El amor, al igual que cualquier otra emoción, tiene un componente biológico detectable mediante análisis de sangre y observación del cerebro en un escáner.
Numerosos investigadores han analizado las reacciones que experimenta el cuerpo cuando nos enamoramos y los resultados no pueden ser más rotundos: el amor es una droga.
Donatella Marazziti, bióloga de la Universidad de Pisa, descubrió en 1999 que las parejas recién enamoradas segregan tanta serotonina como las personas con trastornos obsesivo compulsivos.
La serotonina es un neurotransmisor que cumple distintas funciones, una de ellas el equilibrar el deseo sexual.
Interviene en otros neurotransmisores como la dopamina, la noradrenalina y la feniltilamina responsables de, entre otras cosas, el anhelo, la euforia y las fijaciones mentales. Nos enamoramos y el cerebro se llena de feniltilamina secretando a su vez dopamina (neurotransmisor que impulsa a repetir comportamientos que proporcionan placer) y oxitocina (también denominada “La molécula del amor”, “La hormona de los mimosos” o “La molécula afrodisíaca”)
Asimismo, el enamoramiento provoca que los hombres segreguen menos testosterona (una de sus funciones es aumentar el apetito sexual) mientras que aumenta su nivel en las mujeres.
Marazziti consideraba que esta fijación y deseo enfermizo por el otro era un mecanismo natural para asegurar la reproducción y el mantenimiento de la descendencia.
¿Y cuánto dura ese enamoramiento?
¿Cuánto tiempo está dispuesto el macho a quedarse junto a la hembra para cuidar a la prole y cuánto está dispuesto ella sin buscar otro macho con mejores genes?
Según el Dr. Eduardo Calixto, neurofisiólogo del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, México, con el tiempo los receptores de la dopamina comienzan a perder su sensibilidad y a los tres años dejarán de responder al estímulo inicial que provocaba todo tipo de reacciones placenteras cuando nos encontrábamos con el objeto de nuestro amor.
¿Es el fin de la relación?
Si la base de la pareja es sólo el placer sexual, sí; pero no si se han fomentado otros valores como la amistad, la complicidad, el respeto, la admiración o la ternura, ya que en ese caso entra en juego la oxitocina, hormona que no sólo influye en los patrones sexuales y la conducta maternal y paternal como hemos visto, sino que reduce el miedo, aumenta la confianza en uno mismo y en el otro, la generosidad, la empatía y la confianza entre dos personas.
Si logras desarrollar estos valores, entonces el amor puede ser para siempre.
Fuente: lamagiadelossentidos.com