Paradojas de la vida, para hablar de la verdad de la milanesa (y la verdad sobre esta frase) hay que remitirse a guerras, invasiones y revoluciones, y en particular a un hombre: Johann Joseph Wenzel Graf Radetzky von Radetz, popularmente conocido como Radetzky o el Mariscal Radetzky, un destacado militar checo que combatió para el Imperio Austríaco contra el ejército de Napoleón y otras guerras europeas de la primera mitad del siglo 19. El prestigio de Radetzky era tal, ya sea por ser un gran estratega como por su ascendencia sobre la tropa, que se lo conocía como Vater Radetzky (Padre Radetzky).
Luego de una extensa y victoriosa campaña militar, Radetzky se había retirado. Sin embargo, hacia 1848 fuerzas revolucionarias surgieron en el norte de Italia, donde el Mariscal ya había combatido unos años antes. Bajo su comando, el Imperio austríaco logró una nueva victoria y en 1850 Radetzky fue nombrado gobernador de los reinos austríacos de Lombardía y Venecia.
Radetzky era un hombre imponente, de gran porte, una personalidad distintiva por su valor, su espíritu y su alma de líder. A su vez, le gustaba la buena gastronomía. Así fue que en su paso por Milán, descubrió un plato muy sabroso que lo impactó tanto que pidió la receta y en una carta dirigida a otro militar la mandó hacia Austria. De esta manera, los austríacos también comenzaron a preparar el delicioso plato, jactándose de haberlo inventado, ya que la carta no salió a la luz hasta mucho tiempo después. A raíz de ello, austríacos y milaneses discutieron y pelearon durante muchos años por ser los inventores de la receta de la milanesa, cuya verdad fue motivo de discusión y polémicas durante mucho tiempo.
Surgió en Milán pero la receta fue difundida y desparramada por Europa por los austríacos a partir de la carta de Radetzky. Esa es la verdad de la milanesa y el origen de la frase, que hoy es utilizada para cualquier asunto que necesite aclaraciones.