Por MARIEL RABASA Y MARCELA RAMIREZ
Cotidianamente somos partícipes de conversaciones que circulan en diversos ámbitos acerca de qué poco se lee o de que los niños no leen -menos los adolescentes- como deseos que se hacen intersecciones. Pero difícilmente nos preguntamos qué nos sucede como adultos lectores en una sociedad que se desarrolla atravesada por la cultura escrita. Así como escuchamos esas conversaciones, es posible también oír a alumnos de escuelas y jardines hablar de las obras mencionándolas por su título o el de autores como si fueran parte de sus vidas. De este modo nombran a Gustavo, por Gustavo Roldán; a Graciela, luego especifican si es Montes o Cabal; a Silvia, por Silvia Schujer, y a tantos otros; y por supuesto a María Elena, cuya obra se hace nuestra raíz en cada poema que recuerda nuestra infancia, en cada sala, en cada aula, en cada casa. Por esto hoy los chicos se acercan más a la lectura, porque contamos con autores de excelencia en nuestro país y porque pensamos que la literatura invita al placer de leer; no podríamos precisar si es posible mensurar cuánto, pero sí sabemos que los libros tienen una amplia circulación social y escolar, y se constituye en una experiencia ineludible y gratificante para los niños y niñas. Creemos que la literatura, particularmente la literatura infantil, está en el cruce de deseos, viva: tal vez haya que aprender a escuchar sus susurros.
Fuente: www.eldia.com.ar