Aunque no hay números oficiales, cada vez más familias deciden formar a sus hijos en sus hogares disconformes con la educación formal.
"A veces, cuando en tenis o en jockey me preguntan a qué escuela voy, y yo les cuento que a ninguna, porque estudio en casa, lo ven como medio raro, pero entienden. Y enseguida todos me dicen: ¡Qué bueno! ", cuenta Corina Kerr, que sólo fue a una escuela con aulas, maestras, directora, patio y demás durante el jardín de infantes y el primer grado. Preparada por su madre en su propia casa, rindió libre segundo, tercer y cuarto grados de la primaria. Ahora, a los diez años, está estudiando los contenidos de quinto, según un régimen de educación a distancia.
Corina y sus hermanos -Santiago de 8; Sofía, de 5, y Timoteo, de 3- se levantan "relajados" y, a las 9, se instalan en el living de su casa, en Pilar, con los libros y cuadernos de la materia que les corresponda y bajo la mirada y guía de su madre, Silvina Kerr. Una escena similar se vive a diario en la casa de la familia De Peu, en Belgrano, donde Stacy conduce el estudio de sus hijos Charlie, de 10 años; William, de 9, y Nathaniel, de 7, según la currícula de quinto, cuarto y segundo grados que rendirán como alumnos libres a fin de año en una escuela pública.
Los Kerr y De Peu adoptaron la modalidad de la educación en casa o homeschool, que ha crecido en los últimos años sobre todo en los Estados Unidos, único país del que se conocen cifras de este fenómeno (ver aparte). En la Argentina, este fenómeno aún no es registrado por las autoridades educativas, que no lo prohíben, pero tampoco lo promueven.
"Yo no estoy en contra de la escuela; es el momento que estamos viviendo", explica Mara Vanthienen de Fraile, de San Isidro, que tiene cuatro de sus doce hijos cursando primario y secundario fuera de la escuela tradicional, con un sistema de educación a distancia. En los 25 años de escolarización de los ocho hijos mayores, Mara advirtió una creciente decadencia educativa y notó que cada vez más sus chicos volvían a casa "angustiados, sin hacer lo que les gustaba". Con su esposo, Guillermo, dijeron basta. "Ninguno de los chicos había tenido problemas de comportamiento ni de aprendizaje, pero con la octava hicimos un quiebre", recuerda Mara, y enumera a los que están cursando a distancia: Felipe, de 17, que termina este año el secundario que cursó prácticamente por entero en su casa y que se está preparando en física y matemáticas para estudiar arquitectura en la UBA; Andrés, de 15, en tercer año del secundario; Tomás, de 13, en séptimo grado, y Candelaria, de 12, en sexto.
"Por mi inquietud de encontrar el ideal de escuela, han ido cambiando de institución y nos ha tocado de todo. Fueron a colegios donde la pedagogía estaba muy instalada, pero fallaba lo social, ya que eran los primeros alumnos de un colegio que se abrió nuevo? Vimos que se promete educación personalizada, pero a los dos años te das cuenta de que se convierte más en una empresa que en una escuela. Por eso buscamos colegios para que estudien a distancia y encontramos más de lo que creíamos que había y los anotamos en el colegio De la Victoria, de San José de Metán, Salta", relata la madre, frente a los cuadernillos recién impresos y anillados con el material teórico y práctico enviado desde Salta para el segundo trimestre, que comenzó esta semana.
Silvina Kerr y su marido les enseñan a sus hijos en el living familiar.
Borges ironizaba sobre la buena educación que había recibido... hasta que debió comenzar la escuela. Pero más allá de los cuestionamientos a la educación formal, el homeschooling genera discusiones entre los teóricos de la educación. Se cuestionan si la obligatoriedad implica presencia y si la socialización se logra meramente por estar en grupos de pares.
"La ventaja de estudiar de esta forma es que tengo tiempo libre para hacer lo que me gusta, como tocar el piano. Hace poco también pinté una parte de la casa, cosa que no haría si tuviera que ir a la escuela. Estar ocho horas encerrado en un colegio es muchísimo", dice Felipe Fraile, a quien no le faltan amigos de sus actividades "extracurriculares".
En el país, para cumplir con la obligatoriedad de la enseñanza los padres pueden elegir entre establecimientos gestionados por el Estado o por privados, cuya estructura es la misma. En este contexto, Constanza Mazzina, investigadora de Eseade y coordinadora del área educativa de la fundación Libertad y Progreso, considera que la educación en la casa es una opción interesante "en un marco que desmonopolice y desregule la oferta escolar y permita la verdadera competencia entre sistemas educativos".
LAGUNA LEGAL
¿Es legal? "La ley federal de educación deja un espacio a este respecto, probablemente por no diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria. En este sentido, aparecen lagunas, contradicciones entre diversos artículos y, en definitiva, no queda el tema definido", afirma Mazzina.
"Por lo que hemos investigado, esto no está prohibido a nivel legislativo, pero tampoco está regulado. Es un tema medio gris", admite Silvina Kerr, que dedica sólo dos mañanas a trabajar como médica para priorizar la formación de sus hijos, que este año siguen los programas de educación a distancia del Ejército.
Ana Caraballo, psicopedagoga de la consultora Caraballo & Segat, que implementa el programa de coaching estudiantil desde hace ocho años, afirma: "La escuela en casa impide la posibilidad de compartir con pares diferentes momentos y actividades, competir y, entre otras cosas, aprender a convivir con las diferencias". A su oficina han llegado consultas de padres para aplicar este sistema "sólo en casos de fuerza mayor, como los que vienen desde el extranjero, y tienen un tiempo de desfase entre el sistema del que vienen y el nuestro".
En ámbitos gubernamentales no tienen registrado aún este fenómeno.
"Ultimamente se han acercado algunos padres, en general, con domicilio en la provincia de Buenos Aires que adhieren al sistema homeschool , que se usa mucho en las comunidades Amish, pero no tenemos demasiados datos", dijo la viceministra de educación porteña, Ana Ravaglia.
Las autoridades educativas de la ciudad, según esa funcionaria, no consideran apropiadas esas modalidades para el nivel primario, "salvo excepcionalmente, porque no hay construcción social de los aprendizajes tal cual prescribe el diseño curricular a través de la resolución de problemas". Ravaglia agrega: "Asistir a la escuela es algo más que una rutina; es asistir a un ámbito de socialización y de construcción colectiva de conocimientos". No obstante, dice la funcionaria, "lo importante es que el niño tenga su certificado que acredita la aprobación de un nivel obligatorio por ley y que nosotros como Ministerio de Educación podamos atender la necesidad puntual enmarcando el caso dentro de una normativa que, si no existe, se deberá pensar con vistas a implementar".
La búsqueda de la certificación de los contenidos aprendidos puede llevar a la incertidumbre de no saber "si se ha aprendido o si solamente hemos fiscalizado pasos formales", considera Mazzina..
Fuente: www.lanacion.com.ar