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Luego de 15 años de ineficacia e improvisación, los venezolanos observamos como el sistema de salud público cada día se convierte en un servicio degradante y de mala calidad debido a la ausencia de una institucionalidad unificada, consolidada y descentralizada, además de una política encaminada a destruir, por la vía “revolucionaria”, el modelo tradicional de administración de la salud. Para comprender la complejidad de esta situación es necesario revisar sus antecedentes antes y después del gobierno “revolucionario”.

Otro fracaso

Cuando entramos en el Siglo XXI ya veníamos arrastrando una crisis de la salud de una dimensión significativa. El modelo de salud que se implantó en la década de los sesenta en Venezuela, que fue modelo para Latinoamérica, para finales de los ochenta e inicios de la década de los noventa lucía agotado y no respondía a la complejidad y demandas de una población que crecía de manera exponencial. Se hicieron grandes esfuerzos a partir de 1989 para descentralizar y desconcentrar hacia los estados los procesos de gobierno, delegando competencias y recursos como una manera de desmontar el elefante blanco en que se había convertido el Estado Centralista, pero este esfuerzo no fue suficiente, aunque hubo particularidades exitosas.

Durante la última década del Siglo XX, el solapamiento entre un sistema de salud que insistía en mantenerse centralizado desde Caracas y un sistema que comenzaba a aprender a dar los primeros pasos en una administración de la salud descentralizada derivó en una falta de coherencia entre las políticas y las estrategias de planificación y puesta en marcha de los programas de salud, en la proliferación de modelos organizativos y de gestión con bajos niveles de coordinación interinstitucional, lo cual acarreó incremento de los costos operativos, aumento desmesurado y una distribución inadecuada de los recursos humanos, problemas de mantenimiento en todos los niveles y, sobre todo, una inadecuada reconversión tecnológica desde el punto de vista de una distribución equitativa y eficiente en las diversas regiones del país.

El nuevo gobierno que se inició en 1999, nacido de la legitimidad electoral, fue muy errático en los procesos de transformación del sistema de salud, necesarios en ese momento, pues la crisis era tan aguda que para empezar a salir de ella había que tomar medidas de restructuración muy importantes, con profesionalismo aunque con muchos costos políticos y, particularmente, con mucho consenso dentro de la comunidad que hacia vida profesional, gerencial y técnica dentro del sistema de salud, donde se recogieran y reconocieran las experiencias presentes y pasadas, además de los acuerdos con partidos políticos y ONG, entre otras instituciones vinculadas con la salud – como debe ser en un sistema democrático en proceso de Reforma del Estado -.

Entre 1999 y 2002 hubo un “congelamiento” de la crisis en todos los aspectos de la Nación. En el 2002 una serie de protestas de grandes magnitudes impactó al país, el descontento se había desbordado, lo cual hizo aún más pertinente dar respuestas a una sociedad insatisfecha y el tema de la salud era un talón de Aquiles para el gobierno, sobre todo, porque afectaba directamente a sectores empobrecidos y a una clase media muy disminuida quienes acusaban altos niveles de descontento.

Precisamente, en el 2003 el gobierno de Hugo Chávez se declara socialista y asume una propuesta ideológica que llama Socialismo del Siglo XXI y adelanta un proceso revolucionario que implica el desmontaje de la sociedad civil y, con ello, la institucionalidad existente a los fines de la construcción de la sociedad socialista donde prevalece el colectivismo bajo la égida del Estado supremo. Se deja atrás el paradigma y la esperanza de una sociedad civil que en una visión compartida de país se convoca para transformar a Venezuela.

El gobierno, ahora socialista, tenía dos vías para la transformación del sistema de salud, una era mediante la construcción de consensos, reconocer a una comunidad profesional, gerencial y de trabajadores con niveles de asociatividad gremial muy importante, con propuestas propias de sus gremios y de documentos de universidades, de investigadores y de trabajos científicos políticos, sociales y organizacionales que existían en la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado (COPRE), especialmente, era necesario, en esta primera alternativa, la evaluación de las experiencias, algunas exitosas, de descentralización de la salud desde 1989 y los programas sanitarios de alto impacto en la sociedad venezolana que se habían desarrollado desde 1960.

La otra alternativa, la ruta radical que aconseja el proceso revolucionario, consistía en desconocer a la comunidad del sistema de salud y a su experiencia, en consecuencia, presentar un modelo inédito de transformación del sistema de salud desde la perspectiva socialista. Realmente asumieron la segunda, pero con una falla, no tenían el modelo “revolucionario” de salud, entonces, fueron a buscar auxilio en Cuba cautivados por el mito del sistema de salud cubano y los consejos de Fidel Castro. Decían para justificarse: “revolución significa cambio radical sin mirar para atrás, por ello, no debe quedar piedra sobre piedra”

Es de destacar que en el 2004 se celebró un Referéndum Revocatorio del Presidente de la Republica, circunstancia que obligaba a superar las debilidades del gobierno que generaban descontento y; con ello; violencia social. En esos escenarios y con mucha improvisación se declara como sistema de salud venezolano la Misión Barrio Adentro dentro del marco del Convenio Cuba-Venezuela y se le asigna el 4% del Producto Interno Bruto.

Ya desde el 2003 se había asumido la tarea de consolidar una red de atención primaria y en el 2004 se construyeron los Centros de Diagnósticos Integral (CDI), las Salas de Rehabilitación y una Red de Clínicas Populares, la contratación de alrededor de 30 mil colaboradores cubanos, entre ellos, unos 15 mil personas que se hacen llamar médicos, invirtiendo unos 18 mil millones de dólares administrados por los cubanos, bajo la dirección del mismo Fidel Castro, quienes fungieron de intermediarios para la compra del equipamiento y la construcción de las instalaciones. Esta Misión resultó un extraordinario negocio para Cuba ya que con los “excedentes” arreglaron y dotaron sus viejos hospitales y dieron empleo a más de 30 mil cubanos en Venezuela.

Desde ese momento se desató toda una estrategia de imponer el modelo paralelo propuesto por los cubanos y destruir el sistema convencional de salud nacional, abandonando sus instalaciones (hospitales y redes de ambulatorios), su tecnología y su personal mediante la reducción de la inversión para su funcionamiento y sostenimiento, “no dejar piedra sobre piedra”. Desarrollar la “revolución de la salud” era el propósito. El sistema paralelo de salud, Misión Barrio Adentro, gasta el 80% del presupuesto nacional para la salud y sólo atiende el 10% de los pacientes. Los médicos venezolanos son insultados y puesto al escarnio y al odio público en cadenas nacionales del Presidente de la República para justificar la presencia de los médicos cubanos y la destrucción con saña del sistema nacional de salud.

Hoy, 10 años después de inicio del modelo de salud cubano, en el 2013, la Misión Barrio Adentro sigue siendo el programa bandera de la revolución e instrumento de propaganda de su proyecto socialista en los barrios empobrecidos venezolanos, pese a que los indicadores de salud demuestran el fracaso de ese proyecto. El 70% de las instalaciones de Barrio Adentro han sido abandonadas o funcionan en un 40%, debido a fallas de los equipos por falta de mantenimiento y de repuestos, la atención a pacientes planificada sólo alcanza el 35% de las metas previstas, el 20% de los médicos y colaboradores cubanos han desertado, se ha profundizado la desconfianza de los pacientes en el servicio prestado en Módulos y Centros de Diagnóstico, según la Federación Venezolano de Médicos, el 80% de los pacientes que asisten a Barrio Adentro no regresan. Inferimos, entonces, que el modelo cubano de salud implantado en Venezuela como parte de la “revolución de la salud” ha entrado en terapia intensiva.

Este fracaso del implante cubano ha sido muy costoso para la sociedad venezolana, ya que se profundizó la crisis y llegamos al 2013 en condiciones peores que las existentes en el año 1999. Esta crisis tiene los rasgos siguientes:

Se recentralizó el sistema nacional de salud desmontando el avance descentralizador alcanzado desde 1989, haciendo del MPPS un elefante blanco centralista, hegemónico que se torna pesado y lento con bajos niveles de eficiencia y eficacia. Con esta estrategia se regresó a la Venezuela de los años 40 en materia de gestión pública en el sector salud. Este proceso de centralismo es propio del modelo de Estado socialista donde la ineficiencia, la corrupción y la exclusión son los signos más relevantes.
Se desarrolló con saña una asfixia progresiva a la Red Convencional de Salud (hospitales y ambulatorios) poniendo en peligro el patrimonio nacional al abandonar sus instalaciones, equipos, tecnología y recursos humanos – bajos salarios, bajo nivel de seguridad laboral y persecución política-. Esto ha conducido a la renuncia de miles de médicos especialistas que se han ido al servicio privado o al extranjero y al cierre de servicios especializados en algunos hospitales en desmedro de los pacientes, en sí, a una terrible decadencia de los sistemas de atención, diagnóstico, investigación y docencia médico-sanitaria. Y lo más grave es que ante el fracaso de Barrio Adentro la Red Convencional de Salud con grandes limitaciones tiene que atender al 95% de los pacientes con el 20% del presupuesto nacional para la salud.

Se desmontó el subsistema de salud preventivo dentro del MPPS mediante la parálisis de divisiones como Malariología y Saneamiento Ambiental y los programas como Inmunización y Vacunación no tienen los resultados de eficiencia mínimos exigidos por la Organización Mundial de la Salud. Hoy han surgido enfermedades emergentes y reemergentes que habían sido controladas 20 años atrás como malaria, paludismo, fiebre amarilla, mal de Chagas, tuberculosis, tosferina, influenza(AH1N1).

Los indicadores como la mortalidad materna y la mortalidad infantil, especialmente, la mortalidad neonatal expresan que estamos en situaciones peores que en el año 1998.

Se desarrolló un sistema de salud con mucha ingobernabilidad porque un sector, adscrito al MPPS es dirigido desde Caracas de manera centralizada y hegemónica y, otro sector paralelo, la Misión Barrio Adentro, que funciona con mucha improvisación e informalidad y se dirige desde Cuba.

Se crearon expectativas a las comunidades (poder popular) del entorno de los hospitales y ambulatorios de participar en las decisiones de estas instalaciones de salud para mejorar su calidad, lo cual no sucedió pues sólo fue un simple saludo a la bandera, ya que nunca se concretó como algo permanente.

Lo descrito muestra el fracaso de la llamada “revolución de la salud” dentro del desarrollo del Estado Socialista que impulsa Hugo Chávez Frías.
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