“¡Tu propuesta es un disparate! ¡Este trabajo es de muy baja calidad!”
¿Cómo recibir una crítica descalificadora sin perder la calma y el trabajo?
Permítanme en este artículo poner el foco en el contenido del diálogo y no en la forma (dado que ello nos llevaría a una reflexión diferente).Pero antes de compartir con ustedes mi mirada, los invito a ver el siguiente video que suelo utilizar en mis talleres:
https://www.youtube.com/watch?v=7cBe3vh3fv4
Luego de las sonrisas que aparecen en la audiencia, suelo preguntar: ¿Qué es lo que vieron? Las primeras respuestas que surgen son las de la columna izquierda. Al rato (pero sólo al rato) aparece una respuesta como la que figura en la columna derecha:
Columna Izquierda Columna derecha
Enojo, impulsividad, apresuramiento, Un chofer de camión que acaba de llenar
equivocación, “divorcio en puerta”, etc. de cemento un auto descapotable
¿Qué diferencia existe entre las frases de la columna izquierda y la de la derecha?
Las respuestas de la columna izquierda son interpretaciones (juicios), mientras que las de la columna derecha son hechos (afirmaciones).Y esa diferencia es sustancial dado que cuando sostenemos afirmaciones, debemos (si así nos lo pidieran) ofrecer evidencia que pruebe la veracidad de lo que afirmamos. De no proceder de esta manera, nuestra identidad pública podría verse afectada al dudarse de nuestra sinceridad. Y mucho peor sería si se comprobara que nuestras afirmaciones son falsas.
En otras palabras, lo que yo afirmo debe adecuarse al mundo de los “hechos” y no al revés.
En el caso de los juicios es absolutamente diferente, dado que un fenómeno o experiencia admitirá más de una explicación posible, la cual dependerá de nuestra educación, valores, paradigmas, sistemas de creencias, criterios de valoración, etc.
En otras palabras, los juicios no son “verdaderos o falsos” sino “válidos o inválidos” según los hechos que lo sostengan y “la vara con la que midamos”.
Veamos esto en un ejemplo muy simple. Yo mido 1,92 metros (afirmación) lo cual puede ser comprobado por cualquier persona que tome un centímetro y mida mi altura. Decir que yo “soy alto” (juicio) dependerá del criterio con el que otro evalue mi altura, dado que (por ej.) puedo ser alto en relación a la media de la población general pero bajo en relación a los jugadores de básquet de la NBA.
¿Qué es lo que les propongo hacer cuando enfrenten un juicio como los que aparecen al inicio del artículo?
TRADUCIR EL JUICIO
Permitanme utilizar un ejemplo hogareño. Recuerdo cuando mi hija menor dijo una vez “la polenta es horrible” (juicio expresado como afirmación). A lo que yo con cariño le respondí “la polenta es un alimento constituido a base de harina de maíz, leche, sal, manteca, etc ”. En todo caso será que “a vos no te gusta la polenta” (allí dejamos de hablar de la polenta para empezar a conversar sobre ella y sus “gustos personales”).
¿Cómo se aplica este ejemplo en el trabajo? Veamos:
Cuando el otro dice “tu propuesta es un disparate” ustedes traduzcan por “a vos no te gusta mi propuesta”. O si él me dice “este trabajo es de baja calidad” ustedes escuchen “veo que no compartís los parámetros de calidad sobre el que está construido este trabajo”.
En otras palabras,cualquier juicio del otro será siempre una apreciación relativa, nunca una “verdad absoluta”.
EVITEN EL “ARREBATO EMOCIONAL”
Desafortunadamente, el impulso nervioso en el que “viajan las emociones” tiene un recorrido “más corto” que el “mensaje” que va a la parte racional de nuestro cerebro. Esto es así dado que ante una eventual amenaza externa ”real” debíamos poder reaccionar con velocidad sin perder el tiempo en razonamientos previos.
El problema es que nuestro cerebro no distingue entre “evento externo real” (susto por una víbora por ejemplo) y una interpretación nuestra (miedo a la posible perdida de mi prestigio profesional por la descalificación de la propuesta).
La emoción generará una descarga de adrenalina que inunda nuestro corriente sanguíneo preparándonos para la huida o para la pelea (que si se mantiene por demasiado tiempo producirá el “famoso stress”, afectando nuestra salud).
Para evitar entonces la acción impulsiva, debemos darle “tiempo” a nuestro cerebro para que nuestra parte racional pueda intervenir, lo cual nos lleva al siguiente paso.
PIDAN LOS FUNDAMENTOS DEL JUICIO
Todo juicio como tal se valida o no en los fundamentos (hechos) que lo sostienen. Preguntas como “¿qué es lo que hace que no te guste mi propuesta? O ¿cuáles son los datos en que te basas para sostener eso? lleva la conversación a otro nivel de calidad, dado que nos puede aportar valiosa información que no hemos considerado hasta el presente.
Conocí el caso de una persona que frente a situaciones como la mencionada, antes de emitir comentario o pregunta alguna, tomaba su alianza matrimonial del dedo anular de la mano izquierda y se lo ponía en el dedo anular de la mano derecha, al mismo tiempo que respiraba lenta y profundamente.
“Ello me da a tiempo para no reaccionar en forma intempestiva e indagar prodductivamente sobre el juicio del otro”, decía.
VALIDEN O RECHACEN EL JUICIO
Si los fundamentos del juicio son válidos (surgen hechos que no habían considerado) habrán obtenido un valioso aprendizaje por lo que no sólo no deberían enojarse, sino que podrían estar agradecidos por ello.
Pero si no comparten dichos fundamentos porque se sostienen en otros juicios y no en afirmaciones, o porque su criterio de valoración es diferente, agradezcan la opinión emitida rechazándola al mismo tiempo con amabilidad.
Un ejemplo sería “Comprendo perfectamente tu punto de vista, pero no lo comparto. Sigo creyendo que mi propuesta es válida para el problema que estamos enfrentando”.
¿Qué pasará entonces?
Dependerá del nivel de autoridad y la consiguiente autonomía que tengamos. Si no podemos resolver el tema por nuestra cuenta propia, deberemos exponer cada uno los fundamentos que sostienen nuestras interpretaciones ante un tercero que tenga el poder neceario para que éste tome entonces una decisión.
Lo que ocurra después, validará o no la opinión que teníamos sobre el tema en cuestión.
Si luego de todo este proceso, seguimos “dolidos” con el juicio crítico del otro, lo que está ocurriendo es que el dolor no está provocado porque el otro piense diferente de nosotros.
Nuestro sufrimiento estará dado por nuestra baja autoestima y falta de confianza personal.
Fuente:
www.escuelarecrearte.com