trabajo a favor de las mujeres" o "Yo estoy del lado de la gente más necesitada". "Feministas" que llevan y traen como si fuera su apellido, el discurso del apoyo al género, de la defensa de los derechos de las mujeres, de la lucha contra toda violencia -doméstica, laboral, política, etc- que lastima a las mujeres pero; en cuanto tienen el más mínimo espacio de poder o ventaja sobre otras mujeres, son las más feroces, más cobardes y más perversas para atacarlas, desprestigiarlas y menospreciarlas. "Feministas" que usan a otras mujeres para obtener reconocimiento, legitimación, poder; que quieren ver bien a otras mujeres, siempre y cuando aquellas les adeuden para siempre ese bienestar y nunca estén mejor que ellas. "Feministas" que olvidan la solidaridad, la sororidad, la unidad pero nunca, el discurso; las que con una mano levantan y con otra hunden a otras mujeres, según sus intereses, sus complejos o hasta su humor.
He visto demasiado de esas "feministas" y cuanto más las veo y más me avergüenzan, más admiro, más quiero y más aspiro a parecerme a las otras; a las que ofrecen sus dos manos para levantar y para alentar, para consolar y hasta para aplaudir a otras mujeres; las que promueven la libertad y la justicia para todas las mujeres -pero sin excluir a los hombres- y no se promueven a sí mismas; las que incorporan a su vida diaria, mucho más que al discurso, la voluntad, la empatía, la generosidad y la justicia; las que procuran día a día la sororidad efectiva. Esas, las que devuelven la fe. Qué más.