Pocas virtudes pueden ser comparables a conocerse bien a uno mismo. Aunque haya personas que puedan tener más capacidad analítica o sean más observadoras, cualquiera puede entender su propio funcionamiento siempre y cuando se preocupe mínimamente por ello. Tan solo hace falta prestar un poco más de atención a nuestra toma de decisiones y los actos que realizamos continuamente.
Esto último es uno de los aspectos claves, ya que este propio conocimiento no tendría sentido si no se aplicara a las diferentes situaciones con las que nos encontramos en el transcurso del día a día porque es lo que va formando grandes rasgos de nuestra personalidad. Es importante ser honesto con uno mismo a la hora de tomar decisiones.
¿Quién no ha tomado en alguna ocasión una decisión con la que no estaba de acuerdo, pero por compromiso o miedo a molestar a alguien ha terminado por hacerlo? Es cierto que en ocasiones uno ha de pensar más allá, pero cuando esto ocurre al menos se tiene que saber por qué se ha decidido así. El doctor e investigador Tim Carey indica en Psychology Today que con estos pequeños actos no se es del todo sincero con uno mismo y es posible que a partir de esas decisiones se vaya tomando un camino u otro o se establezcan unas nuevas metas.
El método de los tres porqué
Jerarquizar los objetivos no tiene por qué ser malo. De hecho es recomendable a la hora de establecer un rumbo si uno está perdido y no sabe qué hacer, pero a veces esta jerarquización acaba por generar agobios y se cometen errores en el camino, al centrarse solo en el objetivo, en vez de en la forma de llegar a él.
Una forma de evitar este tipo de problemas es el método MOL que hace referencia a un sistema por niveles. Este se basa en tres curiosas preguntas: ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué? En inglés es conocido como el método de las tres Y, por la similitud de pronunciación entre la letra y la expresión why.
Cuando tomamos una decisión complicada es posible que no sea suficiente con preguntarse el porqué y seguir adelante. En cambio, Carey señala que al repetir esta pregunta por tres veces uno se cuestionará todo de tal forma que nacerán muchas más dudas, así cuando se alcance una determinada decisión se entenderán perfectamente las razones por las que se ha llegado a ella.
También en la empresa privada
Este modo de actuación no tiene por qué utilizarse solo en la vida privada. Ricardo Semler señala en una charla TED que este procedimiento también es tremendamente interesante para la empresa privada.
La razón en la que se apoya es que si a cualquier trabajador se le pregunta por qué realiza alguna tarea, sabrá dar fácilmente una respuesta, al preguntar por segunda vez este dudará más y es muy posible que a la tercera ya no se ofrezca una respuesta clara. En cambio, si consiguen responderse los tres porqués con sentido, no solo se tendrán claras las razones por las que se hace algo en particular, sino también se entenderán los motivos por los que se hace de un determinado modo y no de otro. Así como los motivantes que nos mueven para llevar a cabo dicha tarea.
Lógicamente, este método no es pura matemática y es posible que en ocasiones plantearse estas tres preguntas no sea, ni mucho menos, suficiente. Pero, al menos, partiendo de esta premisa se conseguirá llegar a una dinámica en la que uno sepa cuándo debe cuestionarse si debe o no hacer algo o las razones por las que debe actuar de una manera. Al fin y al cabo, la forma más sencilla de entender algo es preguntar.