NO ES BESAR LO QUE ESTREMECE
No es besar lo que estremece sutilmente desde dentro, es conocer...
Conocer que el delirio en que te hayas sumergido sin que puedas evitarlo, ese calor que se agolpa en las mejillas, esos ojos chispeantes que reflejan otros ojos chispeantes que los miran y la extraña ligereza que te invade de repente mientras los párpados ceden al fin y se entornan, acabará en un beso, y ese beso en otro beso, y otro más...
Sí, en un beso largo, intenso, con sabor a caramelo y a bizcocho de canela y limón, con aroma de vainilla y de jazmín y el sonido de un susurro imperceptible que aprisiona los sentidos en un trance, embriagados de un placer incontenible que a pequeños sorbos va escapando entre los labios abrasados y fundidos, como el néctar apreciado de una fruta deliciosa.
Temblorosas, las manos, surgen lentamente igual que labios amorosos y acarician la piel que estremecida, sensible a todo, se deja hacer, se somete, al roce acompasado de ese tacto conocido pero nuevo en cada nuevo intento, en cada intento que intensamente provoca, desea, persuade, incita... ahora mismo y desde siempre.
Y entonces, sólo entonces, te reirás del tiempo, reirán los dos con suavizada sonrisa, sin molestar al silencio en esa intimidad que les pertenece; reirán al conocer que se les esfuma la vida en cada instante salvo mientras vuestros labios permanezcan tiernamente confundidos en abrazo palpitante, y entonces ya no les importará que el reloj no cese en su andar, no pare y descanse en su monótono camino circular, porque sabrán que su tic-tac, apremiante y rotundo, se hará mudo cada vez que vuestras almas, desnudas, apasionadas, cara a cara y en silencio prolongado, se entrelacen nuevamente en otro beso.
® 2017-Julio Casati
Fuente: www.radiolashorascontadas.blogspot.com.ar