Miles de millones de litros de agua caen sobre la tierra como parte de un ciclo natural que puede ser placentero, pero también peligroso.
La lluvia es uno de los fenómenos atmosférico de tipo acuático más interesantes de la naturaleza. Este se inicia con la condensación del vapor de agua contenido en las nubes, y depende de tres factores: la presión, la temperatura y, especialmente, la radiación solar. Aunque generalmente ofrece un cumulo de sensaciones placenteras, en condiciones específicas, puede originar desastres naturales como las inundaciones.
Según la Organización Meteorológica Mundial, este fenómeno natural, cuyo nombre deriva del latín “pluvia”, se define como la precipitación de partículas líquidas de agua, de un diámetro mayor de 0,5 mm, que caen sobre la tierra por acción de la gravedad, a una velocidad superior a los 3 m /seg. Cuando estas no alcanzan la superficie terrestre, se le denomina “Virga”. Aunque es necesario señalar que, además, pueden volver a la tierra en forma de nieve o granizo.
Las gotas, contrariamente a lo que muchos piensan, no tienen forma de lágrima, sino más bien esféricas, y tienen un tamaño que oscila entre los 0,5 y los 6,35 mm, así como una velocidad de caída, por efecto de la gravedad, que varía entre los 8 y los 32 km/h, dependiendo de su intensidad y volumen.
La lluvia se origina a partir de diferentes tipos de nubes, generalmente las nimbostratus y las cumulonimbus, y su clasificación establece tres grandes grupos: de convección, estas se producen cuando las capas bajas del aire, que están en contacto con la superficie terrestre, se vuelven más cálidas, y al elevarse, se enfrían rápidamente, dando lugar a la precipitación, y son características de las latitudes cálidas; le siguen las orográficas, que se originan cuando una masa de aire húmeda choca con un relieve montañoso, ascendiendo por la ladera orientada al viento.
Están también las frontales o ciclónicas, propias de las latitudes templadas, que surgen cuando dos masas de aire, de características térmicas distintas, como las provocadas por el frente polar, y las tropicales, entran en contacto.
Midiendo el volumen de agua
La lluvia o precipitación se mide en milímetros de agua o en litros por metro cuadrado, a través de un sistema conocido como pluviómetro. Existen distintas versiones de este particular aparato, por un lado tenemos el manual, un indicador simple que consiste en un recipiente cilíndrico, por lo general de plástico, y con una escala graduada, cuyo objetivo es recoger el líquido y arrojar una medida.
Están también los totalizadores, que se componen de un embudo o triángulo invertido, que recoge el agua en un recipiente graduado, este instrumento se coloca a una determinada altura del suelo y un operador registra, cada 12 horas, el agua caída, como sistema, mejora la precisión y resulta más efectivo.
Le sigue el pluviómetro de sifón, que consta de un tambor giratorio que rota a una velocidad constante, arrastrando un papel graduado, en el que una pluma, que se mueve verticalmente, traza el recorrido de la precipitación.
Finalmente, está el pluviógrafo de doble cubeta basculante, en el que un embudo conduce el agua colectada a una pequeña cubeta triangular doble, de metal o plástico, con una bisagra en su punto medio. Es un sistema cuyo equilibrio varía en función de la cantidad de agua que cae en los recipientes.
Clasificación de las precipitaciones
Lluvia: término general para referirse a las precipitaciones de cualquier intensidad, aunque lo más frecuente es que sea entre débil y moderada.
Llovizna: lluvia muy débil, en la que a menudo las gotas son muy finas e incluso pulverizadas en el aire. Popularmente se le llama garúa, orvallo, sirimiri, pringas o calabobos.
Chubascos (o chaparrones): fenómenos de corta duración e intensidad moderada o fuerte, que pueden estar acompañados de vientos.
Tormenta eléctrica: lluvia acompañada por actividad eléctrica y habitualmente por vientos moderados o fuertes, e incluso, con granizo. Aguacero: usualmente torrencial y de corta duración.
Monzón: intensa y constante, propia de determinadas zonas del planeta con clima estacional muy húmedo, especialmente en el océano Índico y el sur de Asia.
Manga de agua o tromba: fenómeno meteorológico de pequeñas dimensiones pero muy intenso, que mezcla viento y lluvia en forma de remolino o vórtices.
Rocío: no es propiamente una lluvia, pero sí una precipitación acuosa que se forma en las noches frías y despejadas, por condensación de la humedad del ambiente.