Permítaseme iniciar esta nota con una frase de Gabriel Garcia Márquez, para el que, algunos colombianos que nunca lo han leído, cito palabras textuales, “no ha hecho ni una mierda por el país”, apreciación que manifiesta su absoluta desinformación o ignorancia supina sobre el nobel Colombiano.
Vamos a lo nuestro, al tema objeto de esta nota, la paz o la guerra. Garcia Márquez afirmo que, “la vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla” y es justamente lo que está ocurriendo en el ideario colectivo en relación con los tratados de paz y su ulterior desarrollo. Uno de los factores más prominentes para los seres humanos es el olvido, es tan importante como poder recordar. Si no hubiéramos desarrollado el mecanismo del olvido, para evitar formar ciertos recuerdos irrelevantes, caeríamos en un estilo de vida como el de Funes el Memorioso, fantástico personaje de Borges, que vivía con la tragedia de recordarlo todo. Lo que se pone de relieve en el personaje de Borges no es su incapacidad de olvidar, o, dicho de otra manera, su incapacidad de transformar sus bastos recuerdos en pensamiento. Pensar, dice el narrador, es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. Funes no podía pasar por alto lo irrelevante, ni hacer asociaciones mentales, ni construir ideas generales de las cosas y, menos aún, llegar a juicios de valor objetivo.
Al hablar de la violencia en Colombia nos encontramos frente a un largo periodo de tiempo que cubre setenta y cinco años de nuestra historia, la manipulación de los hechos, y con estos mimbres, el registro en la memoria que poseen los ciudadanos sobre su historia. Muchos la vivieron y ya no están, otros, los menos, la recuerdan como un pasado tenebroso, otros la conocen de oídas y la mayoría solo sabe lo que le han contado o la desconocen por completo. ¡Ninguno tiene la razón! La violencia en Colombia no ha cesado, a tal punto que, los colombianos se han acostumbrado a su presencia y a que continúen en el poder las familias que desde entonces han hecho de la violencia su aliada en el mantenimiento del statu quo.
Se oye con inusitada frecuencia que, “aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”. Se nos ha inculcado que la memoria, el recuerdo del pasado histórico es una de las más elevadas obligaciones morales de la sociedad. En parte es cierto. Pero, ¿se nos han contado los hechos históricos como verdaderamente ocurrieron? También se nos dice que la historia la escriben los vencedores. Entonces tenemos la obligación de investigar y ser críticos para tomar posiciones acordes con la verdad. No debemos olvidar que la comunidad de naciones, en más de una ocasión por no decir que siempre, ha conducido a la guerra más que a la paz, al rencor y al resentimiento más que a la reconciliación y a la venganza por agravios reales o imaginarios en lugar de comprometerse con la difícil tarea del perdón .En Colombia nos encontramos hoy con este dilema o perdonamos o continuamos en guerra. Presentemos el dilema de forma más cruda: Podemos inclinar nuestros deseos ajustándonos, sin más, a la justicia, pero, por razones bien conocidas, no será una amiga fiable de la paz. Los acuerdos entre partes en litigio requieren de la voluntad de ceder de los implicados en el conflicto. Otra cosa es llegar a acuerdos, es decir, olvidar los agravios, perdonar, en aras de un futuro mejor para todos los asociados. En España, tras la dictadura de Francisco Franco, se llegó a un acuerdo político entre los bandos enfrentados, derecha e izquierda, que permitió la restauración de la democracia. La transición de la dictadura a la democrática llego tras el olvido, por parte de los contendientes, de los agravios cometidos. En puridad no se trata tan solo de olvidar sino de tener presente, en nuestro caso, que el Estado colombiano ha sido y es el actor principal de la violencia en Colombia para mantener el statu quo, el uso omnímodo del poder por un puñado de familias consanguíneamente vinculadas. En consecuencia, no se trata de olvidar ahora como de comprender que en algún momento del futuro, independientemente del cuándo, será mejor abandonar las victorias, las derrotas, las heridas y los rencores porque, de lo contrario, la guerra nos superara y condenaremos a las nuevas generaciones de ciudadanos a una oscura y larga noche de dolor y muerte…
La incapacidad para llegar a acuerdos de paz, la incapacidad para perdonar y olvidar ha llevado a países como Palestina e Israel, Bosnia, Liberia, Ruanda, Kurdistán, Sierra Leona o Colombia, solo por citar a algunos, a un continuo derrame de sangre. Entiendo que la paz perpetua es un sueño imposible porque la injusticia y la desigualdad aumentan y los pobres son cada vez más pobres y menos libres. La miseria, la ausencia de democracia y la injusta distribución de la riqueza son las principales causas que subyacen en los conflictos, al convertirse el recurso a la violencia en la única salida para amplios sectores d la población. Sea como fuere El futuro de Colombia está, hoy por hoy, en conseguir que se firmen los acuerdos de paz y sean refrendados por el congreso.
Carlos Herrera Rozo