El origen se remonta al siglo IV, cuando el asceta Evagrio el Póntico -también conocido como el Solitario- fijó en ocho las principales pasiones humanas pecaminosas: ira, soberbia, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula y lujuria. Un siglo más tarde, el sacerdote rumano Juan Casiano redujo la lista a los siete ítems que conocemos: lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia. Fue el papa San Gregorio (540-604) quien los oficializó definitivamente con el orden que aparece arriba, el empleado también después por Dante en su Divina Comedia. Según Santo Tomás de Aquino, el calificativo capital no alude a la gravedad de estos pecados, sino a que de ellos emanan todos los demás.
Los pecados capitales son aquellos de los cuales se desprenden otros pecados. Los siete pecados capitales son una clasificación de los vicios que se enumeraron en las primeras enseñanzas del catolicismo y del cristianismo con el objetivo de educar a los fieles acerca de la moral cristiana.
La doctrina católica divide en dos grandes grupos a los pecados, el pecado venial (se consideran menores y son perdonados a través de los sacramentos) y el pecado mortal (son sumamente graves, ya que rompen la vida de gracia y amenazan con la condenación eterna a menos que la penitencia los perdone.).
En tanto, los pecados capitales son siete y siguen este orden: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia y vanidad.
La lujuria es el pecado ocasionado por la excesiva presencia de pensamientos de tipo sexual, además supone pensamientos posesivos sobre otra persona. En su máximo grado, la misma, puede desembocar en compulsiones sociológicas, sexuales o transgresiones.
Por su lado, la gula se identifica con la glotonería, es decir, el consumo en exceso tanto de comida como de bebida, aunque también puede incluir otros tipos de comportamientos autodestructivos. Abusos de determinadas sustancias, el alcoholismo o comer en exceso son ejemplos de este tipo de pecado.
La avaricia, es un pecado que implica la total orientación del ser hacia la obtención de riquezas materiales para atesorarlas y por supuesto no entra en los planes el compartirlas con los demás o gastarlas.
La pereza supone la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la propia existencia.
La ira implica un sentimiento no ordenado, ni mucho menos controlado, de odio y enojo, entre las principales transgresiones que puede ocasionar este pecado capital se cuentan el homicidio, el asalto, la discriminación y hasta el genocidio.
La envidia supone el deseo de obtener aquello que otro posee lícitamente.
Y finalmente la vanidad resulta el deseo por tratar de ser siempre más importante y atractivo que el resto, es decir, la sobrevaloración del propio Yo.
Si bien los recién mencionados se mantienen imperturbables, en el año 2008, el Tribunal de la penitenciaría apostólica del Vaticano presentó una lista de pecados capitales nuevos con la denominación de pecado social para de alguna manera incluir los nuevos vicios que ocasionan grandes impactos negativos en la humanidad hoy día, entre ellos figuran: no realizarás manipulaciones genéticas, no llevarás a cabo experimentos sobre otros seres humanos, incluyendo los embriones, no contaminarás el medio ambiente, no provocarás injusticia social, no causarás pobreza, no te enriquecerás hasta límites obscenos a expensas del bien común, no te drogarás.
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