Rafael Uribe Uribe fue masacrado a golpes de hachuela hace cien años. El 15 de octubre de 1914, Uribe Uribe sufriría el atentado a las puertas del Capitolio. Agonizaría hasta morir el 16.
La historia oficial dice que los asesinos fueron dos artesanos, Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal, quienes decidieron asesinarlo por cuenta propia, culpándolo de su propio desempleo. La historia verdadera de quiénes fueron los autores intelectuales se conoce en grandes detalles gracias al libro de Marco T. Anzola Samper, “¿Quiénes son?, publicado en 1917 y que le valiera al autor persecuciones y amenazas de muerte.
(Ver:
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/derecho/asesinato-del-general-uribe-uribe-quienes-son)
En la página siguiente del título mismo del libro podemos leer:
“Estudio del proceso—Réplica al Fiscal de la causa—Demostración de la responsabilidad conservadora. Culpables procedimientos de las autoridades y de altos empleados del Gobierno—Complicidad de los Jesuitas y del Director de la Policía Nacional en el crimen”.
A través de 260 páginas de estudios, Anzola Samper demuestra minuciosamente que los autores intelectuales del crimen, tal como lo dice en la primera página, fueron las oligarquías conservadoras, los jesuitas y el Director de la Policía Nacional. Por medio de entrevistas, análisis de los hechos y de documentos de la época, Anzola Samper desmenuza la farsa de la investigación oficial que se empeñó en mostrar a Galarza y a Carvajal como los únicos autores intelectuales y materiales del crimen. Los testimonios de algunos testigos fueron manipulados y los testigos que tenían información clave para resolver el crimen no fueron entrevistados o sus testimonios fueron desechados.
El asesinato de Uribe Uribe fue un asesinato anunciado. Hasta el mismo Uribe Uribe recibió una nota anunciándole que iba a haber un atentado contra él. Mucha gente sabía que el crimen sería cometido y hubo una incitación por parte de los medios de comunicación liberales y conservadores para crear el ambiente que justificara su asesinato. Como lo publica Luis Zea Uribe en su artículo “Los últimos momentos de Uribe Uribe”, en Credencial Historia de noviembre de 2004, “unos meses antes del asesinato en el periódico bartolino Sansón Carrasco (apareció una caricatura) con la leyenda ‘para que se inspire el bobo Galarza’”, donde se muestra a la muerte con una guadaña frente a Uribe Uribe con pico y cuerpo de águila.
Una carta proveniente de Venezuela, también citada por Zea Uribe, indicaba que allí ya se había anunciado el asesinato, aún antes de que ocurriera: “El 16 de octubre de 1914 el colombiano Manuel Pinzón Uscátegui, residente en Caracas escribió a El Tiempo de Bogotá: ‘Desde hace tres días se habla aquí de que ha muerto trágicamente en Bogotá el general Uribe Uribe. Si así fuera sería una gran vergüenza para esa tierra’. La carta de Pinzón Uscátegui llegó a Bogotá a principios de noviembre y ocasionó un gran revuelo. ¿Cómo era que en Caracas se hablaba de la muerte del general Uribe Uribe tres días antes de que ocurriera?”.
Cien años más tarde, la historia oficial reza que “el crimen nunca fue esclarecido”. No fue esclarecido porque los autores intelectuales del crimen nunca fueron enjuiciados, a pesar de toda la evidencia que había en su contra. Era imposible que el establecimiento se juzgara a sí mismo. El complot de la oligarquía y el clero contra el más avanzado pensador liberal de la época y que de no haber sido asesinado habría llegado a la presidencia, mató cualquier visión librepensadora y modernista en Colombia. El esquema de este asesinato se repetiría muchas veces a lo largo del siglo XX con otros líderes, empezando con Jorge Eliécer Gaitán, quien curiosamente, de niño pronunciara un discurso durante el sepelio del líder asesinado.
Anzola Samper acusa en su libro con nombres y apellidos a los participantes en el complot para asesinar a Uribe Uribe, entre ellos al cura jesuita Rufino Berenstain, al director de la Policía Salomón Correal, quien por algo sería que llegó a ser conocido en su época como “El general hachuela”, todo auspiciado por el presidente Concha quien protegió al general Salomón Correal a pesar de los testimonios que lo implicaban directamente en el crimen. Esta acusación le valió el exilio a Anzola Samper y toda la documentación recopilada en su libro, obviamente fue ignorada y la historia escrita de manera que solo quedaran en la memoria colectiva y oficial los nombres de los dos artesanos que fueron utilizados para llevar a cabo el crimen. Sin embargo, Anzola Samper también narra la participación de un tercer personaje en el acto de asesinato mismo: “El general hachuela”, quien según una testigo, dirigió a Galarza y Carvajal en la escena del crimen.
En mi relato, “A golpes de hachuela”, he recreado el magnicidio, narrado desde el punto de vista de un inesperado viajero en el tiempo que se convierte en uno de los autores materiales del crimen.
(http://www.escritoresyperiodistas.com/NUMERO68/hachuela.html)
La historia de Colombia que aprendimos está más cercana a la ficción que a la realidad, y contradictoriamente, la ficción puede contener elementos más cercanos a la realidad por el simple hecho de poder recrear un momento de la historia con la fuerza de la imaginación, basándose en hechos reales.
Como la mayoría de los lectores habrá notado, en este día no hubo grandes conmemoraciones, los periódicos y revistas si acaso se dedicaron a publicar biografías pormenorizadas del mártir, llenas de fechas y de detalles triviales. Casi ningún medio investigó ni publicó las causas del asesinato de Uribe Uribe como lo planteaba Anzola Samper y pocos fueron los que hablaron del complot para acabar con su vida. La razón es muy simple, el complot continúa, tal vez con otros actores, con otras víctimas y por otros medios, pero la ideología que lo produjo sigue siendo la misma.