Una joven niña de 15 años pegándose un tiro en La Plata, otro joven de 17 arrojándose al vacío desde un tercer piso en un colegio en Ballester, otra niña de 16 quitándose la vida en Córdoba…y siguen los casos en una lista que no sabemos cuándo será finalizada.
Estos seres no han muerto por falta de comida, no llegaron a este final porque en sus casas faltaba lo indispensable, llegaron a este final por lo esencial, por ese material que no lo produce ninguna industria, algo que es intangible, incoloro e inocuo pero se siente en los corazones…el amor, el amor que debe haber en cada familia, ese estado de plenitud que nos lleva a preocuparnos por el otro, saber cómo esta, que necesita, extenderle los brazos y regalarle los hombros.
Es la carencia de ese amor que los lleva a extremos que desconocen, es la falta de sentirse acompañados por lo mejor que tienen, por lo único que en el fondo saben que pueden confiar, por una palabra, tan solo una palabra pero que dentro de ella cabe un universo de muchas más…familia.
No es comida lo que precisan nuestros hijos, ellos reclaman en silencio porque no conocen todavía las palabras adecuadas, nadie se las ha enseñado todavía, y ese silencio lo debemos comprender como seres adultos responsables de la sociedad que ellos heredaran algún día.
Uno ve aquí mismo, y en casi todas las redes sociales, los lamentos cotidianos por todo lo que sucede, pero esos mismos que lo escriben…les dan el tiempo a sus hijos para esa charla necesaria? Le dedican el mismo tiempo que pasan frente a un teclado a sentarse junto a ellos y saber cómo los trata la vida? O esperan confiados el regreso de la cría del colegio o del club sabiendo que los une un simple teléfono celular? será esto último un nuevo cordón umbilical?
A la vista de lo que sucede parecería que no, parecería ser que nuestro día lo dividimos de mala manera, a lo importante lo dejamos para después, ahora mejor comienzo por otra cosa, sería el pensamiento imaginario, falta amor en la familia, es así de simple, nadie se va de donde encuentra felicidad, nadie abandona el nido que lo cobija con ese calor que necesita, es una ley animal y también humana. El plato de comida puede o estar en la mesa, puede estar rebosante o semi vacío, eso no es lo que importa, lo importante es con quien se comparte.
Escuchamos a los oportunistas mediocres de siempre llenarse la boca con que el país está con hambre, hay que hacer algo con esos chicos ¡¡ gritan a los cuatro vientos, si claro que hay que hacer algo, algo que deberían haber hecho ellos cuando tuvieron la posibilidad en sus manos y en sus bancas, el hambre no es novedad, pero la falta de amor en la familia tal como la sentimos ha recrudecido y eso es grave.
No es de comida que se nos mueren nuestros jóvenes, es por la falta de sentimientos, por el espacio que no se les da en cada hogar, por las malas compañías, que son malas porque de ese otro lado también hay carencias, no se nace malo, se aprende a serlo y la soledad es el mejor profesor. Démosle el tiempo que necesitan, que reclaman a los gritos, gritos que nadie escucha,
Sentémonos con ellos, abrasémoslos…que sientan el latido de un corazón antes que un reguetón en un costoso celular.
Compartamos momentos únicos, esos que después se tornaran inolvidables con el tiempo, logremos que nuestro paso por sus vidas se transformen en un nudo en la garganta cuando ya no estemos, porque así se darán cuenta que fuimos importantes para ellos.
No es comida lo que les falta a nuestros chicos, es amor, tan simple como eso.
“La sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos”
Concepción Arenal
Julio Casati
Fuente: www.radiolashorascontadas.blogspot.com.ar