Al rededor del mundo, cientos y miles de personas huyen a otras naciones para resguardarse ante cualquier razón, dejar todo lo que tenían y llevarlo en una maleta o ni si quiera, sólo irse con las manos vacías a ser adoptados por una patria distinta.
Se dice que el deporte y el arte, son prácticas sin distinción de raza, color de piel o cultura, y unen a las sociedades y forman amistades...probablemente en este post no haya nada más cierto que esto.
Mientras Fadi lanza un tiro penal al fondo de la red, es difícil creer que hace solo unos años el adolescente sirio pensó que sus días de fútbol habían terminado cuando una casa se derrumbó sobre él en un accidente en su Aleppo natal.
El joven refugiado, que sufrió una fractura en la pierna y la espalda, ahora vive en Irlanda, donde un torneo de fútbol ha atraído a multitudes que son tan entusiastas como las que se reunieron en Rusia para la Copa del Mundo, aunque más pequeñas.
La Copa del Mundo se juega en Rusia, si, pero la Copa Mundial Fair Play se lleva a cabo en el centro de Dublín: este es el torneo que cada verano europeo propone nuclear a los refugiados que se encuentran en toda Irlanda para que disputen un torneo de futbol.
Hay jugadores de Siria, Myanmar, Sudán del Sur, Vietnam. El objetivo es integrar, pero también restaurar una nueva imagen de los refugiados. “No somos números, explica un chico del grupo étnico Rohingya, queremos demostrar que somos iguales a todos los demás”.