Para nada me interesa lo que puede aportarme en una entrevista televisiva la Sra. Martínez Bordíu.
A mi entender es una nieta de un hombre, sea cual fuere el pasado de este, nada cambiará la imagen que tenga de él su nieta.
Nieta o supuesta nieta, puesto que el Caudillo era un homosexual reprimido y ambas condiciones, cuando se dan, crean monstruos. Pero su nieta o pretendida nieta no tiene porque heredar esa cualidad.
Es más, su abuelo calificaría su vida como licenciosa. Fue y es una transgresora, tomando como base el baremo que su abuelo estableció y ha vivido como le ha dado la gana.
Hombres, fiesta, viajes y una actividad sexual por encima de la media; cosa la cual es muy sana.
Pero, de esa entrevista que no vi, no me interesa nada más que la fotografía de la señora con Bertín en un sofá (lo cual, conociendo ambas actitudes, podía haber acabado en una fiesta romana).
En dicha foto se aprecia un tapiz con motivos campestres, posiblemente japonés.
Una fotografía del abuelo que queda tapada por otra; pero en la que se aprecian los ojos del Dictador de mirada fría desde que se le murió su gran amor: Millán Astray.
Y…dos cuadros que serán lo que serán, la vista a veces engaña, parecen culos.
El de la derecha parece una mujer en la llamada posición de “mirando a Cuenca” y el otro, o son dos mujeres chocando sus pechos o es otro culo de los que alegran las miradas de los hombres.
Cuando menos curioso que la nieta del mayor represor sexual desde Torquemada cuelgue dos cuadros que desentonan entre lo austero y castellano del mobiliario.
Y en el sofá, un Bertín con camisa azul; por si el fantasma del abuelo andaba por la casa.
El semen de Franco germinó metafóricamente a muchas mujeres que han parido auténticas bestias; pero, a esta no, a Carmencita no.