¿Cómo expresar lo que pienso con total libertad, y al mismo tiempo respetar al otro?
¿Qué puedo hacer para no “paralizarme” cuando tengo que enfrentar una conversación con quienes piensan diferente?
¿Qué es lo que me produce temor al hablar?
La sensación de sentirme “evaluado” cuando expongo en público. Temor que será directamente proporcional a la cantidad de público involucrado o al rango jerárquico de quienes me escuchan.
Evaluado tanto en la “forma” como digo lo que digo, como asimismo en el contenido de lo que estoy transmitiendo. Con respecto al primer aspecto, existen muchos talleres para desarrollar habilidades de oratoria y el uso de medios audiovisuales para expresarse. La práctica constante y el feedback constructivo, será muy útil para incrementar la autoconfianza.
Quisiera enfocarme una vez más en la cuestión de “fondo” más que de “forma”. El primer paso será aceptar la emoción que nos embarga. Y para ello debemos considerar al temor como nuestro “amigo” ya que nos ayuda a prepararnos debidamente para preservar aquello que consideramos valioso.
¿Pueden imaginarse cómo sería nuestra vida si fuéramos ignorando toda señal de amenaza o peligro que tuviéramos por delante?
Eso no sería valentía. Sería una actitud absolutamente temeraria, y seguramente pagaríamos un alto precio por ello. Lo que debemos evitar es que el miedo se transforme en pánico y nos paralice.
Para ello debemos comprender en profundidad lo que está en juego en las conversaciones que sostenemos en las organizaciones.
En una organización conversamos -entre muchos otros temas cosas- sobre “realidades y posibilidades”. Veamos las diferencias entre una y otra:
REALIDADES
Cuando nuestras conversaciones giran sobre “afirmaciones” estamos describiendo “realidades”.
Por ej. : Si sostenemos que las ventas crecieron un 15 % en el último año estamos describiendo hechos que han ocurrido en el pasado y al cual nuestro “decir” debe ajustarse (alguien podría pedirnos evidencia que pruebe sin margen de duda aquello que afirmamos).
¿Solemos tener miedo frente a estas conversaciones? No. (A excepción de que no tengamos “la menor idea” de donde estamos parados. Y si esa fuera nuestra situación, tenemos entonces problemas mayores por el cual preocuparnos que la de hablar y ser evaluados).
Y la razón de ello es que hemos consensuado previamente los parámetros con los cuales “mediremos y/o describiremos” dicha realidad. En efecto, diversas culturas tienen diferentes parámetros acordados que son respetados por todos los miembros de su comunidad (“Yardas vs. Metros; Kilos vs. Libras, etc.).
POSIBILIDADES
Aquí la cosa cambia radicalmente porque nuestras conversaciones entran a girar sobre los juicios que realizamos.
Por ej.: Si consideramos como posible sostener dicho porcentaje del 15 % como incremento de ventas el próximo año.
Allí no estamos conversando sobre “realidades” sino sobre nuestra interpretación de aquello que consideramos posible o no. Y como todo juicio, éste habita en el particular observador que somos y de cómo interpretamos los hechos que acontecen .
La consecuencia “desafortunada” de esto, es que como somos observadores diferentes, tendremos interpretaciones diversas sobre aquello que juzgamos. Y es allí donde aparece el temor a ser descalificados por los demás.
Lo que ocurre aquí es que como solemos expresar los juicios como afirmaciones (“El incremento de ventas es bueno/malo/insuficiente”), creemos que la única posibilidad que existe es que los juicios sean “falsos o verdaderos” como ocurre con las afirmaciones. Y es aquí donde nuestra autoestima puede verse afectada, dado que lo que consideramos que está en juego es “quien tiene la razón”.
¿Que pasaría si expresáramos lo siguiente? “No comparto ese pronóstico de incremento de ventas dado que frente al cierre de exportaciones (afirmación) nuestras posibilidades de un crecimiento mayor serán mayores (juicio)”. Como verán, nuestros juicios para ser válidos deben ser fundados en afirmaciones.
Y dado que podemos no ser conscientes de todos los hechos que acontecen (de hecho no lo somos), ¿por qué tener miedo de que alguien aporte nuevos elementos que desafíen nuestras interpretaciones sabiendo que éstas se basan en percepciones parciales de la realidad?
Es más, cuando exponemos algún juicio deberíamos (además de informar los hechos sobre lo cual fundamos el mismo) indagar sobre si alguien dispone de información adicional que pudiera modificar el juicio que estoy realizando.
Si no estamos dispuestos a aceptar que nuestros juicios son “provisionales” y que por lo tanto no tienen carácter de “verdades universales”, es porque interpretamos que lo que está siendo cuestionado no son nuestras opiniones, sino nuestro propia persona.
Y allí es donde en realidad se encuentran nuestros temores. Cuando consideramos que la opinión diferente del otro constituye una “amenaza” para nosotros mismos.
En otras palabras, estamos confundiendo lo que “pensamos” con lo que “somos”. Y lo que define nuestro ser no es lo que pensamos sino lo que “hacemos”.
Cuando aceptemos la diferencia entre ambos y estemos dispuestos a aceptar y comprender la mirada del otro, habremos seguramente podido comprender que lejos de perjudicarnos la misma nos enriquece.
¿Será que tenemos dificultades para aceptar que “no sabemos” todo, y que nos cuesta dar autoridad al otro para que nos enseñe?
En definitiva, conectarnos con la humildad nos permite estar abiertos al aprendizaje compartido, y la construcción de una relación con el otro basada en la confianza.
Ello evitará el conflicto que aparece cuando le damos el lugar a nuestro “ego”, el que nunca será totalmente satisfecho.
Y como me comentó alguna vez un amigo, deberíamos tener muy presente que el ego se resiste tanto a desaparecer que “muere” 15 minutos después que nos morimos nosotros.
Fuente:
www.escuelarecrearte.com