En Japón viven las mujeres más longevas del mundo, concretamente en la Isla de Okinawa. La tasa de obesidad en el país es solo del 5%, frente al 33% en Estados Unidos o el 26% en España, con datos de CIA World Factbook. El país del punto rojo tiene una de las menores tasas de enfermedades cardiovasculares. De hecho, la esperanza de vida media nipona es la segunda más alta del mundo, con 91,8 años y solo después del Principado de Mónaco.
¿A qué se debe este prodigio? El comité científico de Life Length, empresa española que comercializa la tecnología para la medición de telómeros (extremos de los cromosomas) nacida al amparo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), estima que la longevidad de un individuo depende en un tercio de su genética, y en dos tercios de sus hábitos. Así las cosas, toca investigar en las costumbres de los sosegados japoneses. El informe Blue Zones, de National Geographic Society, afirma que estas son las lecciones aprendidas tras su visita a la isla de Okinawa, una zona que condensa el núcleo del bienestar nipón.
Confían en una dieta vegetariana. “Las personas mayores se han nutrido de plantas durante toda su vida. Su almuerzo se compone de verduras salteadas, con patatas dulces y tofu: alto en nutrientes, bajo en calorías. La carne se reserva para ocasiones especiales”, reza el estudio. Además, la mayoría de sus platos incluyen soja, a cuyo grano se asocian beneficios contra el colesterol, como ha publicado el American Journal of Clinical Nutrition, o por la prevención del cáncer de mama. De esto último no hay evidencia científica, pero la Asociación Española Contra el Cáncer asevera que en los países orientales la incidencia de la enfermedad es mucho menor.
Gozan de su jardín. “La mayoría de los centenarios de Okinawa cultivan algo en un jardín, lo que les obliga a la actividad física diaria”, cuenta la investigación de la organización internacional sobre educación y ciencia.
Cuidan la comunidad. “Este apoyo financiero y emocional”, proclama el informe de National Geographic Society, “reduce la ansiedad de sus integrantes”. Según la OMS, el estrés es una de las principales amenazas a la salud en el siglo XXI. Rituales como la ceremonia del té forman parte de esta cultura grupal.
Pasan mucho tiempo al aire libre. De este modo, potencian la absorción de vitamina D, que ayuda al cuerpo a la asimilación de un mineral esencial como el calcio. Su deficiencia es uno de los factores de riesgo de la osteoporosis.
Permanecen activos. Jardinería y paseos son las principales actividades que achacan a la comunidad tradicional japonesa desde National Geographic Society. “Además, tienen pocos muebles: se relajan y comen en tatamis”, prosigue su informe. Esta estera tradicional, según el fisioterapeuta Luis P. García Coronado, obliga, al carecer de respaldo, a sentarse con la columna erguida y el abdomen tenso, evitando posturas perjudiciales. Los dolores tardan, pues, mucho más en aparecer.
Como afirma Alfredo Tucci, experto en la cultura y tradición japonesa y editor de la revista de artes marciales Cinturón negro, los hábitos en Japón son multidireccionales. Ni todos los nipones son vegetarianos (muchos comen pescado) ni la calma impera en cada uno de sus rincones (como ejemplo, el alocado Tokio). Sin embargo, el especialista sí encuentra un denominador común que conduce al bienestar: la filosofía de la perfección. “Los japoneses son los mejores en coger lo que funciona y llevarlo a su esplendor, desde la tecnología a la tradición. De hecho, allí conservan un culto a la artesanía o a la cultura del samurái, que es como si en España aún hubiera caballeros andantes o se fabricarán armaduras: algo impensable”. En opinión de Tucci, el aislamiento de las islas ha convertido a sus moradores en férreos defensores de la vida buena, pues la modernidad arrolladora siempre les pasó de refilón. Por eso, aunque las cosas hoy estén cambiando, en las maravillosas montañas que salpican su geografía, hay ancianos que sobreviven al tiempo (es el segundo país del mundo con más centenarios: 40.000 registrados) mientras montan sus arreglos florales o leen haikus en sus minkas de bambú (casa rural japonesa).
Fuente: elpais.com