Marinela*, de 13 años, fue raptada por un grupo de hombres el pasado lunes 12 de enero en las horas del mediodía, cerca de la casa de su difunto abuelo y donde venía viviendo con su madre.
Nadie, de los pocos que alcanzaron a ser testigo del rapto, se fijó en el número de la placa del vehículo en el que se la llevaron. Al parecer, fueron cuatro hombres, quienes la mantuvieron cautiva por más de cuatro horas, tiempo durante el cual la habrían sometido a un sospechoso interrogatorio.
El caso fue conocido por la Policía, pero como se resolvió tan rápido y la menor, aparentemente, sólo fue objeto del sospechoso interrogatorio, el suceso ni siquiera fue reportado en el Boletín Interno de la Policía.
Tal vez por eso ningún medio de información de Santa Marta se enteró del hecho y si alguno de los que se la pasan husmeando las noticias judiciales que ocurren a diario en la ciudad, se hubiera enterado, de seguro la habría informado como el intento de secuestro de una niña, frustrado por la equivocación de sus propios autores.
Sin embargo, ayer cuando fui al lugar para indagar sobre lo sucedido, no solamente me enteré que la niña y su madre habían abandonado el sector residencial, sino que también pude constatar que el hecho seguía siendo muy comentado entre los habitantes de ese sector, ubicado entre las calles 19 y 20 con las carreras séptima y octava del centro de la ciudad, tanto, que todo el mundo por allí ha entrado en una especie de pánico postraumático, pues no hay que olvidar que esa área de la ciudad, localizada cerca del parque y cementerio San Miguel, fue la otrora zona de guerra de las dos familias guajiras, los Cárdenas y Valdeblánquez, quienes se enfrentaron a muerte durante la vendetta más larga que ha tenido Colombia en toda su historia, en las décadas de los 70 y 80.
Y como la pequeña víctima del secuestro por unas cuantas horas del pasado lunes es nadie menos que la nieta del antepenúltimo miembro de los Cárdenas, cuyo nombre era Albenis Cárdenas Ducat, asesinado dentro de la cárcel de la urbe por los años finales de la vendetta y a principio de los 80, la preocupación de los moradores del sector residencial se ha centrado más que todo en creer que podría tratarse del resurgimiento de la vieja rencilla entre aquellas dos familias guajiras. Claro que, si fuera así, podría ser una nueva versión totalmente diferente, tal vez alimentada por una especie de secuela hereditaria de odio y venganza, traspasada de genes en genes o por el ADN de cada uno de los muchos hijos huérfanos que quedaron tras el exterminio de ambos clanes guajiros ya que, de aquella guerra fratricida, de los que la protagonizaron, ya nadie queda en pie sobre la faz de la Tierra, porque todos murieron hace más de 30 años.
Por eso, los residentes del mencionado sector, han empezado a creer que se trata del resurgimiento de la vieja rencilla que se creía cicatrizada. Pues, no solo la pequeña joven raptada es nieta de uno de los Cárdenas difuntos, sino que también los interrogantes que le hicieron, según se divulgó, durante las horas en que estuvo con sus raptores en contra de su voluntad, dan para pensar en ese posible revivir de la peor experiencia que ha podido tener cualquier sector residencial en Santa Marta desde su fundación.
De acuerdo con lo que se escuchó ese día siguiente del preocupante rapto por entre la comunidad alarmada, la niña le habría comentado a su madre lo que supuestamente sus captores le preguntaron. Pero lo que más llamó la atención de los habitantes, sobre todo de los vecinos más antiguos, pues ellos son los que han seguido viviendo todas sus vidas allí y jamás han salido de aquel lugar ni siquiera cuando vivieron en carne propia aquella vendetta larga entre balaceras, estallidos de granadas, bombas y carros bombas, es lo que se presume le averiguaron a la menor: acerca de la presencia en la casa heredada de su abuelo de uno de los hijos mayores del también difunto desde hace más de 30 años, Toño Cárdenas Ducat, es decir, un tal 'Giovanny, quien hoy en día debería tener unos 40 años de edad.
Le averiguaron si en la misma casa se encontraba Giovanny, supuesto nombre del hijo que Toño Cárdenas tuvo con una india en Dibulla, Guajira y a quien se trajo siendo un niño, para que viviera con él en Santa Marta durante el tiempo en que perduró la vendetta en la ciudad, entre 1973 y 1986, hasta cuando mataron al último del clan guajiro, es decir, Toño Cárdenas Ducat, su padre y quien habría sido el que comenzó la guerra de sangre, al matar al primer Valdeblánquez de nombre Hilario en el pueblo guajiro en que nacieron y vivieron como vecinos, hasta que se presentó el incidente del deshonor por el incumplimiento de un compromiso matrimonial, el verdadero resentimiento vengativo que prendió la chispa de la vendetta en las dos familias.
Algunos datos para argumentar esta nota periodística fueron obtenidos del libro ‘Crónica de una vendetta’, el cual narra la guerra que ambas familias sostuvieron en Santa Marta. (www.boobok.co)
*Nota: El nombre de Marinela es ficticio por tartarse de una menor y por su seguridad.
Fuente: www.elinformador.com.co