Esto es lo que tiene un padre que decir sobre tener cáncer fase 4:
Me enteré de que tenía cáncer de pulmón en fase 4 el viernes 30 de mayo de 2014. El tratamiento se limita a conseguir que el año sea más llevadero ya que a las personas que están en esta situación normalmente no les queda mucho tiempo de vida. Se pueden plantear otras opciones, como los tratamientos experimentales, pero, francamente, aunque soy optimista, conozco bien mi estado.
Hace cuatro años, en el verano de 2010, todo el mundo se lo estaba pasando genial en Bethany Beach, incluido nosotros. Nuestra familia y algunos amigos estaban haciendo castillos de arena, entrando y saliendo del agua, relajándose.
Todo el mundo excepto yo, que, como solía pasar, sentía ansiedad. Tenía cientos de mails por leer y decenas de ideas de posts que no tenía tiempo de escribir, estaba rodeado de mucha arena y no tenía suficiente café. Aunque fingía que estaba disfrutando, la gente se daba cuenta de que estaba fuera de mi zona de confort y, lo peor, de que no quería estar ahí.
Fue en el camino de vuelta cuando tuve una gran revelación. Sólo ahí me di cuenta de lo que me había estado perdiendo. Estaba experimentando la mayor tragedia de la existencia humana: ése era mi momento y yo ni siquiera lo sabía.
Resultó ser un buen día, ya que cuando tomas esa decisión… sientes que tocas el cielo todos y cada uno de los segundos de tu vida. Y siguió y siguió, y las cosas mejoraron, era capaz de repetir esa decisión en mi subconsciente desde ese mismo instante. Marcó la diferencia entre un infierno en vida el que tenía detrás, siempre infeliz y siempre insatisfecho, siempre un paso por detrás de mi trabajo, mi relación con mi pareja, con mis amigos y con mis hijos y el cielo, en el que lo tenía todo.
Creo en este cielo terrestre, y creo que se puede encontrar en cualquier lugar que lo busques. Esto es lo que descubrí:
Descubrí el cielo en los paseos en coche con mis niños. Utilizaba esos viajes para hablar con ellos, sobre su mundo y el mío, para introducirlos en la música, para hacer música con ellos, para hablar sobre los valores y sobre cosas sin sentido.
Descubrí el cielo en el suelo sucio de una pista de baloncesto. Mi hija, que entonces tenía dos años, acababa la guardería a las 12, así que nos quedábamos unas horas esperando a que su hermano saliera del cole antes de volver a casa. Durante cuatro horas nos quedábamos sentados, comíamos juntos e íbamos a una sala de juegos en la que ella me preparaba sándwiches y té de plástico.
Jugábamos a correr sin salirnos de la línea negra en la pista de baloncesto; yo iba detrás de ella, babeando. Se inventó ese juego que llamaba “Ir a la fiesta de cumpleaños”. Luego nos sentábamos en el suelo, uno frente al otro, extendíamos las piernas y nos pasábamos el balón. Después nos abrazábamos en el suelo de la pista mientras la gente jugaba a nuestro alrededor.
Pero hasta en el cielo terrestre se reciben avisos. Nos mudamos a una casa de ensueño en marzo. Es la casa en la que mis hijos crecerán con un hueco en el corazón en forma del padre que apenas recordarán. Quiero que sean felices. Quiero estar por ahí para hacerlos felices.
Y quiero que mi mujer sea feliz. Se lo merece. Ojalá pudiera hacerla feliz ahora mismo.
Creo que la aceptación y la tristeza pueden coexistir. La tristeza es inevitable soy humano e intentar superarla a veces es más doloroso. Pero lo acepto. Acepto que mi vida haya sido y siga siendo un regalo, y acepto la probabilidad de que no veré a mis hijos crecer.
No obstante, suelo preguntarme si debería quejarme, clamar al cielo y decir “¿Por qué yo?”; si debería sentir que ahora, especialmente ahora, un poco confuso, un poco cansado y un poco triste, estoy viviendo el momento más grande de mi vida.
Lo que le ocurra a mi cuerpo en los siguientes meses, todavía se desconoce. Sin embargo, sí estoy seguro de lo siguiente:
Todos sabemos que soy el hijodep— más afortunado de este planeta y sabemos que me querrán hasta el último momento. Mi familia es mi mayor privilegio: mi mujer, a la que adoro, y dos hijos que me sorprenden en todo momento.
Os voy a pedir una sola cosa.
Mi niña es tímida. A veces la veréis jugar sola y estaréis tentados de daros la vuelta y decir: “¡Está tan mona jugando solita!”. Acercaos y jugad con ella. Os necesita.
Mi niño es muy sensible. Recordará todo lo que le digáis y esa cabecita de genio lo analizará durante meses. No le hagáis una broma para reíros de él; podéis destrozarlo. Contestad a cada pregunta que os haga o, al menos, explicadle dónde puede encontrar las respuestas. Le gusta jugar y hacer el tonto, pero hay que tratarle como a un niño maduro. Es mucho más listo que yo y probablemente también más que tú.
Y mi mujer… Dadle un respiro. Por favor, permitidle que se tome un respiro. En el trabajo es de personalidad tipo A, pero en casa siempre ha querido relajarse un poco y disfrutar. Querrá asumir toda la responsabilidad, pero no la dejéis. Decidle que debe relajarse, que se lo tome con calma. Ayudadla a disfrutar de la vida. No la clasifiquéis ni le pongáis límites de ninguna índole.
Ella no es una etiqueta ni una burda simplificación. ¿Sabéis quién es ella? Es la hija que todo padre ansiaría tener y la madre que todo hijo desearía. Aunque he estado en casa y he acumulado mucho crédito en la crianza de estos increíbles niños, no podría haber logrado nada sin ella. Ella seguirá criándolos y ellos continuarán creciendo y se convertirán en adolescentes y adultos aún más increíbles gracias a su madre. Y además, es la mujer de mis sueños.
Fuente: historiaspositivas.com