Sí, querida…
Él, despertó lentamente y no era la hora usual, ni siquiera había aún amanecido, mas sintió entonces que era el momento perfecto, para disfrutar, los rincones de su cocina, en la apacible compañía de solo su gato, que festejando el noctámbulo encuentro, se frotaba contra su pierna, en señal de auténtico arrumaco. Fue entonces que así, preparó su café, con dos colmadas cucharadas, esta vez, y hasta se dio el permiso de colocar azúcar tres veces y hasta una mas, nadie lo estaba mirando, controlando, incitando ni dirigiendo. Aún así, se acercó a la puerta de la cocina y husmeó hacia el living, el silencio de la madrugada tranquilizó su porte, pero aún, con cuidado y tembloroso, pulsó dos veces el ruidoso encendido eléctrico de la cocina. Y una vez mas, pero la hornalla no encendió, entonces desistió enseguida, abrió el cajón de el bajo mesada y se decidió por los fósforos, que esta vez sí resultaron. Sonrió. El agua estaba calentándose y él comenzaba a batir enérgicamente su ansiada infusión, tarea para lo cual se trasladó al balcón del departamento. Cuando el batido tomó consistencia cremosa y hasta casi blancuzca; Entró, tomo la pava y disfrutó también del final de éste, ya casi un ritual. Acomodó la silla, levantándola, evitando el bullicio y finalmente se sentó, con su taza humeante en la mano, el gato en el regazo y un libro. Un sorbo, dos, otra sonrisa complaciente, el inicio de una lectura… Un ruido… Dos… Él se levantó de su silla, el gato saltó de inmediato y se escondió en un rincón, hubo otro ruido, aún mas acentuado, fue entonces cuando saltó hacia la mesada a volcar el contenido y enjuagar su taza. Buscó un saquito de té, que colocó en la misma taza, escondió el azúcar y se dispuso a esperar, que el agua hirviera, que la puerta se abriera… Y se abrió. Miryam se notaba ofuscada, estaba despeinada y su mirada era dura e inquisitiva, mas su voz se notaba extrañamente serena, hasta melodiosa, propia de esa hora de la madrugada. Apagó la luz principal de la cocina. Esto cambió el ambiente notablemente. Ahora la escena había cambiado en cuestión de segundos. Solo quedaba una pequeña luz arriba de la mesada, suficiente como para controlar el agua. Ella dijo suavemente: - Qué hacés? … el contestó: - Nada, tomo un té, no podía dormir. Ella insistió: - Té? … Miryam cerró el libro, que había quedado sobre la mesa y con una mano sobre la tapa del mismo, exclamó, en lo que ahora ya era bastante parecido a un grito: - Vos no estarías preparándote café, No? Mirá que yo estaba dormida, muy tranquila y me despertó un ruido raro, eeh! Sabés que me tengo que levantar a las 6.
Él quiso explicar:- Si yo no…
Ella interrumpió:- Sabés que no podés tomar café de noche, que te desvela peor. Además qué habíamos quedado con el azúcar? Además café? Con la presión como la tenés vos, café? Porque si vamos a hacer vida sana, vamos los dos, si no, no sirve. Para qué compré los sobrecitos yo? (Va hacia el aparador y trae sobres de edulcorante), para qué me ocupo? Mirá, hasta esta cajita preciosa compré… Pero qué boluda que soy, le pinté pajaritos, de color celeste, como tu equipo de fútbol, te acomodo los sobres, te pongo todo en su lugar, qué mas querés que haga? Después te levantás a la madrugada y hacés todo al revés. . . Ella elevaba el tono aún más y el apacible momento de Roberto, habíase convertido en un intimidante cuestionario, que solo lo tensionaba aún mas.
Ella se acercó a la cocina y tomó la pava, dijo:- Sentate ahí que yo te lo hago. Roberto obedeció e intentó tomar su libro, más ella, presurosa y muy atenta, se anticipo:- No, no… No te vas a poner a leer ahora también. Después te desvelás en serio y no servís para nada, vos te acordás que hoy me ‘tenés’ que acompañar a la tarde, que baila la nena de Fabi? …
Él dejó el libro y tomó la taza, ella abrió un sobre de edulcorante lo echó en la taza y batió enérgicamente, luego dijo:- Ves? Éste es el ruido que me despertó, ‘querido’… Cuando vos vas… … Bué, che! Apagá todo, ahora, he! . . . Qué hace el gato adentro? Qué hace? Sacame este bicho de acá, lo único que falta. Abrió la puerta del balcón y echó al gato con una patada. Suavizó el tono y se despidió diciendo:- Me llamás cuando te vas?... Cerró la puerta con fuerza y el sonido de un adorno colgante que tenía varias campanitas, coronó el epílogo de la escena. Bebió un sorbo de la taza y la dejó a un costado. Abrió el libro y leyó, justamente: “Dicen que cuando suena una campana, un ángel recibe sus alas”… Luego, en voz alta, expresó:- Creo que me equivoqué de libro. Desde el living pudo oírse la voz de Miryam:- De vida te equivocaste!!! Y hacé el favor de acostarte…
Roberto se acercó a la ventana, hizo mimos a su gato, que se frotaba contra el vidrio cerrado, volcó el contenido de la taza, la enjuagó, apagó la luz pequeña y se dirigió al cuarto, en puntas de pié.
En la película “Mi primera Boda”, con guión de Patricio Vega y Dirección de Ariel Winograd, puede verse una singular escena que bien podría pasar desapercibida, entre tantos otros momentos, de esta genial comedia protagonizada por Nati Oreiro y Daniel Hendler.
En el patio del caserón donde se celebra el festejo, encontramos a los que son los padres del novio, interpretados por Gabriela Acher y Gino Renni (Raquel y Raúl). Y el diálogo que se establece es fundamentalmente interesante, me llamó la atención desde la primera vez que la vi. Se sucede de la siguiente manera:
RAQUEL: - Menos mal que el departamento está a tu nombre… Raúl, acordate lo que YO te digo, en dos años hay que hacer la división de bienes.
RAÚL: - Bueno, basta! Raquel, basta. Me tenés podrido, hace cuarenta años que me tenés podrido. Protestando y protestando, mala onda!!! No tenés paz ni cuando se casa tu hijo.
En ese preciso momento, uno, como espectador, se siente conmovido y hasta identificado, si se quiere, de alguna manera, con la repentina explosión verborrágica del personaje de Renni, pues se atreve a ‘expresarse’ ‘defenderse’ y soltar un bagaje de sentimientos encontrados. Mas luego, ante la respuesta de su prepotente mujer, de inmediato, baja la cabeza y desiste de su actitud. Ella dice: - Pero, cómo te atrevés a hablarme así? Vos sabés con quién estás hablando? … (él cambia la actitud de inmediato y cabizbajo contesta)
Él contesta:- Sí… Disculpame.
La valiente actitud de ‘nuestro héroe’, duró lo que un suspiro y su intento por reivindicar su ‘don de gente’, se esfumó tan rápido como la voz de ella comenzó a elevarse.
Viendo esta escena, rememoré a varias parejas de gente conocida.
De hecho, justamente, hace un corto tiempo, he sido testigo de una dominante mujer de unos veinti tantos años, que comienza a noviar con un carismático joven, unos años menor que él. Al principio de la relación todo eran dulces y rosas, mas al tiempo, ella comienza a ‘invadir’ sus espacios, ‘corrigiendo sus modismos, forma de vestir, actuar, hablar y logra decidir hasta que personas él debe frecuentar.
Cuando de la violencia hacia la mujer se trata, hemos muchas veces oído que él la aleja de sus amistades y cosas por el estilo. Bueno, aquí es exactamente igual y aún peor, con
la excusa de los celos PRIMIGENIOS, que al principio, suelen representar un cierto’ gesto tierno’ de la persona que cela, mas luego a volviéndose en una especie de contrato de posesión ineludible y soporífero. Tal es así y en este caso particular al que me refiero, el joven en cuestión cambió sus modos, lugares, estilos y hasta preferencias, pues incluso, hasta la carrera universitaria que había elegido, fue reemplazada por una mas ‘conveniente’. Según la visión de la vida de la ‘dama en cuestión’.
Hubo un ‘modo’ que llamó poderosamente mi atención, en principios de aquella inminente relación. Él Joven intenta hacer valer su pensamiento, defendiendo su forma de ser/vestir/opinar/ir y volver, mas cuando ella empieza a imponerse y él trata de defender su estilo, ella adopta una sutil artimaña, que resulta totalmente efectiva. Lo carga de culpas, haciéndole ‘entender’ que él es ‘responsable’ del poco entendimiento que sufre el recién iniciado idilio. Entonces lo ‘amenaza’ con abandonarlo. Sugiriendo que “Si son TAN distintos”, tal vez no deberían estar juntos… él entra de inmediato en un empacho mental, lleno de dudas y cuestiones y comienza a pesar en la embaucadora balanza, hasta donde vale la pena ceder, a fin de continuar decorando el idílico ‘nidito de amor’.
Así, de a poco y sin notarlo, como autómata programado, aprende a ‘obedecer’, sin cuestionar demasiado ninguna ‘sugerencia’, amparado por su idea del disfrute y al tiempo está viviendo una vida ajena, aunque lejos de lo que alguna vez ambicionó, pero políticamente correcto y con el atuendo apropiado, ahora ya sí, podrá exhibir su título de ‘Novio de’ .
Todos sabemos de cantidad de casos en los que una persona se enamora y al cabo de un corto tiempo, su pareja cuestiona y critica las actividades y amistades que el otro/a realiza/tiene. A saber, el típico caso de la bailarina que conoce a un muchacho que le lleva flores a la salida de un teatro y galantea y la pretende, pues se vió deslumbrado por su gracia. Mas todo aquello que a él le resulto conmovedor e hizo que se sintiera atraído por la chica, es ahora, que ya son pareja, lo que él mas desteta y desea que ella abandone. Es como que se estableciera un ‘título de propiedad’ innato. Bueno, en el caso inverso ocurre exactamente lo mismo.
La violencia no es solo física y eso es bien sabido, mas el maltrato verbal, comienza tenuemente a veces en forma graciosa, a modo de ‘prueba’ y luego va acrecentando sus espacios, gana terreno y puede tornarse, sin querer en una muy fea costumbre ‘ya instalada’ en la pareja. Aunque que ella, menosprecie a su novio/marido, con frases desmerecedoras, delante de otras personas, solo demuestra un sentimiento de inferioridad propio. Y en muchos casos, termina en pequeños maltratos físicos, como pellizcotes en el brazo, simpáticos exabruptos en público, donde ella deja notar visiblemente que es quien DECIDE, donde, como y porque.
El tema es en si tabú y el estereotipo de que el varón sea el ‘sexo fuerte’, hace mucho menos expuesto el tema y pasa, en la mayoría de los casos, desapercibido.
Hace unos meses, fui testigo de una afirmación no muy auténtica, aunque sonaba convincente y acopiaba aplausos y vitoreos.
En un pub, en un espectáculo de humor, varias damas hacían alarde del feminismo, con canciones alusivas y chistes de ocasión muy bien planteados y ocurrentes. Muchas letras de sus canciones te hacían, de alguna manera, hasta ‘tomar partido’ de la imprecación. Mas en cierto momento de la velada, una de las damas, pide un fuerte aplauso en contra de la violencia de género hacia la mujer y exclama textualmente: ‘CHICAS… MINETAS… NO EXISTE PRECEDENTE EN NINGUNA COMISARÍA DE ‘UNA SOLA’ DENUNCIA DE UN HOMBRE GOLPEADO’… Por supuesto el boliche
estalló en euforia y el mensaje quedó instalado en todos los presentes, como revelación auténtica e irrefutable.
Mas yo mismo me quedé pensando en sí eso era en realidad por completo verídico, ya que, es sabido que en demasiadas ocasiones, a las mismas mujeres, se las desoye, maltrata e ignora, cuando se apersonan en una comisaría a realizar una denuncia de violencia de género.
. . . Bueno, ahora el tema se torna mas espinoso de dirimir. Imaginemos lo que puede ocurrir en el caso de que un ‘macho argentino’, ingrese en el hall de una delegación policial, sea atendido por un oficial, (En el mejor de los casos varón), y éste lo indague al respecto. Y el señor deba explicar que el motivo de su presencia allí es denunciar por maltratos físicos y psicológicos a su ‘señora’.
Hay también en estos casos, varias formas en las que el maltrato suele presentarse, en formas mas evidentes, en otras mas irreverentes, en otras mas difíciles de manifestar/admitir.
El llamado ’desgaste’ de la pareja, suele ser solo una etapa de transformación en una relación y por lo general, el tedio puede resultar en redescubrir a la pareja, en muchos otros casos, la relación se vuelve enfermiza y la traumática relación resulta en patología neurótica.
Algunos investigadores afirman que ningún tipo de violencia que se ejerza contra el hombre es violencia de género, tomando como referente la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer de 1993;
En 1999 se estimó que los varones son 1.5 veces menos propensos a reportar a la policía este tipo de abusos perpetrados, en comparación a las mujeres.
El Estatuto de Roma indica en su artículo 7(3) que el término género implica a ambos sexos.
La violencia femenina sería socialmente menos reconocida que la masculina y en ciertos casos, negada por los varones, quienes no aceptan que son víctimas. Las mujeres por lo general utilizarían formas indirectas para expresarla y se sugiere que muchas veces cuando éstas han sido violentas, lo son con justificación por haber sido previamente víctimas; de esta idea nace el concepto de «agresor primario», que relaciona la actitud violenta de la mujer con la existencia de episodios con parejas anteriores o violencia que le llega de crianza. Ya conocemos el excelente escrito que dice: Si un niño vive golpeado, aprende a golpear… Y así…