La otra cara de la tragedia: el impacto psicológico de haberlo perdido todo

 
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La contención y acompañamiento de los afectados se considera vital para evitar secuelas. Cómo ayudar.

La otra cara de la tragedia: el impacto psicológico de haberlo perdido todo

Primero fue la sorpresa y enseguida el miedo a perder lo más importante: la vida. Fue en el momento en que una correntada tan imparable como insólita arrastraba por la calle bolsas de basura, autos, restos de muebles en un vertiginoso torbellino. Después, cuando lograron salir por los techos y refugiarse en la casa de un vecino, llegó la dura certeza de ver bajo el agua y desde lejos el hogar propio. Más tarde la profunda congoja de ver ese hogar arrasado y empezar a hacer el inventario de lo que se puede salvar y lo que no, una lista siempre inestable que se modifica momento a momento a medida que se registran la ausencia de elementos que se creía tener a mano, pero no. Sobre todo los afectivos, las fotos, los recuerdos que, según los especialistas, actúan como soporte de la identidad.

Marianela Dubini (30) y Oscar Echaniz (26) viven en 61 entre 22 y 23 y durante la noche del último martes pasaron por todas y cada una de esas sensaciones. Lo cuentan mientras siguen percatándose, días después de la inundación, de cosas que les faltan y en las que hasta ahora no habían reparado. “El impacto emocional de algo así no te lo olvidás más”, dice Marianela y aporta un dato que ilustra la magnitud de ese golpe: anoche dormíamos en un colchón entre las cosas a medio limpiar y en un momento me desperté sobresaltada tocando el piso, con miedo de que otra vez estuviera entrando agua. “En ese momento ella temblaba, tenía miedo”, dice Oscar y agrega que él también lo tuvo cuando, tras la inundación, volvió a llover.

La experiencia de Marianela y Oscar tiene muchas cosas en común con las de otros miles de platenses que volvieron a sus hogares tras la inundación y los encontraron arrasados por las aguas. Una situación considerada por los especialistas como “muy traumática” y en la que la contención psicológica y el acompañamiento de los más allegados resulta crucial para procesar el dolor y volver a fraguar proyectos.

“Frente a tantas pérdidas, la vuelta al hogar no implica la vuelta a la vida cotidiana, ya que el hecho de llegar a su casa y ver que no les quedó nada es un nuevo trauma, por eso es indispensable ayudarlos a procesar ese gran dolor que es doblemente traumático”, dice Ana Rozenfeld, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Expertos que trabajaron en distintas catástrofes que sacudieron a la Argentina, entre ellas las inundaciones en Santa Fe del año 2003, destacan rasgos comunes en las experiencias de quienes atravesaron una post inundación y ponen sobre todo el acento en la importancia del acompañamiento.

Esa necesidad de ser escuchados está muy presente en el discurso de los propios afectados en las calles de La Plata. Por caso, María Elena, una odontóloga que se inundó por primera vez, admitía que no podía parar de llorar tras regresar a su casa y comprobar que lo había perdido todo. Y esto a pesar de que a través de su entorno había logrado resolver las principales urgencias materiales. Su mayor dolor, decía, era “que nadie desde el Estado se haya acercado para preguntarnos cómo estábamos o qué nos pasó”.

Los especialistas destacan que son muchas las posibles secuelas psicológicas de una inundación, la más grave, el estrés pos-traumático, que puede afectar a quienes perdieron familiares en la tragedia o vieron amenazada su vida, si no reciben suficiente contención.

El estrés postraumático se caracteriza por síntomas tales como los sueños o recuerdos intrusivos, la evitación de los lugares o cosas que retrotraigan al momento de la tragedia, o el embotamiento afectivo, que condiciona el vínculo del afectado con su entorno y hace aparecer a la persona irritable, ansiosa, distante o desconcentrada.

Desde la Primera Escuela de psicología Social de Santa Fe, Dr Enrique Pichón Riviere, que trabajó con los afectados por la trágica inundación que sacudió a esa provincia en 2013, destacan que otra secuela que observaron en esa ocasión, fue la agudización de patologías de base en personas que sintieron que su vida se terminaba porque lo habían perdido todo en la inundación.

El impacto psicológico de episodios de estas características es variable entre niños y ancianos. Entre los primeros, estará condicionado por la actitud que asuman los padres ante la inundación. Los mayores, en tanto, son aún más vulnerables que los niños a las consecuencias de este tipo de sucesos, según destaca el psicólogo platense Pedro Bugani, quien agrega que entre ellos el acompañamiento también es clave (ver aparte).

CUATRO ETAPAS

Los especialistas destacan que frente a este tipo de evento los afectados atraviesan cuatro etapas. La primera es de negación, de no poder creer lo que se está viviendo. La segunda es una etapa de rechazo en la que aparecen sentimientos de bronca. Más tarde hay una etapa de negociación con el duelo y finalmente la aceptación y la elaboración de nuevos proyectos.

Entre los grupos de psicólogos que trabajan en la emergencia platense se cuentan los nucleados en la ONG Emergencias Psicosociales, que actuaron en otras catástrofes, como el atentado contra la AMIA o la tragedia de Cromañón. Ellos apelan a un protocolo de intervención que contempla también distintas etapas, como una primera en la que establecen vínculo con el afectado escuchando su experiencia, otra de desahogo o catarsis, en la que se descargan las emociones contenidas, otra en la que las emociones se verbalizan y una última en la que el afectado ya elabora un proyecto a futuro.

La etapa de desahogo es considerada fundamental, porque permite liberar a través del llanto o el estallido colérico emociones que, de no expresarse, pueden derivar en fobias, ataques de pánico o problemas respiratorios o cardíacos.

Mariano Picasso vivió una experiencia límite, junto a su esposa y su hija María Paula, el día de la inundación. Primero se refugiaron en la planta alta de la casa y cuando las aguas no dejaban de subir lograron abandonar el lugar rescatados en un kayak por vecinos a los que no conocían. Lo hicieron en plena noche, rodeados de escenas de pánico, sumidos en una mezcla de sorpresa y miedo. De vuelta a casa descubrieron que habían perdido muchas cosas. Y como otros platenses afectados tenían una tristeza singular por aquellos objetos con valor afectivo, como las fotos de infancia o los boletines de María Paula, perdidos bajo el agua.

Los especialistas no se sorprenden por esto. La casa se caracteriza por ser el “lugar seguro” en la vida de todos los días y alrededor de los objetos cotidianos se construye la identidad de sus habitantes. Cuando esos objetos suman una carga afectiva, como las fotos, son soportes de la identidad donde el propietario se reconoce.

Dada esta situación, una de las sensaciones que asalta a quienes llegan a su casa y la encuentran arrasada por el agua es la de “sentirse perdidos”. A esta se suma, a veces, el miedo a que el episodio se repita.

En este marco, la contención de los allegados y el acompañamiento son factores considerados vitales para los especialistas para llegar a procesar el duelo por lo perdido y volver a formular proyectos.

Muchos de los vecinos afectados apuntan que ese acompañamiento llega generalmente de los allegados y de los propios pares.

En el contexto del drama nacen vínculos entre vecinos que antes apenas si se conocían y se establecen fuertes lazos.

En el renglón de los reclamos, muchos de los consultados se quejan por la respuesta estatal a la emergencia.

Fuente: www.eldia.com.ar
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